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En ocho meses, la operación militar especial de Rusia para desnazificar y desmilitarizar a Ucrania ha logrado importantes victorias estratégicas: cambió el orden unipolar y el modelo energético mundial; sumó alianzas regionales fundamentales y logró la adhesión de cuatro regiones. No obstante, Occidente promueve el terrorismo y sanciones para preservar su hegemonía global contra el emergente mundo multipolar que promueve Moscú. El futuro del mundo se define en el conflicto Ucrania-Rusia y los mexicanos estamos conscientes de ello.
A primera hora del domingo ocho de octubre, un día después del cumpleaños 70 del presidente ruso Vladimir Putin, un camión explotó en el carril para autos sobre el puente de Crimea –que une a la península de Tamán, Rusia, con la de Kerch, de Crimea– e incendió siete tanques de combustible en el tren-cisterna del carril ferroviario.
Murieron tres personas y colapsaron dos secciones de la autovía, mientras el ataque era celebrado con sorna en Ucrania: “El puente arde maravillosamente al amanecer. Un ruiseñor se encuentra con la SBU en Crimea”, escribió el Servicio de Seguridad de Ucrania en su canal de Telegram.
México: sí, pero no
En tiempos difíciles se conoce a socios y amigos. He aquí el recuento de la compleja diplomacia mexicana ante el conflicto Kiev-Moscú. El 25 de febrero, México condenó la operación rusa porque –explicó– ha sufrido varias invasiones en su historia. Sin embargo, el siete de abril se abstuvo de votar para expulsar a Rusia y criticó a la ONU por “no actuar a tiempo” para prevenir la escalada en el conflicto.
El ocho de marzo, México rechazó la petición de Kiev de romper relaciones con Rusia. Entretanto, Moscú mantiene la dotación de 24 millones de dosis de la vacuna Sputnik V para ciudadanos mexicanos.
El 19 de septiembre, México respondió al asesor del presidente de Ucrania, Vlodomir Zelensky, Myjailo Podolyak, por criticar su plan de paz y afirma que lo desechan por “sectarismos o intereses de élite”. El 22 de septiembre, el canciller mexicano propuso en la ONU una comitiva diplomática de alto nivel para reducir la tensión y mediar en la crisis.
El día 30, nuestro país condenó la “anexión” de Donetsk, Lugansk, Zaporyia y Jersón y apoyó además la resolución que exige el retiro de tropas rusas de Ucrania. El 1° de octubre, la embajadora de Ucrania en México, Oksana Dramaretska, reconoció “la vocación por el respeto a la carta de la ONU” de nuestro país. Atrás quedó su crítica racista contra un periodista que reprobó la actitud de Kiev.
Es importante recordar que la relación formal México-Moscú data de 1890, aunque siglos atrás viajeros rusos y mexicanos ya mantenían vínculos. En términos estratégicos, Rusia es nuestro socio número 35 y entre enero y abril aumentó sus importaciones desde México en 33.6 por ciento.
Con esa paráfrasis del poeta Taras Shevchenko, la SBU confesó haber participado en el ataque. En la principal calle de Kiev, Kreschatik, los paseantes se tomaban fotos frente a una imagen de fondo que es mundialmente conocida: el ataque terrorista al puente de Crimea (Kerch) en el momento en que estalla.
En el colmo de la inmoralidad, Kiev se atrevió a insinuar que ese ataque fue un “golpe interno ruso, para debilitar a Putin”. Ese mismo tono amoral usó para acusar a Rusia por el sabotaje al gasoducto Nord Stream 1 y 2, del 27 de septiembre.
Gazprom informa que, el seis de noviembre de 2015 fue detectado –a 40 metros de profundidad– un detonador submarino de la OTAN junto al gasoducto Nord Stream 1. La alianza occidental declaró que el artefacto se perdió durante unos ejercicios. Se trata de un dispositivo de desminado integrado al vehículo de control remoto SeaFox de la OTAN; entonces, lo desactivaron fuerzas armadas de Suecia y se reanudó el transporte de gas.
