En cualquier rincón de Michoacán, sobre los anaqueles de tiendas naturistas, así como en los diferentes barrios, proliferan los llamados “productos milagro”, artículos que prometen aliviar desde dolores musculares hasta enfermedades crónicas y que se han convertido en una esperanza para quienes agotan las opciones convencionales o la falta de medicamentos en el sistema público de salud.

Desde 1985 se frenó la aparición de medicamentos innovadores o “productos milagro”, es decir, sustancias activas que prevengan, alivien o mejoren alguna enfermedad. El doctor Rodolfo Rodríguez Carranza, jefe del Laboratorio de Desarrollo de Medicamentos, del Departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó que, para una empresa farmacéutica, emprender el hallazgo de una molécula nueva, innovadora y benéfica puede tardar hasta 12 años y costar entre 500 y mil millones de dólares (mdd).

Los “productos milagro” se caracterizan por exaltar una o varias cualidades terapéuticas, preventivas, rehabilitadoras o curativas en su publicidad, que van desde cuestiones estéticas hasta la solución a problemas graves de salud. Se fabrican a base de plantas o sustancias de origen natural o sintético. Se presentan en pastillas, soluciones, geles, cremas, parches, jabones, ampolletas, etcétera. En algunos casos son productos promocionados con más de una “cualidad”, pueden ser vitaminas con “quemagrasa” o un suplemento alimenticio con algún remedio herbolario.

Fabricación clandestina y riesgos ocultos

La industrialización de estos productos se desarrolla frecuentemente en talleres clandestinos o en los hogares, lejos de cualquier tipo de regulación sanitaria. Como uno de los más comerciales tipos de cremas: el mariguanol o pomada de cannabis. Entre los beneficios más difundidos destaca la relajación muscular, regeneración de piel seca, alivio del dolor articular y muscular y reducción de inflamación en la zona afectada.

“Para hacer un bote de 750 mililitros (ml), se pone en baño maría un poco de marihuana triturada (para que sea más fácil la liberación de sus componentes), se mezcla y se cuida que no se queme, se le pone aceite de coco o vaselina, depende de cómo debe venderse. Las medidas deben ser iguales; por ejemplo, tres tazas de aceite o crema y tres tazas de marihuana en pedacitos. Cocemos la mezcla durante una hora sin que llegue a hervir. Dejamos enfriar y ya se tiene una crema de cannabis, se enfrasca, se etiqueta y se da a los proveedores que salen a la calle o se ofrece en lugares de productos naturistas o herbales”, explicó, en exclusiva para buzos, una persona que pidió conservar el anonimato; a estaactividad se dedica, desde hace tres años, cuando su abuelo vivía.

“Empecé a hacerlo para mi abuelo, el padecía mucho de dolor en sus rodillas, era tanto su dolor que en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) le recetaron parches de morfina, pero nunca había; entonces tocaba comprarlos por fuera: la caja de cuatro parches costaba hasta mil 720 pesos y no siempre podíamos juntar el dinero. Un día me acerqué a un vecino que fuma marihuana para pedirle que me vendiera un churrito para controlar un poco el dolor de mi abuelo; él fue quien me dijo cómo hacer la pomada; la hice y no sé si era placebo, pero funcionaba, vi que le funcionaba a mi abuelo y empecé a vender en el mercado; después comencé a ofrecerlo para que la gente lo vendiera en la calle; y es así como lo vendo. Mi abuelo falleció de Covid-19, pero seguí haciendo crema y vendiendo. Compro los frascos en un local de plásticos, hice el diseño de mi marca y mandé a hacer las etiquetas”.

Actualmente, la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios de Michoacán (Coepris) ha insistido en que la mercancía derivada del cannabis ya popularizada en cremas, mezcal y espray no tienen registro sanitario y puede dañar la piel, el cuerpo o algún órgano porque “se produce bajo condiciones sanitarias inadecuadas”. Por esta razón, su comercialización resulta ilegal; y solamente los que provienen del cáñamo son permitidos.

