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Kamala Harris y el Partido Demócrata ante el espejo: los diez meses de masacre en Gaza
Estados Unidos vive semanas convulsas.
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La normalización de la masacre es tal, que la mención de Harris a las víctimas palestinas es presentada como avance, pero la candidata apoya el legado de Biden y no marca distancia de sus políticas hacia Israel.

Estados Unidos (EE. UU.) vive semanas convulsas. A menos de cien días de los comicios presidenciales, las cadenas de radio y televisión dedican ya emisiones especiales a la precampaña electoral, marcada por el atentado contra el candidato republicano Donald Trump, la renuncia de Biden, el nuevo papel de la vicepresidenta Kamala Harris o la visita de Netanyahu al Capitolio en Washington, donde fue acogido y ovacionado por buena parte del Congreso, en un acto que quedará tallado en la historia. En los circuitos políticos y mediáticos, estos asuntos lo copan todo.

La irrupción de Kamala Harris

La vicepresidenta de EE. UU., Kamala Harris, ha logrado recibir en tiempo récord donaciones económicas, apoyos y avales suficientes para ser la nueva líder demócrata ante las elecciones presidenciales. Es la primera candidata mujer racializada, algo con lo que su partido espera extraer votos de sectores feministas y antirracistas, posiciones en las que se sitúa la mayoría de la juventud demócrata.

Los jóvenes son un electorado clave en estas elecciones. Así lo muestran las encuestas de los últimos meses, que desvelan decepción entre la mayoría joven votante del Partido Demócrata –de 18 a 34 años– muy crítica con la gestión de la Administración Biden ante las masacres en Gaza y con la respuesta policial a las protestas estudiantiles en los campus universitarios estadounidenses.

A esos sectores se suma el Movimiento Nacional No Comprometido, surgido en el seno del Partido Demócrata en las primarias de este año, en las que dicha iniciativa obtuvo algo más de 700 mil votos en todo el país. Sus impulsores exigen que la candidatura demócrata defienda un alto el fuego permanente en Gaza y la suspensión de los envíos de armamento estadounidense a Israel. “La vicepresidenta Harris debe pasar página ante la política de Biden consistente en suministrar bombas estadounidenses a Israel. Ni una bomba más”, demandan.

El equipo de Kamala Harris, y ella misma, tienen por delante el reto de atraer a esos votantes. Para ello debe diferenciarse del presidente Joe Biden en algunas cuestiones, algo nada fácil, teniendo en cuenta que ha sido, y es, su número dos. Harris ha representado un papel importante en el equipo de Gobierno durante estos diez meses en los que EE. UU. ha seguido apoyando a Israel y facilitando la masacre en Gaza.

La Administración Biden ha vetado en tres ocasiones en la ONU un alto el fuego inmediato en Gaza, impidió el reconocimiento del Estado palestino en Naciones Unidas el pasado mes de abril, ha enviado armamento a Israel, ha proporcionado financiación, apoyo político y diplomático a Tel Aviv y ha cuestionado la jurisdicción de los tribunales internacionales de La Haya en el caso israelí.

Harris nunca ha criticado estas posiciones. De hecho, las ha apoyado, y ha descrito los vínculos y alianzas entre Washington y Tel Aviv como “férreas” e “inquebrantables”.

El sí de Kamala Harris a más ayuda militar a Israel

El pasado mes de abril, cuando el Congreso tuvo que votar sí o no al envío de un gran paquete de armamento y ayuda militar a Ucrania y a Israel –61 mil millones de dólares y 17 mil millones, respectivamente– sólo 37 congresistas demócratas y 21 republicanos se opusieron, por diferentes razones. En las semanas previas a esa votación, la vicepresidenta ayudó activamente a Biden a reunir los apoyos suficientes para que esa iniciativa saliera adelante, cuando ya había al menos 34 mil muertos palestinos y 80 mil heridos.

“Harris trabajó con Biden para presionar al Congreso para que aprobara esa ayuda suplementaria a Israel en abril”, destaca la publicación The Jewish News of North California.

Aaron David Miller, del Carnegie Endowment for International Peace, resumía recientemente la posición de Kamala Harris ante Israel como “a la izquierda de Biden”, pero “muy a la derecha de quienes sostienen que necesitamos imponer precio y consecuencias a Israel”. Zeeshan Aleem, editor de MSNBC News, escribió hace unos días que los comentarios de Harris sobre Gaza e Israel “podrían parecer más fuertes de lo que son porque Biden ha situado el listón muy bajo”.

