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Internacional
EE. UU. arremete contra los BRICS: grava a India y Brasil
Usar los gravámenes como arma política tendrá un efecto boomerang, pues esos gigantes geoestratégicos pueden subsistir sin el mercado estadounidense.


Contener al orden multipolar de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) ahora es el quid de los aranceles de Donald Trump sobre India y Brasil. Usar los gravámenes como arma política tendrá un efecto boomerang, pues esos gigantes geoestratégicos pueden subsistir sin el mercado estadounidense.

La única certeza que se tiene del presidente Donald Trump, consiste en que arroja su venganza contra quien se le enfrenta. Y para él, los BRICS y el nuevo orden multipolar que viene del Sur global desafían la menguante hegemonía de Estados Unidos (EE. UU.)

Por ello se afana en su idea de separar –con fuertes impuestos– a dos actores fundamentales del bloque multipolar. Pero olvida que India y Brasil suman mil 612 millones de habitantes y, por tanto, representan un colosal y atractivo mercado superior a los 340 millones de consumidores para EE. UU.

Cegado, Trump anunció aranceles adicionales contra India y Brasil el siete de julio, cuando los BRICS celebraban su XVII Cumbre en Río de Janeiro. Además, el estadounidense amenazó a países seguidores de las “políticas antiamericanas” entre esas economías emergentes.

Desde la que fue la capital del imperio portugués en Brasil llegó la reacción. Tanto los cinco países fundadores, como los socios (Indonesia, Irán, Emiratos Árabes, Etiopía y Egipto) con el bloque ampliado (Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Kazajastán, Malasia, Etiopía, Uzbekistán, Nigeria, Tailandia y Uganda) alertaron que la medida amenaza al comercio global.

Todo indica que en la Casa Blanca pesa cada vez más el hecho de que el conjunto de los BRICS representa 39 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) global, 72 por ciento de las reservas mundiales de tierras raras y 78 por ciento de la producción mundial de carbón.

Además, el grupo BRICS reúne al 54.6 por ciento de la población global, 43 por ciento de la producción mundial de petróleo, 36 por ciento de la producción total de gas y 33 por ciento de las tierras agrícolas del planeta.

Por tanto, si el grupo mantiene su visión estratégica de cooperación horizontal, penalizar a sus miembros con gravámenes no tendrá mayor impacto. Además, 10 países BRICS ya están dentro del poderoso G-20 de las economías más desarrolladas.

Sin aceptar que conviene a su país negociar con los BRICS bajo la visión ganar-ganar, Trump insiste en su estrategia de presión psicológica y penalizaciones mediante altísimas tasas contra sus socios para después negociar, refiere Bloomberg.

Sin embargo, esa nueva política tarifaria implicará el aumento de costos sobre empresas y consumidores; tampoco saneará la economía, pues actúa cuando los estadounidenses apenas se recuperan de la más alta inflación en cuatro décadas, que alcanzó 9.1 por ciento en 2022.

Por tanto, se prevé que las medidas del magnate no se traducirán en bienestar para los estadounidenses. Además, se eleva la percepción de que su política exterior está resultando disfuncional; pues si el eje de su guerra de gravámenes va contra el orden multipolar de los BRICS, no se explica su pacto con China en mayo, que redujo aranceles de 145 a 35 por ciento.

 Y así, al segundo trimestre de 2025, la economía china esquivó el castigo imperial y creció 5.2 por ciento por encima de las expectativas, porque aceleró sus exportaciones por el temor a los gravámenes e impulsó el PIB.

Con Rusia, otro miembro fundamental de los BRICS, Trump y su antecesor Joseph Biden, se propusieron socavar su reposicionamiento político mundial. Por ello impusieron múltiples sanciones multisectoriales desde 2022, tras el conflicto en Ucrania.

Sin embargo, este 15 de agosto, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, se reunía con Trump en Alaska para dialogar sobre el fin del conflicto en la exrepública soviética bajo el principio de paz por territorio.

