El gobierno estadounidense arremete contra Venezuela y Colombia.
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La hegemonía que Estados Unidos (EE. UU.) tuvo en Occidente a partir de la Segunda Guerra Mundial se volvió universal luego de la disolución de la URSS; este dominio se está resquebrajando como consecuencia del desarrollo de China. Por otra parte, para proteger sus intereses del poderío de EE. UU., casi absoluto, China y Rusia unieron sus fuerzas. Esta estrategia defensiva es la raíz del conflicto actual.
El mundo sufre los efectos de este conflicto, una de cuyas batallas es la lucha por el control de los recursos naturales, especialmente energéticos. Para defenderlos, sus dueños buscan crear un nuevo orden mundial, compuesto por países con una economía sana, un sistema monetario confiable y un gasto público financiado, pues desconfían del viejo orden desde que EE. UU. y la Unión Europea (UE) congelaron los depósitos de Rusia, Irán, Venezuela y otros países, robando sus activos y violando las leyes de la propiedad privada. Muchos gobiernos se preguntan si no les van a hacer lo mismo cuando sus intereses nacionales se contradigan con los de EE. UU.
Contra este despropósito, Rusia y China han impulsado el desarrollo de los BRICS, una entidad geopolítica compuesta originalmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que está destinada a convertirse en el centro de un nuevo orden mundial más justo y equitativo, que dé estabilidad a la producción global, propósito de los países del tercer mundo. Hay unos treinta países que ya solicitaron su adhesión.
Para acabar con los BRICS, EE. UU. ataca al eslabón que es, aparentemente, más débil, Brasil. Ésta es la razón por la que se intenta eliminar a Lula y se defiende a rajatabla la actuación de Bolsonaro cuando intentó evitar que Lula regresara a la presidencia del Brasil. También por eso, el Presidente Trump castigó a Brasil con aranceles de 50 por ciento a sus exportaciones hacia EE. UU. ¿Por qué lo hace? Pues para romper los BRICS y luego derrotar uno por uno al resto de sus miembros y garantizar así la supremacía de EE. UU., hoy en peligro de ser superado.
Las tensiones entre EE. UU. y Brasil se incrementaron durante la XVII cumbre de los BRICS, que se celebró los días seis y siete de julio en Río de Janeiro. Allí, entre otros asuntos, las 11 mayores economías emergentes –Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Irán, Etiopía, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia y Arabia Saudí– y sus socios discutieron la necesidad de reformar el sistema financiero internacional, cuestionaron la hegemonía del dólar y criticaron la imposición de aranceles, al considerar que ésa es una práctica contraria a la normativa establecida por la Organización Mundial de Comercio.
En este contexto, Trump amenazó con imponer aranceles adicionales de 10 por ciento a los países que comercien con los miembros de los BRICS, que, según él, tienen una agenda antiestadounidense. “Los BRICS, en mi opinión, no son una amenaza seria, pero lo que están tratando de hacer es destruir el dólar para que otro país pueda hacerse cargo y ser el estándar. Y no vamos a perder el estándar en ningún momento”.
Caroline Leаvitt, portavoz de la Casa Blanca, indicó: “Él no percibe que esos países se estén fortaleciendo. Simplemente los percibe como países que intentan socavar los intereses de EE. UU., y eso no le parece bien, independientemente de lo fuerte o débil que pueda ser un país”.
En su discurso durante la 17ª cumbre de los BRICS, celebrada en Río de Janeiro, el presidente Putin hizo hincapié en que el modelo liberal de globalización está perdiendo viabilidad a medida que el centro de la actividad económica y política se desplaza de manera decisiva hacia el Sur Global. La cumbre de Río adoptó 126 compromisos en áreas críticas como la reforma de la gobernanza global, las finanzas internacionales, la salud, el clima y la inteligencia artificial. Se reafirmó el compromiso a transar en monedas nacionales. Poco después, el Presidente Trump amenazó con imponer un arancel de 10 por ciento a todas las importaciones de los países de los BRICS, por intentar destruir el dólar. Esta reacción brusca es un indicador de que Washington ve a los BRICS como una amenaza estratégica creciente a su actual hegemonía. Por eso, y para acabar con los BRICS, EE. UU. ataca el eslabón que considera más débil, Brasil. ¿Por qué? Para luego derrotar, uno a uno, a los demás miembros.
