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China: ejemplo para el mundo
Quizás muchos lectores rechacen este escrito sólo con ver el título, pero es comprensible dada la apabullante guerra que el imperialismo norteamericano mantiene desde hace muchos años contra aquéllos que se rehúsan a su esfera de dominación.
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Me queda perfectamente claro que una buena parte de los posibles lectores de este trabajo rechazarán o se burlarán de él solamente al ver su título. Dentro de ellos, un gran porcentaje lo hará sin saber prácticamente nada acerca de ese inmenso país. No los culpo, me queda claro también que casi todos ellos reaccionarán así como consecuencia de la apabullante guerra de propaganda que desde hace muchos años ha desplegado el imperialismo norteamericano, no solamente contra los regímenes socialistas o comunistas, sino contra todos los países que se han rehusado a incorporarse dócilmente a su esfera de dominación.

En una directriz del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos fechada el 10 de julio de 1950, se definió como “el tipo de propaganda más efectivo”, aquel en el que “el sujeto se mueve en la dirección que uno quiere por razones que piensa son propias” (citado por Saunders, Frances Stonor. La CIA y la Guerra Fría cultural). La manipulación descarada. Invito, pues, muy respetuosamente, al amable lector que haya llegado hasta este punto, a seguir adelante y conocer algunos datos de fuentes que le pueden parecer “confiables” que revelan hechos sorprendentes de la China actual, tales como la afirmación del Banco Mundial que fue fundado como consecuencia de los acuerdos de Bretton Woods (New Hampshire) y cuya sede se encuentra en la ciudad de Washington, que sostiene que China ha alcanzado en 2020 una tasa cero de incidencia de la pobreza, mientras que para el mismo año, reporta para México una incidencia del 43.9 por ciento de la población. Digno de meditarse y averiguar un poco más, ¿no?

No es fácil, porque la información no brota por todos lados ni a todas horas como cuando se trata de Estados Unidos, desde donde reportan y a donde se envían muchos periodistas hasta para un partido de beisbol o de futbol americano. A China, no. El pasado domingo 16 de octubre, se inauguró en Beijing, la capital de China, el XX Congreso del Partido Comunista Chino, la agrupación de seres humanos que dirige la lucha de mil 410 millones 539 mil 758 chinos (estimación de datos de la CIA para 2022) y que puede contar entre sus clamorosos éxitos, la señalada derrota nacional de la pobreza.

Y en la inauguración de este trascendental evento, que puede cambiar el destino no sólo del pueblo chino, sino de todos los seres humanos, únicamente estuvo presente una periodista mexicana, Francis Martínez, una atrevida jovencita, trabajadora e inteligente. Sólo pensarla allá me estremece, son 12 mil 458 kilómetros de distancia y un vuelo directo entre México y Beijing tardaría casi 22 horas. Al otro lado del mundo. Y, en realidad, desde un pequeño pueblo del estado de Puebla, Hueyapan, que fue de donde partió a estudiar la carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública en la FCPyS de la UNAM. Francis Martínez trabaja en la televisora Canal 6 Tv y hace cuatro meses viajó a China como la única mexicana en un grupo de 85 periodistas de varias partes del mundo que fueron invitados por el gobierno de la República Popular China a pasar cinco meses en ese país asiático.

Dado que China ha extremado las precauciones para proteger a su pueblo de la pandemia de Covid-19 y ha establecido la política de “Cero Covid 19”, la joven periodista tuvo que superar dos pruebas negativas de virus SARS-CoV-2 antes de subir al avión y, además, permanecer a su llegada dos semanas en cuarentena en la ciudad de Jinan y, solo entonces, adquirió el certificado de salud para poder viajar a Beijing. Desde su llegada, ha estado publicando en las redes sociales reportes únicos de la vida en China y, como queda dicho, estuvo presente en la ceremonia de inauguración del XX Congreso del Partido Comunista de China en el Gran Salón del Pueblo, al lado, si se puede decir, de los dos mil 300 líderes más importantes de China, incluidos los luchadores más ancianos, entre los cuales destacaba Song Ping, de 105 años.