Ahora surge una pregunta: Si China y Rusia lideran la visión anti-hegemónica del nuevo orden y todo indica que ambos representan el centro de su guerra de gravámenes, ¿por qué Trump les redujo tasas y se perfiló contra India y Brasil, otros dos gigantes de los BRICS? Para muchos, el magnate sigue la estrategia de “dividir y vencer”.

India ya no es útil

La geopolítica asiática de EE. UU. siempre se ha dirigido hacia India. Su ubicación en el Índico, estabilidad y neutralidad política, con su enorme población de mil 400 millones de habitantes, la vuelven atractiva al capitalismo corporativo, que por décadas tejió una alianza militar y económica.

Todo cambió el seis de agosto, cuando Donald Trump anunció un gravamen adicional de 25 por ciento a importaciones indias y alegó que la compra de petróleo ruso de Nueva Delhi financia la “invasión” rusa sobre Ucrania. Por tanto, impuso 50 por ciento de gravámenes a productos indios, de los más altos para socios de EE. UU.

La orden ejecutiva del magnate-presidente reveló que ya no considera a ese país como contrapeso para el desafío geopolítico representado por China. Así es como decidió tirar por la borda la creciente alianza defensiva entre ambos.

Por más de 20 años, Washington tejió esa estrategia en seguridad y defensa, logrando atraer a India al Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad) con Australia, Japón y EE. UU. en Asia-Pacífico.

Y en 2021, cuando aumentaban las tensiones geopolíticas en Asia-Pacífico, estrategas estadounidenses denominaron la región como Indo-Pacífico y crearon la alianza militar entre Australia, Reino Unido y EE. UU. (AUKUS en inglés)

Con esa concepción, en la que el mar Índico era el eje, India se convertía en el “reino del Medio” de la naciente Eurasia, apunta el analista Emili J. Blasco. Y para EE. UU. sólo India rivaliza con China, por lo que la invitó a unirse a AUKUS y su estructura de seguridad.

India rechaza participar en alianzas militares, su percepción de orden regional defiende a la soberanía frente a la unipolaridad. Por ello participa en la visión anticolonial de los BRICS y reedita los principios de no-alineación mediante lo que llama “multi-alineamiento”.

La alineación estratégica con EE. UU. se consolidó con el primer ministro Narendra Modi que, en mayo de 2022, ingresó al Marco Económico Indo-Pacífico para la Prosperidad. En 2023 se sumó a la Iniciativa sobre Tecnologías Críticas y Emergentes, así como el memorando de Asociación para la Cadena de Suministro e Innovación de Semiconductores.

En tan solo medio siglo, el país desarrolló su sector tecnológico hacia la vanguardia; y hoy produce computadoras cuánticas, robótica, semiconductores de avanzada y telecomunicaciones 6G. Ello muestra el promisorio potencial económico indio, cuyo PIB puede duplicarse hasta 7.5 billones de dólares (bdd), según la financiera Evelyn Partners.

Por la prosperidad de multinacionales de EE. UU. en India, Wall Street optó por el crecimiento indio basado en su calificado sector juvenil. Y fluyeron las inversiones estadounidenses, que reforzaron el programa de Modi “Hecho en India”.

 Apple invirtió ahí miles de millones de dólares y Foxconn construye alojamientos para sus trabajadores en Bangalore, señala la asesora de inversiones Franklin Templeton. A la vez, firmas indias invierten considerablemente en EE. UU.; sólo en 2023, eso significó 80 mil millones de dólares y 400 mil empleos, según Richard Rossow, del Departamento de Seguridad Económica y Tecnología.

El giro geopolítico de India llegó en 2008, cuando paulatinamente decidió ya no comprar armas a Rusia y pactó con EE. UU. la adquisición de armamento y sistemas bélicos por 20 mil millones de dólares (mdd).

Modi fue el primer mandatario asiático en reunirse con Trump en febrero. Afirmó que convertirá a India en una economía más avanzada con EE. UU. como socio, y anunció: “Cuando trabajamos juntos, el lema Make America Great Again (MAGA) se convierte en MIGA, la Mega Asociación para la Prosperidad”, recuerda el analista Prakash Gopal.