En el Kremlin sonaron las alarmas, pues el puente sobre el Estrecho de Kerch, de 19 kilómetros de largo, es el cordón umbilical que une a Rusia con Crimea. La obra, que construyó Arkadi Rotenberg e inauguró el presidente ruso en 2018, redujo el tiempo de traslado de horas a solo 20 minutos, e incluye un gasoducto submarino que proviene de Rusia.
Ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el presidente Vladimir Putin definió así la lógica del actual régimen ucraniano: en pocos meses logró dividir el país, desatar una guerra civil, establecer el gobierno más represivo y antidemocrático de Europa y, sentenció, Kiev “se ha puesto al mismo nivel que las organizaciones terroristas”.
El presidente del Comité de Investigación de Rusia, Alexandr Bastrikin, informó que fue un acto terrorista de la inteligencia ucraniana, en cuya preparación ayudaron ciudadanos rusos y países extranjeros. Indicó que el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) los identificó y ya se abrió un caso penal por terrorismo con base en el Artículo 205°.
Reveló que se interrogó a testigos y que los expertos realizan pruebas explosivas, genéticas, forenses y preparan registros a sospechosos. Ucrania sabía que Rusia respondería a esa provocación y lo hizo con ataques a edificios de Kiev.
La explosión del puente de Kerch es una prueba de que el régimen de Kiev no respeta la vida humana ni el Derecho Internacional. Lanza minas antipersonales PFM-1, prohibidas por la Convención de Ottawa –firmada por Ucrania– contra la población civil de Donetsk. Las lanzó en zonas pobladas para causar el mayor número de daños (mutilaciones).
De ahí que las autoridades locales piden a los residentes confinarse, sobre todo niños, mientras los zapadores intentan descubrirlas y desactivarlas. A la par, miles de civiles rusos son bombardeados en escuelas, mercados, hospitales y viviendas de los poblados fronterizos como Belgorov, Timonovo, Soloti y Krasnoye, sin que la prensa occidental denuncie esos crímenes de guerra.
Fiel a la estrategia del morbo y la descalificación, los medios corporativos estadounidenses y europeos manipularon el asesinato con un auto-bomba de la Darya Dúguina. En lugar de cuestionar el crimen que le quitó la vida, presentaron a la víctima como “hija del filósofo favorito” de Putin, como si tal hecho implicase algo reprobable.
Además de las explosiones en el aeródromo ruso en Crimea de agosto y contra el comando ruso del Mar Negro en Sebastopol, persiste la sospecha de complicidad de Ucrania y Occidente por la matanza en la escuela de Izhevsk, en el Cáucaso, que dejó 13 muertos –siete niños–, pues la ropa del perpetrador ostentaba símbolos nazis, como los grupos paramilitares que tanto favorece Kiev.
Socios contra el caos
En esta contienda por la emergencia de un mundo multipolar Rusia no está sola. En 2001 creó la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) con China para balancear la influencia de Estados Unidos (EE. UU.) y sus aliados en Asia Pacífico. El 15 de septiembre, durante la Cumbre en Usbekistán, Moscú y Beijing estrecharon lazos para liderar juntos un mundo cambiante.
El presidente de China, Xi Jinping, fue contundente: “frente a un mundo, una época y una historia en constante cambio, China está dispuesta a esforzarse con Rusia para asumir el papel de grandes potencias y desempeñarse como guías para inyectar estabilidad y energía positiva, en un mundo sacudido por la agitación social”.
Su homólogo ruso, Vladimir Putin, respondió: “Apreciamos mucho la posición equilibrada de nuestros amigos chinos con relación a la crisis ucraniana. Los intentos de crear un mundo unipolar han adquirido recientemente una forma absolutamente negativa y son inaceptables”, según Euronews.
