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La producción capitalista es la que predomina en todo el mundo en los días que corren. La unidad de producción es la fábrica, aquí se reúnen: medios de producción (máquinas, materia prima, etc.) y fuerza de trabajo (los obreros) para producir mercancías. Los dueños de los medios de producción son los capitalistas. Los obreros solo poseen su fuerza de trabajo, su capacidad de trabajar para producir mercancías. Así se producen todas las mercancías.
La riqueza la crean los obreros en la fábrica al operar los medios de producción para producir mercancías. Cuando un obrero va a la fábrica por una jornada de ocho horas no se le paga el trabajo que realiza, sino su fuerza de trabajo. Por ejemplo, al producir zapatos por valor de 10 mil, no se le pagan 10 mil (fruto de su trabajo), sino solo 207.44 (el salario), éstos deberían ser suficientes para reponer sus fuerzas y volver al día siguiente por otra jornada de trabajo, significa que se le paga por su desgaste físico y mental: por su fuerza de trabajo.
En ese proceso, las mercancías creadas reciben su valor de dos fuentes: los medios de producción que traspasan una parte de su valor a los zapatos y de la fuerza de trabajo, que es la que crea nuevo valor. Ejemplo: para producir zapatos se usa una máquina que tiene un valor de 100 mil (se puede usar 100 veces) y solo se emplea un obrero para producir zapatos por valor de 10 mil en una jornada de ochos horas. Resultará que: de los 10 mil producidos, mil los transfirió la máquina y nueve mil los creó el obrero con su trabajo. Al término de 100 jornadas, la máquina habrá transferido valor igual a 100 mil, no creará ningún valor, en cambio, el obrero habrá creado 900 mil.
Los capitalistas acaparan la riqueza, no los obreros. Una vez producidas las mercancías, el capitalista las vende para convertirlas en dinero con el único fin de volver a empezar, otra vez, el proceso. Esto se repite hasta llegar a la concentración extrema de la riqueza en unas cuantas manos capitalistas y al empobrecimiento masivo de los obreros (a pesar de ser los creadores de la riqueza).
En enero de 2023, Oxfam Internacional publicó un informe que evidencia la alarmante concentración de la riqueza: “de cada 100 dólares de la riqueza generada en los últimos 10 años: 54 han ido a parar a manos del uno por ciento más rico de la población, mientras que el 50 por ciento más pobre solo ha percibido setenta centavos de dólar”. La concentración produce pobreza, y para combatirla propone un impuesto al uno por ciento que concentra la riqueza, se podrían recaudar 1.7 billones de dólares anualmente… eso sería suficiente para que dos mil millones de personas pudieran salir de la pobreza”.
A esta propuesta Ricardo Salinas Pliego, uno de los más ricos de México, reviró con un texto llamado: El tesoro de Rico McPato y las políticas públicas. Dice que Oxfam está en una cruzada contra la riqueza y promueve una absurda lucha de clases derivada de su dañina concepción de que “la riqueza es perversa”. Es decir, se queda en el terreno de si la riqueza es buena o mala.
La concentración de la riqueza no es un problema ético, o no fundamentalmente ético, sino un problema económico y social, y es a donde no quiere entrar a observar el magnate cuando se habla del problema. Deja ver en realidad su aversión cuando dice que Oxfam promueve “una absurda lucha de clases”. No quiere discutir desde una lucha de clases “absurda” porque ahí es donde está el problema. ¿Por ello la riqueza o el empresario son malos? Desde luego que no. Esto debe estudiarse desde el punto de vista de la lucha de clases y las relaciones sociales concretas que se establecen: ¿cómo se produce?, ¿quién produce la riqueza?, ¿quién se apropia de la riqueza? Hay que entender el problema como parte de la producción capitalista.
¿Debemos llamar a igualar la pobreza para todos, como dice Salinas Pliego en otra parte? No, sino distribuir equitativamente la riqueza social para todos. Esto es: mejorar las condiciones laborales, crear empleos, pagar salarios justos, pero de ninguna manera significa regalar dinero como perversamente afirma él. En ese camino están llamados no solo los empresarios, sino, sobre todo, los trabajadores, para que se organicen y logren mejores condiciones de vida. Oxfam no llama a acabar con la riqueza, sino que conmina a que el uno por ciento se dé cuenta de que el problema también es de ellos pues, en última instancia, los que más tienen qué perder son ellos, los trabajadores no pueden perder lo que no poseen.
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Escrito por Rogelio García Macedonio
Licenciado en Economía por la UNAM.