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Euler Granda y Los Tzántzicos (II de II)
S.O.S Ecuador forma parte de su poemario "El rostro de los días" y es un desgarrador grito de auxilio de un pueblo vejado, expoliado y sangrante; una denuncia de las graves injusticias sufridas en el campo y la ciudad.
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Euler Granda Espinosa (1935-2018) formó parte de Los Tzántzicos, quienes fueron, en palabras de Juan Carlos González Granja, “un movimiento cultural iconoclasta que en el Ecuador de la década de los sesenta del siglo pasado se propuso hacer una revolución por medio de la palabra (…). En Ecuador, el movimiento tzántzico (1962-1969) se suma al proyecto latinoamericanista y antiimperialista de la Revolución Cubana. Éste aglutina a un grupo de jóvenes intelectuales comprometidos, de corte sartreano, que adopta el parricidio como práctica política y poética. Ante la modernidad capitalista que la dictadura de la Junta Militar (1963-1966) afianza en el país por esos años, estos revolucionarios iconoclastas se declaran salvajes. Por esto, se denominan los cinco tzántzicos (los reductores de cabezas) y llaman a la revista que publican Pucuna, que es el nombre de la cerbatana con la que el tzántzico lanza dardos envenenados. El tzantzismo se propone crear una cultura auténtica a través de la poesía, una cultura de raigambre popular y latinoamericana”*.

La obra de Granda es abundante y en ella destacan El rostro de los días (1959-1961); Voz desbordada (1963); Etcétera, etcétera (1965); El lado flaco (1968); El cuerpo y los sucesos (1970); La inutilmanía y otros nudos (1973); Un perro tocando la lira (1977); Daquilema rey y otros poemas del bla, bla, bla (1981); Bla, bla, bla y otros poemas (1985); Anotaciones del acabóse (1988); Relincha el sol (1996); Antología personal (2005); y Atajos de otra piel (2013).

S.O.S Ecuador forma parte de su poemario El rostro de los días y es un desgarrador grito de auxilio de un pueblo vejado, expoliado y sangrante; una denuncia de las graves injusticias sufridas en el campo y la ciudad, donde indios y mestizos padecen los efectos del moderno colonialismo, parias en su propia tierra, donde hasta el agua se ha convertido en mercancía inalcanzable. Y es algo más, es un llamado a luchar contra las aves de rapiña que se ciernen sobre los despojos a que han reducido a todo un pueblo: “Aquí, / pronto un fusil / para bajar los cuervos”.

 

Aquí Ecuador

lastimadura de la tierra,

hueso pelado

por el viento y por los perros.

Aquí sangre chupándose en la arena,

piedras cayéndonos.

Aquí

montañas con los vientres saqueados,

mar

con los peces ajenos.

Aquí

hambre,

indios pateados como bestias,

páramos bravos,

piel a la intemperie.

Aquí

Ni nuestro propio suelo

es nuestro;

nada nos pertenece,

nuestra agua propia

nos venden en botellas,

el pan cuesta un ojo de la cara

ya hasta para morirse

hay que pagar impuestos.

A lo largo del aire,

a medio sueño,

en el interrumpido bocado

del almuerzo,

para que nos caigamos,

están cavando huecos.

Aquí,

pronto un fusil

para bajar los cuervos.

 

En Las Guarichas, el poeta hace un puntual reconocimiento al imprescindible rol que han jugado siempre las mujeres del pueblo en los movimientos revolucionarios; pero no es la retórica “políticamente correcta” ni la vomitiva demagogia con que multitud de políticos reconocen hoy los aportes femeninos a la historia. En su poema, Granda suda, sangra y muere junto a la versión ecuatoriana de nuestras Adelitas: las guarichas, anónimas forjadoras de la patria, “mujeres valerosas que acompañaron a los ejércitos de independencia, junto a los soldados con un niño de pecho o a cargo de todos los enseres necesarios para la alimentación, enfermería y batalla”.

 

Con la boca seca

sudando hambre,

sudando sed,

arrastrándose.

Ellas iban detrás de los soldados,

cruzaban como sombras

cargándose, cargando;

solidarias con el polvo y las acémilas.

Acezando cruzaban los inviernos,

hipando,

enconchándose

cuando la muerte les tomaba lista,

ellas amamantaban los fusiles

para que estuvieran prontos

cuando llegara la hora,

casi seguro que mi tatarabuela estuvo,

porque el aire me duele cuando la recuerdo.

Escondiéndose, abasteciendo,

haciendo de tripas corazón,

haciendo de las piedras balas,

allí estaban ayudando

para dejarnos la Patria que tenemos,

por dejarnos la Patria que desperdiciamos.

La patria de ustedes.

Guarichas, francotiradoras, guerreras

lucharon por nosotros,

murieron por nosotros,

ellas y los pertrechos que llevaban,

ellas y los heridos,

ellas y los guaguas enfermos,

camina caminado

seguro hacia el olvido. 

 

* GONZÁLEZ GRANJA, Juan Carlos. Del entusiasmo al desencanto: ironía y modernidad en la obra de tres poetas tzántzicos. (2016). https://digitalrepository.unm.edu/span_etds/18


Escrito por Tania Zapata Ortega

COLUMNISTA


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