Fue así como, desde la milenaria ciudad uzbeka de Samarcanda, el corazón de Asia Central, los miembros de ese foro expresaron su voluntad de equilibrar una estrategia multipolar contra la injerencia occidental y sus sanciones extraterritoriales.
Entre los ocho miembros de este bloque hay cuatro potencias nucleares y países que suman el 35 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, así como de gran nivel demográfico, pues representan el 44 por ciento de la población global.
Al memorando de compromiso se adhirieron Irán y La India; esta última confirmó su voluntad de enriquecer vínculos con la OCS y celebró su modelo político-económico. Entre los observadores figuran Afganistán, Bielorrusia y Mongolia, así como ocho socios de diálogo: Arabia Saudita, Azerbaiyán, Armenia, Egipto, Nepal, Camboya, Turquía y Sri Lanka.
Es notable que a ocho meses de la operación militar especial rusa en Ucrania no la ha condenado ninguna monarquía del Golfo Pérsico, todas grandes productoras de energía. Es más, tras la decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), llegó a Moscú el presidente de Emiratos Árabes Unidos (EAU), el príncipe heredero Mohamed bin Zayed Al Nayhan. “Es un viaje que hace rechinar los dientes a muchas cancillerías occidentales”, escribió Euronews.
Entretanto, EE. UU. lanzaba su Nueva Estrategia de Seguridad (NES), que ni es nueva ni hará más seguro al mundo. En ella, el presidente estadounidense Joseph Biden reedita la política hostil de sus antecesores porque restringe a Rusia e intenta frenar la ventaja competitiva del sector productivo de China.
La NES repite que su interés es “defender los valores democráticos, núcleo del modo de vida estadounidense”. Afirma que China es el único competidor con intención de remodelar el orden internacional, por lo que el plan busca debilitar la alianza estratégica entre Beijing y Moscú.
Y a pesar de que Putin declaró en agosto que en una guerra nuclear no habría ganadores y que no deberá librarse nunca, y aseguró que Moscú cumple puntualmente –en espíritu y a la letra– el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNPN), la NES caracteriza a Rusia como una “amenaza inmediata” para la paz y la estabilidad internacionales.
Y con estos prejuicios, Erik Mose, el representante de EE. UU. en la ONU, afirmó que en Ucrania se han cometido crímenes de guerra, sin decir quién y contra quiénes. Esta ambigüedad sirvió a los oportunistas ucranianos para crear un “tribunal” y acusar a Rusia de esos supuestos delitos.
La ONU, lejos de exhortar a Ucrania al diálogo y a parar sus sabotajes, se opuso a que los habitantes de cuatro provincias ucranianas de origen ruso se adhirieran a Rusia para preservar sus vidas e identidad contra la violencia cotidiana que Kiev realiza en su contra.
Geopolítica del petróleo
La perspectiva de un próximo invierno demasiado frío agudizó el choque entre importadores y exportadores de hidrocarburos. Y cuando Bruselas lanzó su plan para gravar a las firmas eléctricas y bajar el precio del gas ruso, la OPEP, Rusia y México decidieron reducir su producción en dos millones de barriles diarios.
El efecto fue inmediato, pues el petróleo Brent podría superar los 100 dólares en los próximos meses. En Viena, sede de la OPEP, el ministro de Energía saudita, Abdelaziz bin Salman, afirmó que la medida se produjo para mantener un mercado sostenible.
Avances bajo acoso
1º de agosto. Rusia acuerda exportar cereal y facilitar venta de fertilizantes, pese a las sanciones de Occidente.
Seis de septiembre. Rusia comienza ejercicios militares con China y La India.
12 de septiembre. La OTAN pide a Bielorrusia no apoyar a Rusia en Ucrania.
16 de septiembre. Alemania toma control de Rosneft Germany, que importa petróleo ruso, aunque la empresa garantizaba el abasto de crudo.