Cuatro meses después, el 30 de julio, Donald Trump declaró “muerta” la economía de India; y el 27 de agosto gravó las importaciones indias con 25 por ciento adicional al 25 por ciento del arancel original. La acusó de comprar petróleo ruso que contribuye a “la invasión” sobre Ucrania y venderlo en el mercado abierto, versión que Modi negó.

India importa ese crudo para satisfacer la demanda energética de sus mil 400 millones de habitantes. Debido a los aranceles, Nueva Delhi pausó su compra de armas y aviones furtivos F-35. Queda por definir el estatus del país asiático en Indo-Pacífico y su posición frente a India.

Ataque contra Brasil

El seis de agosto, EE. UU. impuso 50 por ciento de aranceles a importaciones de otro país BRICS: Brasil, la principal economía de América Latina. El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva consideró esa medida como represalia política disfrazada de ajuste comercial.

Hoy, la relación política bilateral está en su punto más bajo, porque el presidente estadounidense insiste en que es deficitario en el intercambio económico-comercial, cuando a todas luces le favorece, pues vende más de lo que compra a Brasil.

Entre 1997 y lo que va de 2025, EE. UU. vendió a Brasil más de lo que adquirió, con beneficios acumulados de unos 50 mil mdd, conforme el Ministerio de Comercio y Servicios de Brasil.

Desde 2009, hace 15 años, EE. UU. ha mostrado un superávit de 90 mil 300 mdd. Es el segundo mayor socio comercial de Brasil que, a su vez, se ubica como noveno importador de bienes estadounidenses.

Según la consultora brasileña Nexus Pesquisa e Inteligência de Dados, de 10 productos que Brasil importa, cinco son estadounidenses, como turborreactores para aviones. Por tanto, el plan Trump de tasar los bienes en 50 por ciento no se justifica.

Detrás del intento de Trump de asfixiar al sector exportador brasileño, está su venganza política. Culpa al Gobierno actual de auspiciar las sanciones del Tribunal Supremo Federal (TSF) tecnológicas estadounidenses en Brasil. Se refiere a X de Elon Musk.

El magnate tecnológico desobedeció el fallo del TSF de cerrar cuentas con mensajes de odio contra el expresidente Jair Bolsonaro. Hoy, el ultraconservador militar está bajo arresto domiciliario por un juicio donde él y otros 30 seguidores responden por cinco crímenes, entre ellos intento de Golpe de Estado, Abolición de la Democracia y Organización Criminal.

Donald Trump vincula su política de arbitrarios aranceles con ese juicio, del que culpa a Lula da Silva, a quien acusa de ser “una inusual y extraordinaria amenaza a la seguridad nacional, política exterior y economía de EE. UU.”, según el decreto emitido días atrás.

Bajo esa lógica, el secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, anunció la revocación de visados al juez del TSF de la causa de Bolsonaro, Alexandre de Moraes, a otros colegas y sus familias, a quienes Trump acusa de “cacería de brujas” contra Bolsonaro.

Moraes, el juez brasileño más mediático, fue castigado por dos leyes que resucitó Trump: la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional de 1977, que esgrimió en febrero para castigar a México y Canadá so pretexto de que no frenan el tráfico de fentanilo.

También, usó la Ley Magnitsky (2012), en honor al abogado Sergei Magnitsky que denunció corrupción en Rusia y que EE. UU. usa para castigar a funcionarios rusos y de otros países que, supuestamente, violan derechos humanos.

Otro objetivo de Moraes quien, en uso de sus facultades y ante la ola de agresiones difundidas en redes sociales, ordenó a las tecnológicas de la comunicación cerrar las cuentas que alentaran la sedición. Musk, entonces amigo de Trump, tuvo grandes pérdidas por el dictamen, por eso Moraes hoy es víctima de su venganza.

Ese caso revela la estrecha relación entre las cúpulas político-empresariales de Brasil y EE. UU., para las que el presidente Lula y el juez Moraes simbolizan todo cuanto detestan. Por ello respaldan la campaña arancelaria de Trump y los seguidores de la MAGA.

