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En un texto que publicó con el título Introducción general a la crítica de la economía política escrito en 1857, Carlos Marx abordó temas sobre los que después no abundó tan explícitamente. Uno de ellos fue la dialéctica entre la producción de mercancías y su consumo. La pregunta a responder es la siguiente: ¿la producción determina el consumo o el consumo determina a la producción? Casi siempre que se plantean problemas teóricos como este, el pensamiento tradicional tiende a ver la verdad en solo uno de los opuestos.
Una forma común de resolver el problema es pensar que la producción no hace sino satisfacer la necesidad del hombre, es decir que las mercancías existen porque el hombre necesita comer, vestir, etc. y que, por tanto, el consumo determina la producción porque la necesidad demanda mercancías.
Pero la cosa no es tan sencilla. Marx advierte que se debe considerar que la producción determina el consumo de varias maneras. La forma como se produce puede determinar el modo como se consume. Un sistema de producción en el que lo primordial es la creación de mercancías como medio para incrementar el capital de los dueños de los medios de producción, creará incluso bienes de consumo que no son estrictamente necesarios para el hombre. De esta manera, el dueño del capital provoca la necesidad de consumir bienes que no satisfacen necesidades básicas. De igual manera, una producción regida por la lógica de la mayor ganancia posible no repara en modificar las formas contaminantes que produce porque cumple su propósito. Por ello, la forma con la que se consume es también contaminante en exceso y el origen está, como vemos, en la lógica del sistema de producción.
Producción y consumo están unidos, se determinan mutuamente; pues las necesidades del hombre exigen la producción de los bienes requeridos para satisfacerlas.
En la relación producción-consumo del arte, ocurre algo muy parecido. El arte es una necesidad de expresión en el hombre porque con ella se realiza como creador; pero una vez realizado el arte, impacta sobre la sensibilidad de la gente en cuyas obras aprecia cosas que antes no demandaba. Esto es así porque la educación estética de un artista se desarrolla, en parte, por lo que quiere expresar de sí mismo, por lo que observa en su entorno social y por las nuevas propuestas que hace al espectador.
Este tema cobra relevancia cuando se habla del llamado “arte de masas”, expresión creada para satisfacer supuestamente las exigencias de la mayoría de los espectadores, obviando deliberadamente que las dolencias y pasiones populares no son estáticas y que están determinadas por la sociedad en la que viven. Aquí se hace notar la importancia de un arte orientado a las masas sin que sea enajenante, es decir, que al mismo tiempo sea una representación de las pasiones generales y una forma de incrementar la sensibilidad y la cultura de todos. Un arte que haga evolucionar el consumo artístico al que se ha acostumbrado el pueblo en nuestros días.
Escrito por Alan Luna
Maestro en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).