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Una institución fundamental fueron los acuerdos de Bretton Woods, firmados en 1944. En ellos se le confirió el poder al dólar estadounidense de fungir como dinero mundial, pero su valor estaba anclado al valor del oro. Esto significaba que, si era la voluntad de cualquier inversionista o país canjear las obligaciones del Estado (dólares) por oro, EE. UU. tenía la obligación de hacerlo según la paridad cambiaria fija. En los hechos, esto significaba que los países bajo la égida del dólar aceptaban la dominancia del mercado financiero estadounidense, superior en profundidad y liquidez. Desde un principio, el objetivo de estos acuerdos fue la internacionalización del capital estadounidense, el cual debía romper con el poco poder que aún tenía Europa, quien, por motivos estratégicos, mantenía controles al capital. La nueva situación permitió la expansión de las multinacionales estadounidenses por el mundo capitalista, así como de las bases militares, los planes de ayuda (como el Plan Marshall) y la “cooperación militar” que, a su vez, sirvieron de manguera para regar los dólares en el mercado mundial.
Sin embargo, las restricciones a la expansión de los capitales que representaban el anclaje al oro y los controles de capital que impusieron los países, rápidamente se convirtieron en una verdadera camisa de fuerza para EE. UU. Con la plena convertibilidad de las monedas europeas en 1958 –concretización final de los acuerdos de Bretton Woods– y la relajación de los controles para la entrada y salida de los capitales de sus fronteras, comenzó la expansión agresiva de los capitales financieros estadounidenses en la City de Londres, a partir de un mercado internacional completamente desregulado para el dólar (el mercado de eurodólares). Esto significaba que Europa había aceptado completamente la dominación económica de EE. UU. Por otro lado, el vínculo entre la Reserva Federal, el Departamento del Tesoro y Wall Street se había vuelto más fuerte a través del mercado de bonos, el más importante a nivel mundial debido a la creciente comercialización de los bonos del Tesoro por los inversores extranjeros.
La escasez de dólares que había caracterizado la década de 1950 se convirtió en un exceso de dólares en la economía mundial para la década de 1960. Esto se manifestó en una continua especulación con las monedas europeas y el dólar estadounidense, que en años específicos se agudizó (1961 y 1967). El creciente endeudamiento del gobierno estadounidense con pasivos que no estaban respaldados con oro generó preocupaciones en los gobiernos europeos y en Japón acerca de la capacidad de convertibilidad del dólar. En 1971, Francia, Alemania e Inglaterra intentaron canjear grandes cantidades de dólares por oro, estando en su derecho bajo los acuerdos de Bretton Woods, pero cuatro días después de su reclamación, el presidente Nixon cerró la ventanilla del oro, poniendo fin a la convertibilidad del dólar y a la posibilidad de un default estadounidense.
“Nuestra moneda, pero su problema”. Con esa arrogancia, John Connally, secretario del Tesoro de Nixon, respondió a los países europeos. Y tenía razón. El fin de la convertibilidad del dólar por oro –que desde finales de la década de 1950 sistemáticamente había dejado de cambiarlos– aumentó su poder y su uso en las transacciones internacionales, fundamentalmente como moneda de reserva para mantener el valor del resto de monedas europeas. Esto fue la antesala de la reorganización de la producción internacional, con una nueva división del trabajo debido a la caída de la tasa de ganancia. Desde entonces, lo que respalda al dólar reside en la creencia de la fortaleza económica de EE. UU., su crecimiento continuo y la posibilidad de pagar sus deudas, respaldo que se erosiona cada día más.
Hace siete años nos dejó el comandante Fidel Castro Ruz, ¿cuál fue el gesto del revolucionario cubano que me convenció aún más de que la lucha revolucionaria es justa y necesaria; y consolidarme como activista del Movimiento Antorchista? Te cuento.
Nos enfrentamos ahora a un “nuevo” estado de excepción. Ante el desplome inminente de un sistema, no tardaron en limpiar la “pizarra mágica” en la que antes escribieran “nazismo” para poner en su lugar “Moscú”.
¿Qué es el imperialismo y por qué nos referimos a él como encarnación de la barbarie? ¿Quiénes representan hoy en día las fuerzas de la reacción y la revolución? La respuesta a estas interrogantes será lo más breve y concreta posible.
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Los portavoces del sionismo e imperialismo justifican los crímenes de guerra diciendo que combaten el terrorismo. Sin embargo, según el propio Consejo de Seguridad de la ONU “casi 70% de las víctimas en Gaza son niños y mujeres”.
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El sistema de residencias médicas en México ha sido sinónimo de un camino demandante, con jornadas de 80 horas semanales, condiciones de vida desfavorables, e incluso maltratos de compañeros y superiores.
Para huir del desempleo y la pobreza, los niños y jóvenes mexicanos se ven obligados a migrar al norte de México o incluso hacia EE. UU., no importa el tipo de trabajo.
La cuestión europea está a punto de volver a ocupar el centro de la escena, ya que el periodo de suspensión de las normas presupuestarias restrictivas contenidas en el Pacto de Estabilidad finalizará en enero de 2024... Si no hay acuerdo, se restablecerán las antiguas normas. Veamos cuáles son.
El llamado se realizó en el marco de la conmemoración del Día Mundial de Al-Quds
El tránsito hacia una matemática filosófica exige iniciar una quinta revolución matemática; para ello, el estudio de la historia desde el hacer de un matemático es fundamental.
El saqueo (de parte del G7) ha dejado en la indigencia a las naciones de África y América Latina y, para colmo, el escarnio: nos ofrecen que sigamos dejándonos saquear para… prosperar. Verdaderamente kafkiano.
Si, como pregona López Obrador, hoy hay menos pobreza y ya derrotó al neoliberalismo, ¿cómo explicar, entonces, la emigración masiva de mexicanos en busca de mejor vida en otra parte, arriesgando incluso la vida para cruzar la frontera?
El abandono del marxismo por parte de los partidos de izquierda después de la desintegración de la Unión Soviética tiene hoy sus amargas consecuencias en América Latina.
A 3 años de la desaparición del Fonden, la 4T se muestra, otra vez, incapaz para prevenir ese tipo de “desgracias que no esperan”, pero que siempre se presentan.
Escrito por Gladis Eunice Mejía
Maestra en Economía por la UNAM.