La reacción al discurso de Netanyahu

La pasada semana, tras la extensa y repetida ovación de una buena parte del Congreso de EE. UU. a Netanyahu, mientras en Gaza el ejército israelí seguía matando a civiles, la vicepresidenta Harris publicó un comunicado en el que no mencionaba ni las masacres en la Franja ni las mentiras pronunciadas por el primer ministro israelí en el Congreso ni la defensa que éste hizo de los ataques israelíes ni la gravedad de esas ovaciones. Netanyahu llegó a decir que apenas hubo víctimas civiles en la última operación contra Rafah, y arremetió contra quienes protestaban en la calle.

El primer pronunciamiento de Harris tras el discurso, a través de ese comunicado, se centró en las manifestaciones desarrolladas en Washington contra el apoyo de EE. UU. al Gobierno de Israel, de las que la vicepresidenta destacó “actos despreciables por manifestantes antipatriotas y peligrosa retórica impulsora de odio”, “grafitis y retórica pro Hamás”. De ese modo tomó la parte por el todo, centrándose en hechos minoritarios y ofreciendo una imagen negativa de los mismos.

En dichas protestas participaron siete grandes sindicatos, movimientos estudiantiles, activistas defensores de los derechos humanos, artistas y agrupaciones judías. “Me siento extremadamente orgullosa de participar en esta acción”, dijo Simone Zimmerman, cofundadora de la organización judía If Not Now. “Si tan solo pudiéramos obtener una condena la mitad de feroz por la matanza masiva de más de 16 mil niños palestinos que por los malos grafitis…”, escribió el analista Omar Baddar, en referencia a las palabras de la vicepresidenta.

Tras su comunicado, Kamala Harris se reunió con Netanyahu en Washington y dio una rueda de prensa posterior, en la que señaló que “Israel tiene derecho a defenderse, y cómo lo hace es importante. Lo que ha pasado en Gaza a lo largo de los últimos nueve meses es devastador. No podemos mirar hacia otro lado, no podemos permitirnos ser insensibles al sufrimiento, y no permaneceré callada”.

El “giro” que no es tal

El equipo de comunicación de Harris, en sus conversaciones informales con periodistas, asegura que este tipo de declaraciones marcan una diferencia con Biden. Algunos cronistas obedientes así lo repiten en sus artículos, definiéndolo, incluso, como “giro” o “cambio”. La normalización de la masacre en Gaza es tal, que mencionar la muerte y el sufrimiento de la población palestina es presentado como un avance. Pero, con los hechos sobre la mesa, lo único que esto supone, de momento, es la introducción de una mínima humanidad frente a la crueldad de posicionamientos habituales que han invisibilizado y naturalizado las matanzas.

“Está bien que reconozca el sufrimiento palestino”, ha dicho el periodista y presentador Mehdi Hassan, “pero ella necesita comprometerse activamente para detener el papel de EE. UU. en ese sufrimiento”.

“Este tipo de declaraciones no suponen ningún cambio, es lo que el Gobierno de Biden ha estado diciendo todo el tiempo. Es necesario un cambio de política”, señala la académica estadounidense Assal Rad. “Las palabras de Harris no significan nada y son hipócritas si no usa su poder para actuar y tomar medidas”, denuncia la organización judía estadounidense If Not Now, que pide un embargo de armas a Israel.

“¿Alguien puede mostrarme exactamente dónde está aquí el gran cambio? El presidente ha dicho un montón de cosas similares. ¿Qué hará la vicepresidenta Harris para dejar claro a los votantes que sus palabras son diferentes?”, se pregunta Tariq Habash, el primer funcionario estadounidense que renunció a su puesto en la Administración Biden como protesta por sus políticas ante Gaza.

Desde la organización Voces Judías por la Paz de EE. UU., señalan que “la base de votantes demócratas, incluido un número cada vez mayor de judíos estadounidenses, no quiere suministrar bombas a Israel que acaban con la vida palestina en Gaza. Es el momento de que el Partido Demócrata finalmente escuche a su base. Alto al fuego y embargo de armas ya”.

La posición de Harris para que la ONU no interfiera ante Israel

El historial político de Kamala Harris la muestra como habitual defensora de las políticas de Israel. En 2017, ante una resolución en la ONU contra la ocupación ilegal israelí, que salió adelante gracias a una excepcional abstención de EE. UU., Harris hizo campaña contra la misma.