El diputado e hijo del expresidente, Eduardo Bolsonaro, representa a esas oligarquías, como empresarios cafetaleros, productores de carne y agroindustriales. Además de urdir complots en Mar-a-Lago, la casa de Trump en La Florida, él exige al Congreso de su país la amnistía a su padre y alienta la huelga de actividades legislativas.

Lula da Silva fue notificado autoritariamente de los nuevos aranceles, admitió en entrevista a The New York Times. Por eso explica que no hay negociación, pues el estadounidense cree que puede dictar reglas a un país soberano como Brasil y él no está acostumbrado a negociar así.

El experimentado político actúa con prudencia para demostrar que “cuando uno no quiere, dos no pelean”, y él no quiere pelear con EE. UU. Sin embargo, reprocha al magnate el desmantelamiento de los acuerdos colectivos del multilateralismo al presionar a cada país.

Por ello sentenció: “Trump debe ocuparse de EE. UU., pues de Brasil nos ocupamos nosotros”. Y anunció que discutirá las implicaciones de tales aranceles en el bloque BRICS, en particular, con el premier indio Narendra Modi y el presidente de China, Xi Jinping, para decidir qué hacer en el futuro.

Los aranceles activarán a Brasil un mes antes de que se dicte sentencia a Bolsonaro, quien enfrenta hasta 43 años por su intento golpista contra Lula en el asalto al Congreso, Tribunal Supremo y Palacio Presidencial de Brasil en 2022.

Al mismo tiempo, la guerra arancelaria alentó el respaldo a la independencia del Poder Judicial brasileño de no pocos opositores a Lula, observa el profesor Oliver Stuenkel del Fondo Carnegie para la Paz Internacional.

Eso ocurre a 13 meses de la elección presidencial brasileña de octubre en 2026. Con Bolsonaro incapacitado políticamente, la derecha busca quién la represente, que guste a Trump y gane en las urnas. El que más suena es el gobernador de Sao Paulo, Tarcísio de Freitas, quien se retrata con el logo de Trump y MAGA en su gorra.

La guerra arancelaria incitó a la izquierda brasileña, que plantea la soberanía, el nacionalismo y centra todos los males del país en Bolsonaro. También un crítico de Lula y senador centrista, Alessandro Vieira, manifestó: “Ningún ciudadano, especialmente los representantes elegidos por el pueblo, puede tolerar una agresión extranjera contra Brasil, independientemente de toda justificación. Es hora del verdadero patriotismo”.

A ello se suma el resultado de un sondeo realizado en mayo, cuando 55 por ciento de los brasileños desaprobó a Trump; es de esperar que, a finales de agosto, esa percepción negativa escale. Por tanto, los aranceles hoy aparecen como la salvación política de Lula da Silva. 

 

 

El efecto boomerang

El dos de abril, el 47o presidente de EE. UU. anunció el “Día de la Liberación”, que imponía altísimos gravámenes a sus socios, y provocó una posible tormenta no sólo para las economías de sus socios, sino también para su futuro político. El magnate aseveró que los aranceles alentarán la manufactura de su país y crearán más empleos; en realidad significan la renuncia a toda negociación comercial e impactarán negativamente en la balanza comercial

JP Morgan alertó que los estadounidenses no están dispuestos a bajar su calidad de vida y, al final, pagarán enormes costos por la inflación y contracción del PIB debido a la guerra arancelaria de su presidente. Para el académico catalán Juan C. Palacios Cívico, Trump hizo un diagnóstico equivocado, pues tras el déficit está el alto patrón de consumo de sus conciudadanos, que supera la capacidad productiva del país y que se suplió excesivamente con importaciones.

La causa radica en el decaimiento de la producción estadounidense, que no volverá a sus niveles del siglo pasado y, por ello, el altísimo desempleo no revertirá el plan arancelario. El republicano también fracasó en su oferta de campaña de pagar la enorme deuda de su país y enviar cheques de “reembolso arancelario” como dividendos a los estadounidenses. Eso no ha ocurrido, aunque desde abril, el Departamento del Tesoro recaudó más de 100 mil mdd.

 


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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