Hago referencia ahora a algunas de las palabras del presidente de China, Xi Jinping, pronunciadas en su mensaje al congreso, porque son parte de los compromisos que ha hecho China con los pueblos del mundo y que explican por qué estoy convencido de que estamos ante un ejemplo universal. “El presidente de China, Xi Jinping, afirmó ayer que su país se adhiere al correcto rumbo de la globalización económica y se opone al unilateralismo en todas sus formas, y a toda manifestación de hegemonismo y política de fuerza, a la mentalidad de guerra fría, a la intervención en los asuntos internos de los demás y a los dobles raseros...proclamó que sea cual sea el grado de desarrollo que alcance, China jamás procurará la hegemonía ni practicará el expansionismo” (La Jornada, 17 de octubre).

Y hasta ahora lo ha cumplido. A estas alturas ya nadie duda de que la importancia de China en el mundo es decisiva. Estamos en la época del mundo con China como potencia. Pero, evidentemente, para que esa importancia y esas palabras tengan sentido, la realidad interior, su fuerza productiva de riqueza debe respaldar sus propósitos y, es aquí en donde hay que revisar un poco la información disponible al respecto. Bajo el liderazgo de Xi Jinping, “el PIB de China llegó a representar el 18.5 por ciento de la economía mundial, lo que supone un aumento de 7.2 puntos porcentuales en los últimos 10 años. La segunda mayor economía del mundo se ha convertido en un importante socio comercial para más de 140 países y regiones, liderando a nivel global en volumen total de comercio de bienes, señaló la agencia oficial china Xinhua” (La Jornada, 17 de octubre). China ha sido la segunda economía más grande del mundo durante 11 años consecutivos desde 2010.

Hay más datos impresionantes. En el año 2020, en plena pandemia de Covid-19, el Producto Interno Bruto de China alcanzó los 15.7 billones de dólares y tuvo un crecimiento de 2.3 por ciento con respecto al año anterior, fue la única gran economía del mundo con un crecimiento positivo. En lo que se refiere a su volumen total de comercio exterior, tuvo un aumento de 907 mil millones de dólares, llegó a 4.65 billones de dólares, registrando una tasa de crecimiento anual de casi 14 por ciento.

Mientras en nuestro país se cierran las escuelas de tiempo completo y hay varias universidades en lucha por más recursos para cumplir con su función, incluidos varios planteles de las universidades ruidosamente fundadas por la Cuarta Transformación, en China, la cantidad de personal científico y técnico pasó de menos de 50 mil en los primeros días de la fundación de la República Popular China el 1o de octubre de 1949, a más de cinco millones, que es, con mucho, la mayor cantidad en el mundo. La tasa neta de matrícula en las escuelas primarias en todo el país, pasó del 20 por ciento en 1949, al 99.96 por ciento en 2020, y la tasa bruta de matrícula de la educación superior de China, pasó del 0.26 por ciento en 1949, al 54.4 por ciento en 2020. Ningún estudiante de ningún grado desertó por causas económicas durante la pandemia.

Hay más, muchos más datos para asombrarse. Su sistema de seguridad social protege a más del 95 por ciento de la población y la esperanza de vida de sus ciudadanos, que es de 77.3 años, ya rebasa a la de Estados Unidos que está actualmente en 76.6 años. Termino. Thomas Mann, el pensador genial que escribió, entre otras obras inmortales, Los Budendrook, La Montaña Mágica y Doctor Faustus, visionario como todos los genios, dijo, mucho antes de que aparecieran los campamentos masivos de personas sin vivienda en el corazón de las grandes ciudades y las matanzas de niños en las escuelas primarias y secundarias, que Estados Unidos era una “pesadilla con aire acondicionado” y, mucho antes, también, de que se empezara a construir el milagro chino en 1978, dijo: El anticomunismo “es la principal estupidez del Siglo XX”. A la luz de lo que se observa y palpa, tenía razón.


Escrito por Omar Carreón Abud

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".


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