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Los movimientos estudiantiles de México tuvieron su inicio, y casi su fin, prácticamente, con el Movimiento Estudiantil de 1968. Los estudiantes no habían salido antes a la escena política y su papel no había sido relevante para la transformación de los fenómenos sociales. A escala nacional y mundial el Movimiento Estudiantil de 1968 cobró relevancia justo antes de dar inicio Las Olimpiadas que se celebraron en México en ese mismo año. Debemos recordar que el inicio del movimiento social tuvo como pretexto la intervención de la policía capitalina para aplacar una riña entre estudiantes de la Vocacional número 2, del Politécnico y de la preparatoria Isaac Ochoterena, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), derivada de un partido de futbol americano.
Fue en julio de 1968; algunos estudiantes fueron detenidos. A partir de ahí se realizaron distintas huelgas en las universidades y pronunciamientos por parte de la rectoría, condenando los hechos violentos en contra de los estudiantes. Diversas acciones realizaron los estudiantes, como una marcha multitudinaria que tuvo lugar el 26 de agosto de 1968. En respuesta a estas acciones, y también ante la presión de las olimpiadas, el gobierno mandó intervenir algunas universidades con la fuerza del ejército. El día primero de octubre, el Ejército se retiró de las universidades (UNAM y Politécnico) y el dos de octubre, los estudiantes realizaron una concentración en la Plaza de las Tres Culturas. Entre infiltrados, francotiradores, la señal de un helicóptero que sobrevolaba la Plaza de las Tres Culturas, disparos, tanques y confusión, una luz de bengala verde, etc., se provocó el pánico, la estampida y la muerte.
Es injustificado el ataque en contra de los estudiantes, ciertamente indefensos, aunque fuentes del gobierno de aquel entonces señalaran que los manifestantes no estaban del todo desarmados; que había entre ellos ciertos grupos armados que participaron ese día. Hasta la fecha hay discusión entorno a la cantidad de muertos, pues el gobierno ha revelado que fueron 20; Elena Poniatowska asegura que fueron 65, según testimonio de una madre entrevistada y otras fuentes señalan que hubo entre 200 y 300. Efectivamente, la represión es el lado inolvidable del dos de octubre; sin embargo, no debemos quedarnos con ese solo aspecto de la cuestión, ni clamar venganza por la venganza misma; ni reducirnos a exigir castigo para muchos de los agresores que hoy, incluso, ya están muertos. Lo que deben hacer los estudiantes de hoy es reflexionar sobre las virtudes y las deficiencias de aquel movimiento.
Es difícil sostener la tesis de que el movimiento estudiantil tenía un carácter revolucionario, pues se trataba, más bien, de un movimiento espontáneo. Efectivamente, aunque las condiciones objetivas estaban dadas, es decir: pobreza, desempleo, hambre, etc., los estudiantes no contaban con un plan previamente establecido para la realización de sus acciones; fue la coyuntura, pues estaban recientes el triunfo de la Revolución cubana y la lucha del Che en Bolivia; la intervención de las fuerzas policiales y del ejército, etc., terminaron por unificar a los estudiantes; pero éstos no tenían un programa bien meditado para la solución de los problemas de fondo de este país. Consignas como “libertad a los presos políticos”, “renuncia de los mandos policiacos”, etc., conformaron su pliego de peticiones; sin embargo, entre sus demandas no figuraban dormitorios, servicios asistenciales, aulas, becas estudiantiles, asignación del ocho por ciento del producto interno bruto (PIB) a la educación, etc.
El movimiento, entonces, fue víctima de su carácter espontáneo; y también de manera espontánea murió. Es lamentable que al Movimiento Estudiantil de 1968 solo se le recuerde el dos de octubre. En México no existe una verdadera vanguardia estudiantil. El Movimiento Estudiantil de 1968, con su carácter espontáneo no es más que un modelo equivocado para la conformación de movimientos estudiantiles posteriores.
No debemos olvidarlo: aunque lo espontáneo sea el embrión de lo consciente, sigue haciendo falta un movimiento bien estructurado, politizado, consciente, revolucionario y, finalmente, comprometido verdaderamente con la educación en México. Las condiciones de pobreza y de mala educación en este país son innegables; y, con las honrosas excepciones de rigor, brillan por su ausencia los movimientos estudiantiles que busquen la transformación de la educación en este país.
Por el contrario, hay movimientos estudiantiles que más bien denigran la imagen de los estudiantes, como aquellos que incendian autobuses y promueven actos vandálicos y cuando los reprimen, claman airadamente por justicia; que, lejos de luchar por la educación, se oponen lisa y llanamente a su desarrollo, negándose, por ejemplo, a estudiar inglés. Otro caso es el movimiento espontáneo #YoSoy132, hoy desaparecido, cuya forma de operar correspondió más al de una estrategia mercadológica que a un movimiento estudiantil; sus demandas eran inalcanzables, como la apertura de los medios de comunicación, temas relacionados con la democratización del país y, finalmente, mayor acceso a Internet; sin embargo, quedaron sumergidos en las heladas aguas de la espontaneidad y de intereses que, a la fecha, no han sido suficientemente aclarados; se decían apartidistas cuando en la realidad eran evidentes sus inclinaciones partidistas, como la rabiosa campaña anti-Peña Nieto que desplegaron. Otro movimiento que genera muchas dudas en torno a su autenticidad es el de la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa; tampoco éste es un movimiento estudiantil que pretenda un cambio profundo en la educación del país o en las condiciones de pobreza del mismo; más bien se usó como estrategia de ataque contra Enrique Peña Nieto.
Se olvida, pues, que el Movimiento Estudiantil de 1968 fue un movimiento espontáneo y que, por lo mismo, estaba condenado a fracasar, como sucedió; se olvida que el problema de fondo era la lucha por la Presidencia de la República entre Luis Echeverría Álvarez, el General Alfonso Corona del Rosal (exregente del Distrito Federal en esa época) y entre Emilio Martínez Manatou, apoyado por los rectores y directores de las universidades. No se trata solo de buscar culpables, como pretenden algunos grupos de la mal llamada izquierda, pues eso solo divide a la sociedad; lo que verdaderamente hace falta es formar una vanguardia estudiantil acorde a las necesidades educativas actuales. No se necesitan más movimientos espontáneos, lo que urge en México es un movimiento estudiantil consciente, sólido, fuerte y vigoroso; que promueva un cambio revolucionario en el modelo educativo y en el modelo económico, para la construcción de un país mejor, más libre, más democrático, más equitativo y más soberano.
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Los movimientos estudiantiles de México tuvieron su inicio, y casi su fin, prácticamente, con el Movimiento Estudiantil de 1968.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.