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El presidente de Estados Unidos (EE. UU.), Donald John Trump, ha amenazado con imponer cinco por ciento de aranceles a todas las importaciones mexicanas si el Ejecutivo mexicano no frena el flujo de inmigrantes centroamericanos hacia su país. No se trata de un “episodio comercial” sino de una estrategia de política dura que definirá la relación multidimensional entre los dos países socios.
La Casa Blanca ha percibido la vulnerabilidad estructural de México y ha escalado la presión para pavimentar la reelección del magnate. Existe un gran riesgo geopolítico para los intereses mexicanos ante un país hegemónico que desdeña la diplomacia. Urge una estrategia certera.
Se libra una batalla geopolítica con EE. UU. como protagonista central, pues Donald John Trump ha impuesto los intereses de la cúpula corporativa empresarial de su país por encima de los intereses de cualquier otro. En esa pugna México será el gran perdedor por su precaria coyuntura política, que lo inhabilita para enfrentar los múltiples desafíos regionales, entre los que resaltan la migración y la desaceleración económica. Urge una estrategia de política exterior que mantenga el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), aliente las inversiones y sostenga el valor del peso sin claudicar a nuestra diplomacia de principios.
El Ejecutivo Federal sostiene que la mejor política exterior es una buena política interna. No obstante, preocupa la radiografía del estado actual: desaceleración económica, política fiscal restrictiva, precariedad laboral, pobreza e informalidad. Ésta no es una imagen que garantice una exitosa política exterior y menos ante la superpotencia, aunque el gobierno mexicano sostenga que se debe a la inercia del modelo neoliberal.
Nada parece indicar que en unos días el magnate-presidente de EE. UU. retroceda en su decisión. Sin embargo, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha apostado a que el muy veleidoso Donald Trump “se doblegue” ante una campaña de presión articulada por los medios, los gobernadores y legisladores locales.
De esa convicción solo se ha concretado un parcial “cierre de filas” de parte del sector privado, que ha ofrecido propiciar el diálogo, así como el cabildeo con sus homólogos y legisladores estadounidenses. Y mientras escala la acometida de Trump, analistas de organismos financieros afirman que la economía mexicana está paralizada.
El arancel a las exportaciones mexicanas hacia EE. UU. sería devastador para México. En 2018, el comercio llegó a sumar 360 mil millones de dólares (mdd), por lo que la medida de Trump implicaría una grave penalización a la balanza mexicana. En principio sería de 18 mil mdd anuales y si el magnate cumple con incrementar los aranceles al 25 por ciento, ascendería a 90 mil mdd en el tercer trimestre, prospección que sería letal para nuestra economía, pues en octubre reportaba en cero el crecimiento del sector industrial y el de la construcción caía al 2.5 por ciento y un mes después descendía a 3.5 por ciento. Expertos en la radiografía del comportamiento productivo-comercial prevén que el crecimiento del país apenas rebasará el uno por ciento, pues al primer trimestre solo creció al 0.1 por ciento.
La economía mexicana es tan frágil que, aunque no se apliquen los aranceles y el T-MEC logre ser ratificado en el Congreso estadounidense, “la incertidumbre prevalecerá porque Trump ya demostró la vulnerabilidad de los tratados comerciales, que unilateralmente puede violar”, estima el Banco Bilbao Vizcaya (BBVA).
Con tan oscuro panorama de su vecino y socio, Trump está en condiciones de mantener la presión y reelegirse sin problemas. Paradójicamente, el republicano ha logrado buenos resultados en la economía de su país. Menos optimistas son otros observadores, para quienes la imposición de aranceles significaría para EE. UU. “darse un balazo en el pie” debido a la estrecha integración entre ambas economías y su sector exportador.
Agenda propia o sumisión
Ante esta coyuntura y conflicto de intereses ¿cuál debe ser la estrategia de México y qué táctica debe aplicar para lograr un giro a su favor?, ¿cómo dejar de ser actor reactivo para proyectar su agenda interna y bilateral? El tema migratorio parece ocupar el puesto central y el geopolítico, el secundario.
De aceptar la cláusula de “tercer país seguro”, México caería en el error de acatar la voluntad hegemónica de EE. UU., cuyo gobierno insiste en que nuestro país acoja en su territorio a los inmigrantes de todo el mundo, para impedirles que prosigan su ruta hacia el territorio de la potencia.