Ante esto, la médica general Constanza Báez explicó a buzos que con “este tipo de productos, al no contar con estudios clínicos que respalden su eficacia, los consumidores están expuestos a riesgos innecesarios, así como los mismos fabricantes, ya que podrían sufrir quemaduras o intoxicación al momento de la preparación de cremas; de igual manera, los consumidores muchas veces están expuestos a sustancias altamente corrosivas o compuestos químicos que pueden dañar la piel y los tejidos”.

Cuando la necesidad se traduce en una crisis de salud y el acceso a servicios médicos está limitado, esta “invención” puede tomar la forma de una peligrosa ilusión.

Ante el sufrimiento por los dolores crónicos en las articulaciones de las manos, rodillas y pies, y ante la imposibilidad de acceder a atención médica oportuna, Araceli Sánchez se vio tentada por la promesa de un alivio rápido y natural ofrecido por un “producto milagro”, sin saber que tres meses después desarrollaría el síndrome de Cushing por el consumo de estos productos.

“Me detectaron artritis reumatoide hace 47 años, la enfermedad se agravó al grado de que no podía ni vestirme por el dolor; mis huesos están deformes y padezco mucho dolor y recaídas; he tenido cerca de 10 o 12 cirugías para cortar hueso, cartílago y enderezar mis dedos de pies, rodillas y tobillos. En el IMSS, los medicamentos siempre escasean pero, con Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el medicamento escaseó más”, reveló Araceli a este semanario.

Su acercamiento a los “productos milagro” se produjo hace cinco años, cuando su hija fue a comprar inciensos y vio que en la tienda vendían Artri Ajo King; la dueña le recomendó el producto para articulaciones y ella decidió comprarlo. Le costó entre 150 y 180 pesos, lo compró porque tenía mucho dolor y el dinero no le alcanzaba para comprar sus pastillas, además, en el IMSS no había.

La caja del producto decía que ayudaría a reconstruir el cartílago, que iba a detener el avance y deterioro de sus articulaciones, que era un producto diseñado para personas con artritis y osteoartritis, y que su movilidad mejoraría.

La víctima tomaba dos pastillas tres veces al día, como la caja indicaba; y a los tres meses comenzó a sentirse mal, cansada, con dolor de espalda alta, dolor de cuerpo, se sentía incómoda; al acudir al doctor, éste le ordenó estudios, que revelaron que su cortisol estaba muy alto; le contó al médico todo lo que tomaba y resultó que esas pastillas contienen esteroides y cortisona. Comenzó a subir de peso: tenía la cara redonda; sus brazos y piernas estaban delgados; además se formaron piedras en sus riñones; todos éstos eran indicios del síndrome de Cushing, causado por esas pastillas.

“Por suerte lo detectaron a tiempo; pero pude haber tenido más complicaciones; por comprar algo barato, me salió caro; pero en el momento en que decidí comprar las pastillas, no tenía dinero para mi medicamento del Seguro, y sí, lo acepto, fue una irresponsabilidad creer que con poco dinero mi movilidad y calidad de vida volverían. Es importante conocer lo que tomamos y lo que compramos, y que las autoridades hagan algo para frenar estos productos que arriesgan a la población y que también busquen la manera de darnos nuestro medicamento en tiempo y forma; así uno evitaría buscar qué más tomarse y no caería tanta gente en estafas”, dijo a buzos Araceli Sánchez, quien asegura que actualmente no se automedica y consulta todo con su médico familiar.

Resolver el problema con simples comunicados

En noviembre de 2023, la Secretaría de Salud de Michoacán (SSM), a través de la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Coepris), exhortó a la población a no caer en ofertas publicitarias de “productos engaño” o “milagro”.

“Los productos engaño no han demostrado su seguridad, calidad o eficiencia y, al desconocer el contenido de sus ingredientes, representan un riesgo para quien los consume, además de que se desconoce sobre las plantas empleadas en su producción, dónde se fabrican y las condiciones de higiene y almacenamiento en su elaboración, como por ejemplo ‘Chupa panza’, ‘Me Vale Madre’, ‘Riñosán’, ‘Sin estrés’, entre otros”, así lo difundió la SS en su portal de Internet que, como medida de prevención contra estos artículos, publicó el comunicado en el que la Coepris invita a no consumir ni comprar cualquier producto que incumpla con la normativa vigente, desecharlos o destruirlos.

