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El capitalismo se reinventa en Davos
El tercer eje busca crear nuevos incentivos para estimular al sector productivo y vincularlo de forma más amable con los consumidores 〔...〕Pero no habla de fortalecer los derechos de los consumidores y castigar fraudes de forma más contundente.
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Darle un nuevo rostro al sistema capitalista tras el impacto del SARS-COV2 es el objetivo del Gran Reinicio, como se tituló la 51ª edición del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. El artífice de esa reunión, Klaus Schwab, pidió reflexionar y reiniciar el mundo para “forjar un futuro más equilibrado y más prósperoˮ, pero en el contexto del “ultracapitalismoˮ globalizado; y el gran banquete imperialista solo ofrece migajas a las mayorías, más desigualdad, incertidumbre económica, riesgos de hambrunas y creciente desempleo debido a la pandemia de Covid-19.

Con la nueva doctrina económico-social del Gran Reinicio, las élites políticas, financieras y económicas globales definieron la nueva realidad postpandemia. Reunidos en el Foro Económico Mundial de Davos (FEM), los operadores del capitalismo intentan imponer las lecciones que han aprendido del efecto Covid-19 para reformar la economía sobre los siete mil 730 millones de habitantes del planeta.

Los miembros del FEM, beneficiarios del sistema imperante, no se pronunciaron por la renta básica para millones de desempleados generados por la pandemia, por el sistema de salud universal gratuito o por la abolición de las deudas ilegítimas pactadas por gobiernos neoliberales en perjuicio de su población.

Lo que sí hicieron las poderosas élites fue respaldar la propuesta de disimular las abismales distancias económico-sociales que ocasiona el capitalismo corporativo. Así pretenden imponer un renovado concepto del capitalismo trasnacional al que nadie resista y, con su visión, proponen construir una economía mundial “humanista” con la que pueden ganar la confianza de las mayorías y remontar las pérdidas de 2020.

La visión reformista del FEM se centra en restaurar la confianza, que pasa por involucrar a las partes interesadas en los negocios: gobiernos, iniciativa privada y sociedad para construir una era postcoronavirus más pacífica y próspera. Los ideólogos del Foro asumen que solo se logrará ese avance a través de cuatro ejes:

En el primero, lograr un cambio de actitud hacia los problemas económico-sociales, se reconoce que ponderar la ganancia de unos cuantos sobre el bienestar de las mayorías fue una premisa “equivocada y urge una transformación drástica”.

 

Silencio capitalista a vacunas caras

Hace tiempo que el pensamiento alternativo propuso cambios cualitativos y cuantitativos al depredador capitalismo corporativo. Y pese a todas las reformas y medidas paliativas que el sistema se ha dado en el curso del tiempo para parecer menos dañino, analistas y observadores distinguen, sin duda alguna, los rasgos característicos de la mentira.

Por ello, el pensador polaco-británico Zygmunt Bauman advirtió que todas las medidas emprendidas en nombre del “rescate de la economíaˮ se convirtieron, “como tocadas por una varita mágica, en medidas para enriquecer a los ricos y empobrecer a los hombresˮ.

En 12 meses, el mundo atestiguó la cruda paradoja del capitalismo feroz: un puñado de corporaciones farmacéuticas desplegaron un enorme esfuerzo técnico-científico para desarrollar vacunas contra la Covid-19 y, a la par, los gobiernos se vieron imposibilitados para adquirirlas sin costo. Así, millones de habitantes del planeta quedamos como rehenes de la mercantilización de la salud.

Para el politólogo Vicenç Navarro, el neoliberalismo obstaculizó la contención de la pandemia al permitir una de las mayores crisis sociales y económicas que el mundo haya vivido jamás, cuando solo en EE. UU. la cifra de muertes por esa causa superó la de los decesos causados por la Segunda Guerra Mundial.

El Foro Económico Mundial de Davos no fue capaz de explicar por qué las “democráticas” instituciones de la UE defienden los derechos de patentes de las corporaciones farmacéuticas que desarrollan la vacuna anti-Covid-19, cuando en la Segunda Guerra Mundial, toda la producción industrial se orientó a fabricar el material de guerra necesario.

“¿Por qué no se hace ahora lo mismo cuando indicador tras indicador (desde los de mortalidad de la población hasta los del empleo) muestran el gran dolor y sufrimiento que causa esa pandemia?ˮ, cuestiona Navarro.