Es claro que un millón de centroamericanos al año son el rostro de una crisis inmanejable para cualquier país, incluido México. Al comparecer ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado para ser ratificada como embajadora ante EE. UU., Martha Bárcena Coqui subrayó que México “no está interesado, ni negociará un acuerdo de ese tipo, como pretende el gobierno estadounidense”.
No obstante, en los distintos comunicados presidenciales al respecto, se evidencia un intento por no confrontarse con el huésped de la Casa Blanca a cualquier precio, como aceptar en el mediano plazo convertirse en “tercer país seguro”. Tal inquietud se acentuó con la lectura del contenido de la misiva de AMLO a Trump, el 30 de mayo.
Ahí el Presidente reitera que los seres humanos no abandonan sus pueblos por gusto sino por necesidad, por lo que se le ha propuesto (a Trump) cooperar para el desarrollo de la región con inversiones que creen empleos “y resolver el fondo de este penoso asunto”.
Añade: “Estamos cumpliendo con nuestra responsabilidad de evitar, en la medida de lo posible y sin violentar los derechos humanos, el paso por nuestro país”. Y días después, en un mensaje directo al presidente estadounidense, el mandatario declaró en Veracruz: “Lo que ya hacemos en materia migratoria, y si se quiere reforzar esas medidas sin violar los derechos humanos, estaríamos dispuestos a llegar a ese acuerdo”. Justo lo que quiere Trump.
El giro en la actitud soberana del mandatario lo llevaría a “caminar hacia la capitulación”, escribió Raymundo Riva Palacio. En su crítica, publicada en El Financiero el tres de junio, el periodista lamentó que desde la Presidencia haya habido un “inapropiado manejo de crisis” ante la amenaza del estadounidense, así como “equivocaciones tácticas y falta de estrategia”.
Para el exembajador mexicano ante EE. UU., Arturo Sarukhan, la advertencia de Donald Trump “no tiene nada que ver con el asunto migratorio. Se trata más bien de un distractor de la conferencia de prensa que dio el fiscal Robert Mueller en Washington”. El exfuncionario aludió así a la evidencia de posible obstrucción de la justicia del magnate ante la pesquisa en su contra, debido a llamada “trama rusa”.
Inquieta a expertos en la relación bilateral, entre ellos la internacionalista María Cristina Rosas, un mandatario como AMLO, “a quien la política exterior no interesa y no parece convencido de su relevancia, su única política sea que la mejor política exterior es la política interna”. Otros se preguntan por qué frente al amago político-comercial de Trump, el Ejecutivo mexicano decidió no acudir al Foro Económico Mundial de Davos. A todos sorprende su desdén hacia los foros internacionales, en los que nuestro país puede obtener el necesario respaldo diplomático y normativo para enfrentar la amenaza arancelaria del magnate estadounidense.
Es significativo, además, que hasta ahora el gobierno mexicano no haya considerado recurrir a algún instrumento de solución de controversias comerciales, o bien, a tribunales internacionales para defender su derecho. La pérdida de oportunidades en el marco de la comunidad global se extiende a la Cumbre del G-20, que se celebrará en Japón el 28 y 29 de junio, del que México es miembro.
Hasta ahora, la Presidencia de la República no ha confirmado su asistencia a este encuentro de los países de mayor impacto económico-político del planeta, donde sus respectivos líderes establecen las grandes líneas de cooperación multisectorial. Indecisión que ha sido duramente criticada, pues para muchos solo confirma el aislamiento al que se condena al país.
Por último, no cayó nada bien que el canciller Marcelo Ebrard viajara a Washington para abordar el problema arancelario con el secretario de Estado, Mike Pompeo, quien ese día se hallaba precisamente a miles de kilómetros. Desde el 29 de mayo, el Departamento de Estado daba cuenta de la agenda exterior de Pompeo para los próximos días, que incluía visitas a Alemania, Suiza y Holanda.
La desorganización de esa cita, que provocó la falta de su principal interlocutor, refleja lo que sucede en el gobierno. Ansioso, Ebrard no esperó que la embajadora Bárcena confirmara la cita. El 31 de mayo, el canciller volvió a la capital estadounidense con la esperanza de concretar su diálogo con el exjefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y con el poderoso asesor especial de Trump, su yerno Jared Kuschner.
Sin embargo, los diplomáticos de carrera advierten que no hay diplomacia entre cavernícolas y que Donald John Trump solo usa a México para reelegirse, pues no pretende establecer una relación de respeto. No está en la naturaleza del imperialismo.
Luna de miel con el FMI
Lo que sí avanza es el entendimiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI), señalado por los graves impactos económicos y sociales que sus políticas han tenido sobre la población de países que reciben asistencia de esa institución financiera.
