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Se decidió ya imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio que lleva a cabo Estados Unidos (EE. UU.) desde México. Donald Trump firmó el documento correspondiente y el pueblo trabajador de nuestro país debe saberlo y hacer conciencia de su gravedad. Apenas se nos había informado que, mediante algunos acuerdos, no divulgados completos ni en detalle, se había logrado que el gobierno norteamericano esperara un mes para seguir negociando antes de imponer impuestos a una serie de mercancías que México exporta, pero, de repente, antes del mes convenido, como rayo en cielo sereno, el pasado lunes 10 se firmó un decreto para imponerlos al acero y al aluminio y se previó que empezarían a aplicarse el día cuatro de marzo.
“Esto es importante, vamos a hacer a EE. UU. rico de nuevo”, dijo el presidente Donald Trump al momento de firmar. Importa poner atención a la esencia de sus palabras porque existen interpretaciones que insisten en atribuir lo que sucede a un carácter irreflexivo y explosivo del presidente norteamericano. Los fenómenos sociales suceden a través de personas, no podría ser de otra manera, pero colocarlo en el centro de los análisis es, simple y sencillamente, ocultar a los trabajadores la verdad cruda que consiste básicamente en que EE. UU., el país capitalista más avanzado y poderoso del planeta, ha entrado en una fase de decadencia que implica que no puede seguir produciendo como lo ha hecho hasta ahora, es decir, arrancando tiempo de trabajo no pagado a enormes masas de trabajadores de su propio país y del mundo entero.
No le es posible porque para seguir produciendo cada vez más mercancías y ganar la competencia a otros productores y destruirlos, EE. UU. ha debido aumentar intensamente la productividad, es decir, ha tenido que producir mucho más en menos tiempo y eso ha implicado una maquinización frenética que, como se sabe, elimina y expulsa a masas inmensas de obreros de las fábricas. Eso, en primer lugar y, dicho de manera que se comprenda, reduce enormemente la masa a la que se le roba tiempo de trabajo no pagado, reduce, pues, en última instancia, la tasa de ganancia. Además, como obligado complemento, disminuye drásticamente la capacidad de compra, la llamada demanda efectiva de las masas que ya sin empleo no tienen suficiente dinero para retirar los productos de los anaqueles. Todo este proceso que ha seguido el capital norteamericano (y todo el capital en el mundo), no es opcional, no es un error ni un tropezón, es la ruta obligada que ha tenido que recorrer el modo de producción capitalista que, cuando se desarrolla, se agudizan sus contradicciones internas y se llega a lo que estamos atestiguando.
¿Quién lo diría? El presidente del país más poderoso de la tierra diciendo: “Vamos a hacer a EE. UU. rico de nuevo”. EE. UU. no es precisamente pobre, pero el hecho de que su presidente se vea obligado a usar esa expresión ya revela que está muy necesitado de ganar respaldo y simpatía en su propio país para las duras medidas que, también ahí y en perjuicio de millones de trabajadores norteamericanos, está tomando. Sí, porque muchos de ellos, ante la partida de los capitales al extranjero, han perdido sus empleos, han dejado de ser explotados y han pasado a ser desocupados, las promesas de su presidente no deben confundirlos, pretende sacarlos de la desocupación y, si ya no a ellos, sí a sus hijos, regresarlos a la fábrica explotadora trituradora de seres humanos.
Las palabras de Donald Trump, sus preocupaciones, no obstante, tienen bases reales. Veamos. “El primer ministro ruso, Mijaíl Mishustin, en una reunión con el presidente ruso, Vladímir Putin, comunicó que el PIB ruso en 2024 alcanzó su máximo histórico de 200 billones de rublos (más de dos billones de dólares), tras el crecimiento de un 4.1 por ciento a pesar de las sanciones occidentales… De acuerdo con la estadística oficial del Fondo Monetario Internacional (FMI), el crecimiento del PIB de EU fue de un 2.8 por ciento, el de Francia de un 1.1 por ciento, el de Canadá de un 1.3 por ciento y el de Japón de 0.3 por ciento, mientras que en Alemania no hubo crecimiento alguno… ( y eso que) Contra Rusia se ha impuesto el mayor número de sanciones de la historia” (RT, siete de febrero de 2025).