El cansancio, la frustración y el enfado alcanzan a todos los países, preocupan a los grandes centros de análisis del sistema económico-financiero y a las élites político-mediáticas que les son afines.

En su crítica a la ineficaz respuesta a la pandemia desde el sistema ideológico-económico vigente, el filósofo esloveno Slavoj Zizek, habla de un “corona-capitalismoˮ donde el modelo anterior no pudo ni quiso contener la crisis y solo profundizó las divisiones de clase y con ello nuevas formas de lucha de clase”.

Esta alteración de la economía global forzó a las autoridades a emprender acciones “que casi apuntan al comunismo —ironizó Zizek— como analizar una forma de renta básica universal, servicios de salud universales. Y a la par las corporaciones amasan más riqueza y son rescatadas por los Estados”.

De ahí su rechazo a que hoy se exija un retorno a la normalidad que implica una “exclusión psicótica de lo real del virusˮ, actuando como si las infecciones no se produjeran. Por ello, el pensador sostiene que se necesita un nuevo orden económico que evite el dilema que elija entre salvar vidas o reanimar la economía.

Vienen grandes retos en la post-pandemia, anticipó la filósofa Adela Cortina, autora del concepto de aporofobia (fobia al pobre) y considera que ésta es la oportunidad para impulsar una nueva gobernanza global, donde no dominen los intereses de unos pocos países y corporaciones.

 

El segundo asume que es urgente crear nuevos parámetros que brinden mayor información a gobiernos, empresas y ciudadanos para avanzar a un modo de vida más centrado en las personas y el planeta. Por ello consideran el Producto Interno Bruto (PIB) como una medida insuficiente y optan por los índices de desarrollo humano y progreso.

El tercer eje busca crear nuevos incentivos para estimular al sector productivo y vincularlo de forma más amable con los consumidores. Ahí es indispensable la relación entre lo que se paga y la calidad que se obtiene a cambio en bienes y servicios. Pero no habla de fortalecer los derechos de los consumidores y castigar fraudes de forma más contundente.

 

 

Y el cuarto apunta a crear entre gobiernos y ciudadanos una “conexión genuina” para evitar la creciente distancia entre ambos actores, que acarrea efectos negativos. Tampoco se explica cómo lograr ese acercamiento en la fallida democracia electoral.

 

Influir en la agenda global

Por 50 años, el Foro Económico Mundial, que cíclicamente se reúne en la aldea suiza alpina de Davos, ha sido plataforma de empresas multisectoriales, gobiernos, medios, académicos, organizaciones internacionales y de la sociedad civil para abordar los problemas más urgentes en la economía y sus posibles soluciones.

En 1971, el profesor de la Universidad de Ginebra Klaus M. Schwab convocó a 444 ejecutivos de grandes compañías para dialogar en el marco de una reunión sobre gestión empresarial. Ese encuentro dio lugar a un diálogo internacional de ejecutivos que se extendió hasta invitar a gobernantes para presentarles proyectos idóneos, como el que luego sería el Tratado de Libre Comercio de América Latina.

La reunión virtual denominada El Gran Reinicio tuvo lugar del 25 al 29 de enero, contó con mil 507 asistentes y en ella se debatió en torno a los retos de la era Covid-19. El encuentro presencial se realizará en Singapur, en el mes de mayo.

 

El giro a la dinámica reformista que las élites financieras propusieron en el FEM provino de los mensajes que dieron los jefes de gobierno de China, Rusia y Sudáfrica. Hablaron como representantes de una naciente multipolaridad y como economías emergentes con impactantes logros capaces de forjar una alternativa al modelo excluyente en vigor.

 

China triunfante

En el Foro de Davos, el país asiático se presentó como el gran sobreviviente económico de la pandemia. Es el único país que cerró 2020 con 2.5 por ciento de crecimiento y tras prácticamente haber cerrado el paso al Covid-19.

El presidente de China, Xi Jinping, además de posicionar a su país como la economía mundial indispensable, exhortó a terminar con la “mentalidad de la arrogancia”. Propuso reformar a la Organización Mundial de Comercio y al sistema financiero internacional pues, previó, están condenados al fracaso quienes buscan el beneficio propio a expensas de los vecinos.

 

 

Al explicar su visión sobre el multilateralismo, Jinping respondió a Joseph Biden que en su campaña por la presidencia de Estados Unidos (EE. UU.) pidió a las “democracias occidentales” enfrentar al país asiático. “El multilateralismo no debe ser pretexto para actos de unilateralismo” y alertó contra la nueva Guerra Fría en curso que se vale de la intimidación para dividir al mundo.