Hebert Flores Leal, titular de la Coepris, advirtió que, “en Morelia, específicamente en el centro, abundan las boticas y tiendas herbolarias donde se comercializan estos productos engañosos y que no tienen una cifra de las personas afectadas por tales mercancías”.

En febrero de 2024, mil piezas de “productos milagros” fueron retiradas de al menos 20 establecimientos naturistas en Michoacán; hasta la fecha, estos productos se venden en cualquier mercado.

Hasta el momento, las acciones del gobierno y de la Coepris sólo se han limitado a los comunicados que invitan a la población a no adquirir estas mercancías embaucadoras y al monitoreo de redes sociales para la detección de puntos de venta y ubicación de los productos. Mientras tanto, en los mercados y calles todavía se ofrecen diariamente tales artículos, que no presentan alertas sanitarias.

Las consecuencias del consumo de estos productos se deben, principalmente, a que las personas abandonan sus tratamientos médicos; esto arriesga su integridad y complica el control de enfermedades crónicas, pues llegan a enmascarar signos y síntomas de trastornos graves. Asimismo, provocan efectos secundarios que van desde leves hasta graves, como diarreas, arritmia, inflamación, infecciones e intoxicación.

En México existen leyes que regulan la venta y promoción de los medicamentos; sin embargo, en el estado de Michoacán esto pasa desapercibido. La Ley Federal de Protección al Consumidor, en su Artículo 35°, faculta a la Procuraduría General del Consumidor (Profeco) para ordenar al proveedor que suspenda la información o publicidad violatoria a las disposiciones de ley o, en su caso, ordena al medio la suspensión de un producto.

Los “productos milagro” se presentan como un satisfactor inmediato: se bajan kilos por hora, te pones una crema hoy y mañana bajaste dos tallas... ni la publicidad ni los empaques mencionan las contraindicaciones de su uso ni los riesgos por su consumo. Se anuncian a todas horas en televisión abierta, con artistas de la farándula e incluso deportistas.

En la publicidad no hay avisos de las autoridades sanitarias advirtiendo las contraindicaciones en su consumo; los empaques tampoco tienen ninguna advertencia de su uso ni los riesgos de uso.

La Ley General de Salud, en su Artículo 300°, faculta a la SS para autorizar la publicidad relacionada con el consumo de medicamentos: como principio, ésta no debe inducir a hábitos, prácticas o conductas nocivas para la salud física y mental de las personas. El Artículo 414° bis de la misma ley autoriza a incautar productos como cápsulas herbolarias, complementos alimenticios, dietas, perfumería, y que indebidamente fuesen publicitados como medicamentos. Si ya se encuentran en circulación, establece infracciones que van de 359 mil a 719 mil pesos.

Por su parte, la Ley de Radio y Televisión, en su Artículo 67°, establece que no se debe transmitir propaganda o anuncios de productos industriales o comerciales que engañen al público o le causen un perjuicio.

Aumento de “productos milagro” evidencia crisis en salud pública

El creciente consumo de productos engañosos en México y en Michoacán es un problema complejo de múltiples factores. Una de las causas señaladas se debe a la falta de inversión gubernamental en el sector salud.

Cuando la disponibilidad de medicamentos recetados disminuye, las personas buscan alternativas a menudo poco confiables y costosas. La escasez de médicos y especialistas también dificulta el acceso a diagnósticos precisos y tratamientos adecuados, lo que lleva también a la búsqueda de soluciones rápidas y fáciles, aunque sean falsas.

Otro de los factores que incrementan la compra-venta de estos artículos se origina en la desconfianza de los ciudadanos hacia los servicios de salud, lo que los lleva a buscar alternativas privadas o incluso fraudulentas.

Combatir este problema requiere una estrategia integral que incluya no sólo aumentar la inversión en salud, sino también mejorar la educación en salud, regular la publicidad de estos productos y fortalecer las acciones de vigilancia sanitaria.