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Brasil Acosta Peña
Independencia y multipolaridad
“¡Mexicanos al grito de guerra!, el acero aprestad y el bridón”, así inicia nuestro Himno Nacional, llamándonos a defender a la patria enérgicamente, empuñar la espada y sostener con gallardía las bridas del caballo para lanzarnos a la brega.


“¡Mexicanos al grito de guerra!, el acero aprestad y el bridón”, así inicia nuestro Himno Nacional, llamándonos a defender a la patria enérgicamente, empuñar la espada y sostener con gallardía las bridas del caballo para lanzarnos a la brega. Los tiempos actuales demandan la unidad de los mexicanos para defender mejor nuestra patria. Por ello me preocupó mucho ver que, en una escuela, muchos jóvenes no entonaron el Himno y enterarme, después de preguntarles al respecto, que no saben cuáles son los símbolos patrios, por lo que infiero que nada deben sentir por éstos.

Los símbolos patrios son tres: la bandera, el escudo y el Himno Nacional. ¿Por qué esos jóvenes no lo cantan hoy? Porque en sus escuelas no les han inculcado el sentimiento patriótico y la necesidad de unirnos para defender a México. No les han enseñado la versión corta –¡Mucho menos la completa!– del himno patrio; y tampoco les han insistido en que deben aprender a entonarlo.

Otra de las razones de esta grave falta de memoria se halla en la manipulación que el sistema capitalista ejerce sobre la mente de los jóvenes mediante las redes sociales para desarraigarlos de su país y alejarlos del sentimiento nacionalista; para que no defiendan su patria, sus principios y valores; y para que no encuentren ninguna resistencia frente a la armada del imperialismo capitalista. Esto es grave, muy grave, porque en caso de una invasión de esta índole, los jóvenes enajenados quizás la aplaudirían y no defenderían a sus familias ni a la patria.

Es por ello que debemos espabilarnos y reeducar a las juventudes en otra dinámica. Las fiestas patrias son un buen momento para reflexionar sobre este problema y analizar con los jóvenes las estrategias de la derecha imperialista contra nuestros compatriotas en Estados Unidos (EE. UU.) desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de ese país. Desde su primera llegada a la Casa Blanca advirtió que levantaría un muro fronterizo e invirtió millones de dólares para que nuestros paisanos no entraran fácilmente al territorio estadounidense.

Ahora que Trump gobierna EE. UU. por segunda vez, intenta criminalizar a los inmigrantes mexicanos y ha emprendido una campaña de persecución fascista contra ellos. Empezó con discriminaciones y ahora los incrimina por “malos” y los acusa de “dañar” a su país, cuando en realidad trabajan con esfuerzo y dejan muchas horas de su vida para enriquecer a sus patronos o al frente de pequeños negocios que pagan impuestos. Muchos deportados tienen hijos nacidos en EE. UU. que quizás no vuelvan a ver jamás porque el Estado no les dio oportunidad de reclamarlos y se hará cargo de ellos.

Además de las redadas y una persecución violenta –semejante a la practicada por el dictador nazi Adolfo Hitler contra los judíos y los rusos durante una década– Trump ordenó la edificación de una cárcel para migrantes de donde éstos no pueden escapar porque, aun si lo lograran, caerían en las fauces de los cocodrilos. Ésta es la manera en que el gobierno estadounidense trata a nuestros paisanos. Por eso, ahora muchos de ellos están de regreso en México para enfrentarse a otro tipo de problema: quienes tenían más de 30 años allá y ahora volvieron a sus municipios, barrios o rancherías, no encuentran parientes, amigos ni conocidos.

No debemos subestimar las amenazas del Estado gringo en torno a invadir nuestro territorio. Y no debemos soslayar esta posibilidad porque, justo cuando está naciendo un nuevo orden multipolar en el mundo, donde ninguna nación debe erigirse como dueña del planeta, los gobernantes estadounidenses se empeñan en demostrar que ellos deciden en América Latina, con lo que actualmente están instrumentando una nueva Doctrina Monroe, cuyo predicado esencial era “América debe ser para los americanos”; es decir, todo el continente para los estadounidenses.

Un botón de muestra sobre esta pretensión hoy en día consiste en la colocación de submarinos nucleares frente a las costas de Venezuela con el pretexto de que su gobierno actual distribuye drogas; versión que el presidente Nicolás Maduro desmintió al afirmar que en su país no se producen drogas, incluso con datos de la Administración de Control de Drogas (DEA en inglés). Lo que hay detrás de esa mentira y la amenaza de los submarinos nucleares, denunció Maduro, es el proyecto de apoderarse del petróleo de Venezuela. En la defensa de éste y su territorio, el progresista gobierno venezolano ha exhortado a las filas de su ejército a enfrentar al enemigo en caso de que la amenaza se concrete.

En Venezuela, los gringos se enfrentarán con otro Vietnam, sentenció un analista especializado. En Panamá y Costa Rica, los estadounidenses han enviado tropas, pese a la oposición de los respectivos pueblos; y en las costas de Venezuela están apostados más de cinco mil soldados, contra millones instalados en Venezuela… estas acciones nos demuestran que la situación no puede ser diferente en México y que debemos alistarnos para defender nuestra patria. Qué mejor que en septiembre, el mes patrio, salgamos a las calles a gritar ¡Viva México!, a entonar con energía y disposición nuestro Himno Nacional y a levantar con orgullo nuestras banderas en la lucha por la edificación de una patria más justa y mejor.

Unámonos para frenar al imperialismo yanqui y, junto a Rusia y China, construyamos un mundo multipolar y mejor para los trabajadores. 


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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