El Departamento del Tesoro de EE. UU. incluyó a Alexandre de Moraes, juez del Supremo Tribunal Federal de Brasil, en la lista de “nacionales especialmente designados”, lo que permite a las autoridades estadounidenses confiscarle las propiedades o congelar las cuentas que pueda poseer en EE. UU., al mismo tiempo que establece sanciones económicas y financieras para quienes hagan negocios con él. Scott Bessent, secretario del Tesoro, lo acusó de haber “utilizado su cargo para autorizar detenciones preventivas arbitrarias y suprimir la libertad de expresión”, así como de ser “responsable de una campaña represiva de censura, detenciones arbitrarias que violan los derechos humanos y procesamientos politizados, incluso contra el expresidente Jair Bolsonaro”.
Alexandre de Moraes indicó que bajo ninguna sanción o amenaza, el poder judicial brasileño cederá ante las presiones ejecutadas por la administración de Donald Trump y mucho menos para coaccionar a la corte a sobreseer un caso tan importante como el que se adelanta contra el exmandatario ultraderechista Jair Bolsonaro, por su vinculación al intento de golpe de Estado de 2023 y otros delitos graves.
El juez señaló que en este tipo de casos se intenta dar al traste con la soberanía de los países, algo que en Brasil, advirtió, no sucederá. “La soberanía nacional no puede, no debe y nunca será vilipendiada ni negociada ni extorsionada, pues es uno de los fundamentos de la República Federativa de Brasil. El modus operandi es el mismo: incentivar la imposición de impuestos a Brasil, incentivar la crisis económica, que genera la crisis social, que a su vez genera la crisis política, lo que conduce a una renovada inestabilidad social y a la posibilidad de un nuevo golpe de Estado”.
Por su parte, el presidente Lula destacó su disposición a dialogar, escuchar y tener en cuenta todos los intereses en juego y escribe: “Luego de estudiar detenidamente los argumentos esgrimidos por la Administración Trump para justificar la imposición de aranceles del 50 por ciento a los productos brasileños, recurrir a medidas unilaterales contra Estados individuales es prescribir el remedio equivocado”. Describió el aumento arancelario a Brasil como ilógico, ya que no existe un déficit comercial de EE. UU. con Brasil. Detalló que casi el 75 por ciento de las exportaciones estadounidenses a Brasil entran libres de aranceles, mientras que el arancel efectivo medio sobre los productos estadounidenses es de tan solo el 2.7 por ciento, por lo que, contrariamente a lo que afirma Trump, no se trata de una relación comercial muy injusta con EE. UU.
En cuanto a la condena del Tribunal Supremo Federal contra el expresidente de Brasil Jair Bolsonaro, Lula la describió como una decisión histórica que protege las instituciones y el Estado de derecho democrático del país. Al mismo tiempo, rechazó las afirmaciones que definen lo ocurrido como una cacería de brujas, argumentando que “la sentencia fue el resultado de procedimientos llevados a cabo de conformidad con la constitución brasileña de 1988. Siguió a meses de investigaciones que destaparon planes para asesinarme a mí, al vicepresidente y a un magistrado del Tribunal Supremo”.
Por lo antes visto, es inaceptable la injerencia de la administración estadounidense en el sistema judicial brasileño. Los pueblos del mundo se solidarizan con el gobierno de Brasil, cuyos fundamentos son la democracia, el respeto a los derechos humanos y la independencia del poder judicial. Cualquier intento de debilitar estos principios constituye una amenaza para el propio régimen democrático. “La justicia no es negociable”, sostiene Lula. Presidente Trump, respete al mundo, para que el mundo lo respete. Lo que usted intenta hacer a Brasil es imperialismo de la peor especie.
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Escrito por Rodolfo Bueno
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