Donald Trump pretende, pues, que los capitales que emigraron a México y a otros países a explotar una mano de obra más barata, regresen a obtener ganancias explotando a la masa trabajadora en EE. UU. “En México –añadió Donald Trump– están construyendo fábricas de automóviles por todas partes para fabricar coches y venderlos en EE. UU. Yo digo: De ninguna manera, no van a hacer eso’. Vamos a poner aranceles a esos coches... podemos hacer esos carros aquí”. Y por lo pronto –como ha quedado dicho– firmó el acuerdo para imponer aranceles al acero y al aluminio que se importan de México (y otros países), pero no nos confundamos, el objetivo final, como lo declaró abiertamente y sin rodeos, es establecer esas (y otras) fábricas allá, el objetivo es lograr la reindustrialización de EE. UU.
Donald Trump tiene un lenguaje poco diplomático, es prepotente y amenazador. Nada de qué sorprenderse, el Maestro de los proletarios del mundo, el genio de Tréveris, Carlos Marx, ya nos lo había advertido con claridad meridiana: “El capitalista no es más que el capital personificado, dotado de conciencia y voluntad”. Mucho daño le han hecho a la humanidad entera quienes, con plena conciencia o con plena ignorancia, han combatido a Marx y a su obra inmortal, expulsándola con la fuerza de la propaganda de las clases dominantes del conjunto de las grandes obras que ahora, precisamente ahora, explican lo que apenas está empezando a convulsionar al mundo. Mucho ganará quien decida invertir algo de su valioso tiempo estudiando y comprendiendo a Carlos Marx.
México exporta el 12 por ciento del acero que importan las empresas estadounidenses. La producción mundial de acero alcanzó mil 890 millones de toneladas en 2023 y más de la mitad fueron producidas por China, que es el primer fabricante mundial, mientras que EE. UU. sólo produjo 82 millones de toneladas, importó 26.4 millones de toneladas en 2023 y es el segundo importador mundial. EE. UU., para “ser grande” otra vez, necesita urgentemente obtener ingresos del aluminio y el acero que importan las empresas localizadas en su territorio, necesita dinero porque tiene una deuda externa gigantesca, su Estado ya no puede enfrentar los inmensos gastos que tiene y el dólar, moneda en la que están invertidas y escondidas en los paraísos fiscales las fortunas de todos los oligarcas del mundo, se tambalea y corre serio riesgo de ser sustituida en las transacciones internacionales. Las medidas anunciadas por Donald Trump podrán no resultar efectivas porque, como no sea la muerte, nada está plenamente garantizado con anticipación, pero están muy lejos de poder ser catalogadas como “un balazo en el pie” como lo han intentado hacer creer los personeros de la 4T que la dragonean de especialistas, como el secretario de Economía, Marcelo Ebrard (El Financiero, 12 de febrero).
Los productos elaborados en México (con capital mexicano o extranjero) que cruzan la frontera para venderse finalmente en EE. UU. estuvieron valorados en 2024 en 513 mil millones de dólares y significaron nada menos que el 83.1 por ciento de todas las exportaciones mexicanas. Debe insistirse para que quede bien claro: casi todas las exportaciones mexicanas van a EE. UU., somos un país muy dependiente. Lo que está pasando es muy serio y peligroso. Rechacemos los intentos del régimen de la 4T para adormecer al pueblo trabajador con interpretaciones analgésicas y, por tanto, falsas. ¿O qué? ¿También los buques y los aviones militares que rondan nuestro país son un “balazo en el pie”?
Las olimpiadas son un negocio colosal.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".