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La figura de la prostituta es una constante en la literatura. La encontramos en el romanticismo, el naturalismo y la literatura más cercana a nosotros. Sin embargo, el modo en que ha sido abordada ha cambiado según el estilo y propósito del escritor, de la corriente artística, del lugar y la posición que las prostitutas han ocupado en los distintos entramados de la vida social.
En la novela romántica, como ocurre en La dama de las camelias, de Alejandro Dumas (hijo), la figura de la prostituta es la de un ser por el que hay que sentir compasión: sus acciones no son realizadas por gusto sino por necesidad; trabaja de ese modo para sobrevivir y no porque sea una profesión en la que esté cómoda; no hay, pues, un ápice de disfrute en lo realizado, solo sufrimiento. Esta visión es opuesta a la del naturalismo. Tomemos como ejemplo Naná, de Émile Zola, obra en la que la prostituta se nos representa de acuerdo a los intereses artísticos de Zola y los ideales estéticos y sociales de esa corriente literaria.
Naná nace en una familia parisina pobre. De no haber sido por su deslumbrante belleza física habría vivido en la absoluta miseria. A diferencia de Margarita –la prostituta de La dama de las camelias– Naná no se concibe a sí misma como alguien por quien deba sentirse compasión, incluso reniega de este sentimiento y de cualquier otro que se le parezca. Otra diferencia en la forma en que Zola trata a esta figura social es la competencia que entablan las prostitutas-actrices de París: Naná llega a quitarle el puesto de favorita a muchas de ellas, lo hace conscientemente y su triunfo es sinónimo de orgullo al saberse vencedora, actitud que un personaje bondadoso, humilde y de alma pura, como el dibujado por Alejandro Dumas, no sería capaz de tener. Una característica adicional, que diferencia la concepción de estos personajes, es la relación que entablan las dos mujeres con el amor: mientras Margarita se ve purificada por el amor y gracias a él deja la vida que lleva, Naná no obtiene de dicho sentimiento sino sinsabores y prefiere suprimirlo con tal de seguir subiendo la escalinata del placer.
Zola nos presenta una prostituta descarada, orgullosa de sí misma y sin remordimientos, porque quiere mostrar que las acciones de estas mujeres surgen a partir de un contexto social específico contra el que no pueden hacer nada; y por eso su mejor salida es aprovechar esas condiciones para su bien personal, aunque ello implique sacrificar otras partes de su ser. El canon naturalista busca reflejar la vida social de la manera más detallada y objetiva posible, haciendo de esta objetividad su más efectiva arma para elaborar una crítica social y mostrar las bajezas a las que los individuos son inducidos por su entorno. La forma en que Zola narra el ambiente en el que se desenvuelven las prostitutas corresponde a esta consideración estética.
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Escrito por Jenny Acosta
Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.