El dirigente pidió abogar por una competencia justa, como una “carrera justa” por la excelencia y no bajar de nivel a una “lucha cuerpo a cuerpo”. Solo con mayor cooperación y evitando prejuicios ideológicos se enfrentarán retos futuros como la recesión y nuevas pandemias, que no se solucionarán con la confrontación, las sanciones y la interrupción de suministros.

Divorcio del primer y el tercer mundo

En el Foro de Davos impactó el mensaje del presidente sudafricano Cyril Ramaphosa sobre la desigualdad. El mandatario, quien también se desempeña como presidente de la Unión Africana, concentró la preocupación del tercer mundo por el aumento en la pobreza y la falta de seguridad sanitaria.

Destacó que los desafíos que enfrenta el mundo no fueron creados por el virus, sino por el inequitativo sistema existente y que se espera un aumento en la desigualdad y la pobreza mayor al de las pasadas décadas. Condenó el acaparamiento de vacunas que, en su opinión, realizan las naciones más poderosas del planeta en perjuicio de los países pobres, con lo que anticipó un escenario de guerra.

Con él coincidió el eurodiputado de Bélgica y líder de la izquierda en el Parlamento Europeo, Marc Botenga, quien denunció dos días después: “Hemos pagado cuatro veces el valor de la vacuna. Las patentes deben retirarse, estamos en medio de una pandemiaˮ.

 

Alerta de Rusia

El dirigente del Kremlin llegó a ese cónclave con un logro geopolítico tras extender cinco años el último acuerdo nuclear (START) con EE. UU. que vencía días después. En su intervención virtual, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, reiteró la necesidad de construir mecanismos de diálogo que limiten la toma de decisiones unilaterales.

Advirtió que las tensiones globales por la pandemia pueden escalar en un “conflicto de todos contra todos” y comparó la situación actual con lo ocurrido en los años 30 del siglo pasado, cuando la falta de solución condujo a la Segunda Guerra Mundial.

 

Hipercapitalismo tecnológico, proteínas y energía

El Manifiesto del Foro, con su característico sesgo clasista, emitió, como único objetivo, construir un mundo más sostenible e inclusivo. Entre las iniciativas para lograrlo propuso: Recurrir a proveedores de alimentos locales, introducir fuentes alternativas de proteínas que reduzcan el consumo de carne, suministrar electricidad totalmente renovable y reducir o eliminar el uso de materiales no reciclables, así como promover el consumo masivo de vehículos eléctricos.

Otra cuestión cruzó el FEM de forma transversal: el acceso a las tecnologías en el período de crisis sanitaria y la dificultad de someter a las normas estatales a las corporaciones que las desarrollan.

En Davos se reconoció que la tecnología digital ha sido vital en los periodos de confinamiento por la pandemia, pues mantuvo la noción de comunidad, pero también evidenció que millones de personas no acceden a Internet y que no solo no se comunican, sino que están al margen de la información básica sobre su seguridad sanitaria.

De ahí que no fueron las élites, sino un puñado de jefes de Estado y de gobierno quienes propusieron regular las acciones de esos monopolios tecnológicos.

 

En su discurso, a unos días del asalto al Capitolio por partidarios de Donald J. Trump, el líder ruso denunció que países aparentemente democráticos no lo son realmente, y alertó que la radicalización de las sociedades traerá revoluciones. Crítico, Putin reclamó a la Unión Europea (UE) de mantener con Rusia una relación “no normal”, cuando debían tener proyectos de interés mutuo.

También rechazó el papel decisivo que desempeñan las grandes corporaciones tecnológicas, en particular las digitales, y su competencia de facto con gobiernos y el propio Estado. Con la frase “las multinacionales tienen el poder de decisión” cuestionó los límites entre un negocio global exitoso y el intento de liderar unilateralmente a la sociedad por esos entes que pretenden reemplazar instituciones democráticas y restringir el derecho personal de decidir cómo vivir o expresarse libremente.

Desde ese cónclave de los poderosos, Vladimir Putin llamó a la cooperación mundial en esta pandemia para que la vacuna anti-Covid-19 sea accesible a los países pobres e invitó a los gobiernos a esforzarse y garantizar niveles de vida “decentes” para sus ciudadanos.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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