Como respuesta, la ahora vicepresidenta copatrocinó desde el Senado una iniciativa contra la intervención de Naciones Unidas en las cuestiones israelíes, que insta a los gobiernos de EE. UU. a “vetar todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que reconozcan acciones palestinas unilaterales, incluida la declaración de un Estado palestino, o dictar términos y cronograma para una solución al conflicto”.

Como senadora, Kamala Harris habló dos años seguidos en conferencias del lobby proisraelí AIPAC, donde defendió la estrecha alianza de Washington con Israel y criticó acciones de Naciones Unidas para obligar a cumplir el derecho internacional porque “deslegitiman a Israel”. Además, se mostró defensora de los Acuerdos de Abraham impulsados por Trump –y continuados por Biden–, que dejan fuera de la ecuación la cuestión palestina.

En 2017 apoyó el envío de 38 mil millones de dólares en ayuda militar a Israel para diez años; y en mayo de 2020 firmó una carta del Senado alentando a la Administración Trump a oponerse a cualquier investigación de la Corte Penal Internacional sobre posibles crímenes de guerra cometidos por Israel. La carta cuestionaba si los territorios ocupados por Israel eran realmente territorios ocupados, llamándolos territorios “en disputa”. Ya como vicepresidenta, insistió en esa postura que niega jurisdicción al tribunal de La Haya.

La diferencia entre palabras y hechos

Al igual que todos los gobiernos de EE. UU., desde los Acuerdos de Oslo de 1993 hasta hoy, Harris dice defender la solución “de los dos Estados”, pero no critica la ocupación ilegal israelí, que deja sin territorio al Estado palestino. La vicepresidenta no ha defendido nunca la suspensión de la ayuda militar estadounidense a Tel Aviv –crucial para la perpetuación de esa ocupación–, no ha condenado la existencia del sistema de Apartheid contra la población palestina ni ha señalado las violaciones del derecho internacional ejercidas por Israel.

De hecho, ha apoyado siempre la entrega de tres mil 600 millones de dólares al año en ayuda militar a Israel –la mayor ayuda militar fija anual de EE. UU. a un país–, así como los paquetes adicionales de armamento y material militar que su país envía a Tel Aviv.

Su asesor en temas internacionales, Phil Gordon –de quien se da por hecho que integrará el equipo de Harris si llega a la presidencia– se refirió este domingo a los Altos del Golán sirios como territorio situado en Israel, a pesar de que es un área ocupada ilegalmente desde 1967 y anexionada unilateralmente en 1981.

El apoyo al legado de Biden

En el Partido Demócrata confían en la movilización que puede generar entre sus votantes un candidato como Trump, pero son conscientes de que necesitan todos los apoyos posibles. Tras el verano, los universitarios estadounidenses reanudarán sus estudios, y si la masacre en Gaza continúa, la Administración Biden –y la candidatura de Kamala Harris– se arriesgarán a más protestas estudiantiles en plena campaña electoral. Este mismo miércoles, el Movimiento No Comprometido ha organizado otro acto de protesta, bajo el título “Díselo a Kamala Harris: Ni una bomba más”.

La semana pasada, la vicepresidenta Harris dijo que “el legado de logros del presidente Biden no tiene comparación en la historia moderna de EE. UU., que ha sobrepasado el de muchos presidentes con dos mandatos. Estamos profundamente agradecidos por su liderazgo y servicio”.

En los circuitos del poder político estadounidense, las matanzas en la Franja de Gaza han sido asumidas durante meses como necesarias e inevitables. La filósofa Hannah Arendt empleó la expresión “distanciamiento moral” para referirse a la normalización de crímenes masivos. A fuerza de presentar algo como lógico e inocuo, se difumina la gravedad y la criminalidad de los hechos. Se normaliza. Sólo desde ese distanciamiento moral se puede celebrar el legado de un presidente que ha facilitado la masacre de decenas de miles de personas y el desplazamiento forzado de dos millones a través de respaldo financiero, político, diplomático y armamentístico de Israel.

El enfoque político y mediático del establishment de EE. UU. intenta dejar la cuestión palestina fuera del debate público diario, centrándose en temas de política nacional y en el sufrimiento de los rehenes israelíes y sus familiares. Pero la masacre en Gaza se ha colado en la realidad política estadounidense, a pesar de los esfuerzos por mantenerla al margen. Es el elefante en la habitación, del que se intenta hablar poco pero que condiciona una parte importante de la precampaña electoral. 


Escrito por Olga Rodríguez

rebelion.org


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