23 al 30 de septiembre. Referendos de integración a Rusia en Jersón, Donetsk, Lugansk y Zaporozhie. Putin firma los tratados de adhesión de esas regiones.
11 de octubre. Putin confía al Director de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, que el organismo reducirá la retórica de la amenaza nuclear y aseguró que Moscú siempre ha apoyado las labores de esta entidad.
El gobierno de EE. UU. vio en esta iniciativa un movimiento geopolítico de la OPEP y Rusia, que se produjo cuando Joseph Biden enfrentaba presiones para prohibir exportaciones de gasolina y diésel. La organización no gubernamental Food & Water Watch pidió a las cúpulas políticas frenar las “escandalosas ganancias de corporaciones” energéticas, petroleras y gaseras.
Su pluma no solamente da muestra de lo más elevado que puede alcanzar el ser humano en la transmisión de ideas por medio de la escritura.
El primer ministro ruso subrayó que el plan de acción nacional, pretende restaurar el crecimiento económico, el empleo y los ingresos del país.
Contrario a lo que muestra la prensa occidental, la realidad es que no hay un solo testimonio de las supuestas zonas donde están las supuestas 100 mil tropas rusas a punto de atacar Ucrania. Hay una alteración total de la verdad.
Las sanciones pueden tener un efecto boomerang contra EE. UU., la UE y el mundo: se abre la puerta para que estrechen más sus relaciones Rusia y China y sean “el contrapeso” que evite al buitre estadounidense mantener su hegemonía imperialista.
Hoy día se habla cada vez más de reescribir la historia de los sucesos mundiales, ¿qué se esconde tras de este empeño de cambiar la historia de las dos tragedias mundiales? Sencillo: la tenaz decisión de Occidente de eliminar de raíz el socialismo.
Los nazis lanzaron contra Leningrado una operación genocida, que aniquiló a más de un millón de personas al disparar sobre ellas más de 150 mil obuses y más de 107 mil bombas incendiarias.
El sistema económico estadounidense se halla en decadencia; EE. UU. está empeñado en restituir el mundo bipolar que existió hasta la caída de la Unión Soviética en 1989; mientras, hoy en gran parte del orbe emerge un régimen de vida económico y político multipolar.
El balance de la guerra ruso-ucraniana fue expuesto en el programa Lo Marginal en el Centro, donde Nydia Egremy y Rainer Matos coincidieron en que hay una industria de guerra en Occidente, sobre todo desde la industria de guerra estadounidense.
La campaña mediática imperialista en contra de Rusia y su presidente muestra, de paso, que la libertad de prensa no existe, y que la maquinaria mediática es un arma más, para confundir, manipular y someter a los pueblos.
En los juicios de Nuremberg, los fiscales abordan el tema del holocausto. Presentan a varios testigos que vivieron en los campos de concentración, quienes señalaron que a diario eran asesinadas de 10 a 12 mil personas en las cámaras de gas.
"Nadie nos regala nada. Nosotros tampoco vamos a hacer beneficencia. Si no hay pagos, se suspenden los contratos", aseguró el presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin.
Con la pandemia, pues, cruje por todos lados el modelo económico, heredado de los anteriores y empeorado en el actual, que nos exhibe indefensos ante la avalancha que tenemos ya encima.
En distintas ciudades de EE.UU. se vienen sucediendo multitudinarias protestas a raíz de la muerte de George Floyd, muchas de las cuales se tornaron violentas y generaron caos.
El Presidente de la Federación de Rusia, Valimir Putin, afirmó que "no tiene sentido suministrar nuestros productos a la UE y a Estados Unidos y cobrar en dólares y euros".
La operación militar de Rusia en Ucrania marca el fin de la globalización “que hemos vivido en las últimas tres décadas”, sostiene el director ejecutivo de la gestora de inversiones BlackRock, Larry Fink.
Escrito por Nydia Egremy .
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.