Las durísimas condiciones socioeconómicas que imponen sus paquetes de ajuste estructural a los países resultan en la pérdida de autoridad del Estado para regular su propia economía. Así, las políticas económicas nacionales pasan a ser competencia de esa institución manejada por los intereses del capital financiero internacional. De ahí que se le asocie con las más nefastas consecuencias del neoliberalismo.
Paradójicamente, ante el gobierno mexicano esa institución ha detentado posiciones diversas sobre la economía. En su informe Perspectivas Económicas Mundiales el organismo bajó la previsión de crecimiento del país, por estimar que habría “menor inversión privada”. Así, del 2.5 por ciento cayó al 2.1 por ciento para este año y para el próximo previó 2.2 por ciento de crecimiento. Sin embargo, en ese mismo informe, el FMI respaldó el combate al robo de combustible y aseguró que tendría “un efecto positivo en las finanzas públicas”.
Negocios y democracia
A EE. UU. le ha sido altamente redituable la combinación de democracia y negocios. Visión geopolítica que ha sido evidente en América Latina y en México, en particular. Un ejemplo es el mensaje al Congreso que el siete de diciembre de 1909 leyó el entonces presidente estadounidense, William H. Taft, en el que explicó: “Además de las doctrinas fundamentales de nuestra política panamericana, ha aumentado la comprensión de los intereses políticos, la comunidad de las instituciones y un floreciente comercio. Todos esos vínculos serán grandemente fortalecidos al paso del tiempo y los servicios en incremento, como el gran banco que pronto se establecerá en América Latina, que proporcionan los medios para edificar el colosal comercio intercontinental del futuro”, evocó recientemente el científico y político José Luis Orozco.
En ese contexto ambiguo, el 29 de mayo llegó a México la directora gerente del polémico organismo, Christine Lagarde, y se reunió con el Ejecutivo Federal. Además de expresar que era “muy bienvenida”, AMLO describió que el objetivo de la presencia de Lagarde obedecía a “que nuestro país le gusta mucho”.
Conversaron a lo largo de una hora sobre la aplicación de “nuevos enfoques” en la relación bilateral, en particular el rol de las remesas para la economía, la operación de la plataforma digital CDi, que ampliará la “bancarización” de millones de mexicanos. Según el comunicado de la Presidencia, Lagarde habría manifestado estar “realmente impresionada por los primeros pasos económicos del gobierno”, por la determinación de éste por elevar el crecimiento y reducir la desigualdad social en el país.
AMLO olvidó sus críticas demoledoras, expresadas hace tiempo contra Lagarde y el FMI. El 21 de abril de 2013, por ejemplo, reclamó al gobierno de Enrique Peña Nieto por seguir la política de ese organismo al privatizar la salud, la energía y la educación. “Me duele decirlo, le creo a la directora del FMI, porque ellos son los que mandan, ellos han impuesto la agenda y también, ponen el orden del día”. El 26 de junio de 2014, AMLO sostuvo asimismo que el FMI felicitó a EPN “porque está al servicio de los intereses económicos y financieros del extranjero”.
Pero la exministra de Hacienda francesa no solo vino en plan turista a México; también inauguró el Women’s Forum For The Economy & Society, foro privado destinado a fomentar la participación pública de las mujeres. Previamente, su presencia fue aprobada por la Comisión Permanente del Senado. Al enmarcar ese encuentro, el secretario de Hacienda, Carlos Urzúa Macías, afirmó: “México no le debe ni un quinto al FMI, pues financieramente las cosas van bien”.
El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, destacó que existe la intención de lograr la unidad de los países de América del Norte y Centroamérica para enfrentar el fenómeno migratorio, a fin de evitar la militarización de las fronteras y atender l
En el fondo, es obvio que nadie en el viejo partido de la Revolución Mexicana está pensando en constituirse en una verdadera opción mejor, distinta y enfrentada a Morena. Todos buscan congraciarse con ella.
La inconformidad se ha hecho presente, incluso entre los simpatizantes de Morena, el partido del presidente.
La operación carrusel, mediante la cual el monto millonario se fragmentó en cientos de depósitos de 50 mil pesos cada uno.
El Movimiento Antorchista exigió al gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador que se respete el derecho a la organización
Esa gente confió en Morena y en el gobierno morenista del país y de Puebla para remediar su situación, pero hoy solo recibe represión, persecución y cancelación de oportunidades.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.