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Mary y Marta
Mary y Marta de Phillip Noycen (2013) es una cinta que narra la identificación vital de dos mujeres, una inglesa y una norteamericana; su identificación ocurre porque ambas perdieron a sus respectivos hijos en Mozambique a causa de la malaria.
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Para cuando salga la presente colaboración, habrán muerto más de nueve millones y se habrán contagiado más de 27 millones de personas en el mundo por la pandemia de Covid-19. En México ya habrán muerto más de 70 mil personas y se habrán contagiado más de 640 mil personas (datos del gobierno mexicano, que se han puesto en duda por diversos organismos internacionales, pues el gobierno ha ocultado las cifras reales). Esta introducción me ha parecido oportuna, pues la cinta que hoy reseño y sobre la que le comento, amable lector, aborda la más terrible enfermedad que hasta el día de hoy sufren los países africanos. La malaria mata en todo el planeta a más de 400 mil personas (95 por ciento del total de estas muertes ocurre en África), la mayoría son niños menores de cinco años. Si la malaria matase a las tasas anuales en todo el mundo como lo hace en África, entonces morirían en el planeta cerca de 2.3 millones de personas anualmente –muchas más que las que matará la pandemia que asuela al globo en estos momentos–; hasta el momento, el Covid-19 ha matado a menos de 25 mil personas en todo el continente. Por tanto la malaria matará en África en 2020 al menos 14 veces más personas que la pandemia del nuevo coronavirus.

Mary y Marta de Phillip Noycen (2013) es una cinta que narra la identificación vital de dos mujeres, una inglesa y una norteamericana; su identificación ocurre porque ambas perdieron a sus respectivos hijos en Mozambique a causa de la malaria. Mary (Hilary Swank) es norteamericana de clase alta, casada y con un hijo de 10 años, George, que sufre acoso escolar. Para resolver el problema, Mary se va a Sudáfrica una temporada con su hijo. Estando en aquel país decide hacer una excursión a Mozambique. Ahí George es picado por el mosquito transmisor de la malaria y al no conseguir atención oportuna, muere en el hospital; Mary regresa a su país, pero no le encuentra sentido a su vida y decide regresar a Mozambique. Ahí conoce a Marta (Brenda Blethyn), una sexagenaria inglesa de clase media. El hijo de Marta, un joven de 24 años, unos meses atrás había decidido ir a Mozambique para ser profesor pues en Inglaterra no encontraba su lugar para ser alguien “útil”. La oportunidad le llega a Ben cuando es aceptado como profesor en un orfanato de Mozambique. Allí encuentra la razón de existir y junto a una profesora mozambiqueña lleva una vida llena de satisfacción, hasta que la malaria lo mata.

De nuevo en Mozambique, Mary conoce a Marta; ambas establecen una profunda amistad, pues el dolor de haber perdido a sus hijos las identifica. Marta se queda en Mozambique en el orfanatorio en donde trabajaba Ben para dedicarse a la atención de los niños huérfanos. Mary regresa a Estados Unidos. Ahí consigue que su padre la ayude a convencer a los senadores gringos de que apoyen una iniciativa que consiste en brindar ayuda a los países africanos con recursos para combatir la malaria. En su comparecencia frente al comité senatorial, Marta le ayuda con una exposición llena de emoción en la que uno de los argumentos de mayor peso consiste en señalar que en Estados Unidos la “ciencia médica”, gasta mucho más dinero en combatir la calvicie que lo que se gasta en combatir la malaria en el mundo entero.

La cinta Mary y Marta tiene como algo positivo que ayuda a comprender la tragedia de los países africanos (y del tercer mundo en general) que padecen el mayor atraso económico, cultural, científico, etc., del planeta). Sin embargo, la película pretende lavar la cara a los imperialistas más feroces del mundo, los cuales, en la historia narrada, terminan por acceder a la petición de las dos mujeres. A mí, en lo particular, la cinta me hizo reflexionar sobre lo inhumano de las decisiones que las clases del dinero y del poder político toman sobre lo que debe hacerse con sus gobernados. En estos momentos, por ejemplo, las decisiones del Presidente de México y su “Cuarta Transformación”, están provocando una gigantesca tragedia al no haber hecho una defensa de la salud de los mexicanos. ¿Se pudieron evitar tantas muertes si se hubiesen acatado las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud de hacer pruebas, dar seguimiento a los contagiados y aislarlos? ¿Ha hecho caso este gobierno sobre las exigencias de los médicos y empleados de la salud de dotarlos de equipo que les dé verdadera protección para evitar contagios y muertes en el primer frente de batalla de la pandemia? Ahí están las cifras. A la tragedia de los pueblos africanos no se le da importancia pues sus habitantes no son blancos ni del “primer mundo”.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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