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Los feminicidios y Cervantes
Los feminicidios son síntoma de la injusticia social y la impunidad; las instituciones encargadas de impartir justicia, la mayoría de las veces, simulan sus labores o están infestadas de corrupción.
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Los feminicidios son síntoma de la injusticia social y la impunidad; las instituciones encargadas de impartir justicia, la mayoría de las veces, simulan sus labores o están infestadas de corrupción. Los feminicidios son otra manifestación de la inequidad social. Sin embargo, debemos aceptar que este crimen de odio también expresa rasgos de nuestra cultura contemporánea.

En su puesta en escena La maté por un pañuelo, Andrea Salmerón y Alfonso Cárcamo abordan el feminicidio a partir de una adaptación de Otelo, de William Shakespeare; en este trabajo denuncian que la misoginia irradia desde la cúpula del poder, integrada por políticos, quienes exteriorizan la cultura de la clase capitalista. Por ello, la obra no alude exclusivamente al machismo mexicano, sino que propone una denuncia universal en la que las empresas, a través de la publicidad de sus mercancías, promueven la cosificación de la mujer al reducirla a su mera apariencia física u ofrecerla como un objeto de adorno de sus productos. Condicionamiento que procede no solo del sexo masculino, como piensa el feminismo más parcial, sino también de no pocas mujeres que aceptan el papel de objetos u ornamentos eróticos en la publicidad comercial. La burguesía banaliza todo, busca lo superficial e inmediato; y bajo dicha óptica construye a la mujer como un objeto o cosa, una cosmovisión que es inyectada a las mujeres de manera tácita y permanente. El excesivo narcisismo estilado en las redes sociales por parte de las nuevas generaciones es prueba de ello.

Así también fue en los tiempos de Cervantes. Pero en esa época de atmósfera misógina apareció en 1605 la primera parte de Don Quijote de la Mancha, obra monumental en la que en más de una ocasión aparecen posturas críticas hacia esa visión. Leandra, Zoraida, Marcela y Doña Clara de Viedma son personajes de la primera parte de la novela; y aunque todas tienen personalidades e historias diferentes, Cervantes las retrata como jóvenes independientes, hermosas y poseedoras de voluntad e inteligencias atípicas dentro de su circunstancia histórica.

De entre ellas destaca Marcela, quien proviene de una familia acomodada y tiene muy buen entendimiento. Abrumada por las propuestas galantes de hombres “valiosos”, con dote y renombre, prefiere la soledad de los bosques y las actividades pastoriles. Esta bella mujer rehúye a su destino: un matrimonio “feliz”. Las novelas de televisión y los cuentos de princesitas con que los padres de hoy engolosinan a sus hijas distan diametralmente de este argumento. Marcela es una heroína porque no busca el matrimonio, defiende su concepto de plenitud espiritual fuera de él y lo defiende con asombrosa elocuencia. Es acusada de provocar el suicidio de Grisóstomo, hombre ideal, educado y rico. Aunque ella nunca le dio esperanzas, los pastores la culpan por esta muerte. Y cuando ocurre el sepelio de aquél, ella increpa a sus detractores:

“Vengo (...) para que sepáis que yo no soy culpable de la muerte de Grisóstomo. Atended todos. El cielo me hizo hermosa, y todo lo hermoso merece ser amado, pero no sé por qué he de verme yo obligada a amar a quien me ama. Yo nací libre, y para vivir libre escogí la soledad de los campos, donde he luchado por conservar mi honestidad, que es el adorno más hermoso del alma. A los que he enamorado con la vista, los he desengañado con mis palabras. Jamás di esperanzas a nadie (...). Yo no estaba obligada a corresponderle (...). Si él insistió en navegar contra el viento, ¿qué culpa tengo yo de su naufragio? Que nadie me llame cruel ni homicida (...). Yo soy libre y no quiero sujetarme a nadie”.

No podríamos considerar a Cervantes un feminista por tan peculiar punto de vista, pues estaría fuera de lugar y sería errado, porque la obra cervantina no se centra únicamente en este tema. Lo valioso, precisamente, es comprenderlo en un contexto más generalizado de injusticia y desigualdad social, pues por este sendero el combate contra la misoginia y el feminicidio encontrarán mejores resultados.


Escrito por Marco Antonio Aquiáhuatl

Columnista


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