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Memorias del tiempo mexicano, de José Zorrilla (I de II)
En el prólogo, Mora cataloga con acierto de “personaje legendario” a Zorrilla porque, en efecto, en la segunda mitad del Siglo XIX, el poeta y autor teatral hispano era una figura deslumbrante en México, América y Europa.
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El autor de la comedia teatral Don Juan Tenorio (1844), José Zorrilla y Moral (Valladolid, 1817-Madrid, 1893), vivió en México entre 1855 y 1866, uno de los periodos históricos de mayor intensidad política y militar generada por la guerra civil entre conservadores y liberales, cuyos capítulos más relevantes fueron la caída del dictador Antonio López de Santa Anna, la Guerra de los Tres Años, la Intervención Francesa y el imperio de Maximiliano de Habsburgo. En sus Memorias del tiempo viejo, publicadas por entregas en un diario de Madrid entre 1880 y 1882, incluye el recuerdo de sus 11.6 años en México, en los que resaltan varios análisis políticos sobre la realidad mexicana que hoy pueden ser considerados de contenido sociológico y psicológico.

En 1998 el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) –oficina federal hoy convertida en Secretaría de Cultura– publicó los textos que Zorrilla dedicó al país con el título Memorias del tiempo mexicano, cuya edición estuvo a cargo del escritor Pablo Mora, quien además es autor de la introducción José Zorrilla, detrás de su leyenda en México y las notas bibliográficas. En el prólogo, Mora cataloga con acierto de “personaje legendario” a Zorrilla porque, en efecto, en la segunda mitad del Siglo XIX, el poeta y autor teatral hispano era una figura deslumbrante en México, América y Europa, debido al gran éxito de varias de sus 40 obras de teatro –entre ellas Don Juan Tenorio– y algunos de sus poemas líricos.

Entre 1854 y 1866, Zorrilla vivió en el centro histórico de la CDMX y en varias haciendas de Tacubaya, San Ángel, Texcoco, Otumba y Apan. Su hábitat frecuente en estas últimas le permitió constatar y advertir que los grandes terratenientes actuaban como genuinos señores “feudales”, ya que disponían a su antojo de la vida de los campesinos, pagaban a los jornaleros salarios miserables y en sus tiendas de “raya” –sí, éstas existieron mucho antes del Porfiriato–, los obligaban a comprar alimentos y artículos domésticos a precios muy elevados. Zorrilla reconoce que la colonia española cometió muchos abusos contra los mexicanos –originales y mestizos– y describe su tipo genérico como individuos alegres, juguetones, bromistas, ingeniosos y muy ajenos al utilitarismo.

Zorrilla conoció al dictador Santa Anna porque recién llegado a México debió aclarar personalmente que él no había sido autor de unas quintillas que lo denostaban como tirano demagogo e ignorante. Entre las actitudes que más le critica se halla el tratamiento de “alteza serenísima” al que obligó a sus colaboradores y a los políticos lambiscones y al posible cambio de su segundo apellido, de Santana a Santa Anna, acaso para atribuirse una ascendencia judía zefardita, pues en hebreo Ana se escribe con doble ene.

El autor español también trató como amigo, confidente y filial de la ideología liberal republicana a Maximiliano, quien lo nombró su lector oficial y director de una “compañía nacional de teatro” que jamás pudo concretarse porque la designación se hizo un año antes del fusilamiento de éste en 1867.


Escrito por Ángel Trejo Raygadas

Periodista cultural


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