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Ingeborg Bachmann
Fue una poetisa austriaca considerada una de las mejores escritoras alemanas del Siglo XX. En sus poemas buscaba construir “un mundo nuevo con un lenguaje nuevo”.
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Nació el 25 de junio de 1926 en Klagenfurt, Austria. Fue una poetisa austriaca considerada una de las mejores escritoras alemanas del Siglo XX. Durante la posguerra estudió filosofía en las universidades de Innsbruck, Graz y Viena, concluyó sus estudios con una tesis titulada La recepción crítica de la filosofía existencia de Martín Heidegger; se integró al círculo literario Grupo 47, junto a otros escritores entre los que contaban Ilse Aichinger, Paul Celan, Heinrich Böll, Marcel Reich-Ranicki y Günter Grass; de ellos recibió un premio por su primera colección de poemas El tiempo postergado; incursionó en la novela radiofónica a través de la emisora Rot-Weis-Rot, sus primeras obras transmitidas fueron Un negocio con los sueños y La familia de la radio.

Sus textos tuvieron mucho éxito en su país, en sus poemas buscaba –igual que todo el Grupo 47– construir “un mundo nuevo con un lenguaje nuevo”, trata temas como el amor, la violencia en las relaciones, la tragedia de la mujer y su reivindicación con “una lengua limpia de aquellas palabras de las que sirven los hombres para matar las pasiones de la mujer”. Al abordar estos temas en pleno nazismo, perdió el apoyo inicial de su público. Se mudó a Roma, donde siguió trabajando en su escritura y como maestra invitada en la Universidad de Fráncfort. Murió en una hospital de Roma, tres semanas después de un incendio en su edificio, el 17 de octubre de 1973.

 

PARÍS

Atados a la rueda de la noche

duermen los perdidos

en los caminos que truenan, debajo,

pero donde estamos es luz.

Tenemos los brazos llenos de flores,

mimosas de muchos años;

oro cae de puente a puente

sin aliento en el río.

Fría es la luz,

aún más fría la piedra ante la puerta,

y las conchas de las fuentes

ya están medio vacías.

¿Qué pasará si nos aturde la nostalgia

hasta la raíz de los cabellos fugitivos,

y nos quedamos aquí y preguntamos

qué pasará si soportamos la belleza?

Subidos a los carros de la luz,

también velando, nos hemos perdido

en las calles de los genios, arriba,

pero donde no estamos es noche.

El tiempo postergado.

Vienen días más duros.

El tiempo postergado hasta nuevo aviso

asoma por el horizonte.

Pronto tendrás que atarte los zapatos

y correr los perros de vuelta a las granjas marismeñas.

Pues las vísceras de los peces

se han enfriado al viento.

Arde pobre la luz de los altramuces.

Tu mirada rastrea la niebla:

el tiempo postergado hasta nuevo aviso

asoma por el horizonte.

Allí se te hunde la amada en la arena,

sube por su cabello ondeante,

le quita la palabra,

le ordena callarse,

le parece mortal

y dispuesta a la despedida

tras cada abrazo.

No mires hacia atrás.

Átate los zapatos.

Corre los perros de vuelta.

Tira los peces al mar.

¡Apaga los altramuces!

Vienen días más duros.

 

Maniobra del otoño

No digo: eso fue ayer. Con el dinero

sin valor del verano en el bolsillo volvemos a yacer

sobre el tamo de la burla, en la maniobra otoñal del tiempo.

Y no nos es favorable el camino de huida hacia el sur,

ni tampoco los pájaros. Mientras la tarde cae,

pasan barcos de pesca y góndolas y a veces

me alcanza una astilla de mármol saciado de sueños,

donde soy vulnerable, en el ojo, debido a la belleza.

En los periódicos leo mucho sobre el frío,

sobre sus consecuencias, sobre idiotas y muertos,

sobre expulsados, asesinos y miríadas

de témpanos de hielo, mas poco que me agrade.

¿Y por qué? Ante el mendigo que viene a mediodía

cierro la puerta de un portazo, porque la paz es eso

y nos podemos ahorrar verlo, pero no

bajo la lluvia la muerte triste de las hojas.

¡Dejadnos hacer un viaje! ¡Dejad que bajo los cipreses

o bajo las palmeras o entre los sotos de naranjos

veamos a precio de saldo los naufragios del sol,

que no tienen igual! ¡Dejadnos

olvidar las cartas al ayer que quedan sin respuesta!

El tiempo hace milagros. Mas viene inoportuno

a traernos el latir de la culpa: no nos encuentra en casa.

En la bodega del corazón, me hallo otra vez insomne

sobre el tamo de la burla, en la maniobra otoñal del tiempo.

 

Cada día

Ya no se declara la guerra,

se prosigue. Lo inaudito

se ha vuelto cotidiano. El héroe

permanece lejos

del campo de batalla. El débil

se ha adentrado en la línea de fuego.

El uniforme del día es la paciencia,

la condecoración, la estrella miserable

de la esperanza sobre el corazón.

Se concede

cuando ya no sucede nada más,

cuando se calla el fragor del combate,

cuando el enemigo se ha vuelto invisible

y la sombra eterna de las armas

cubre el cielo.

Se concede

por la huida ante las banderas,

por el valor ante el amigo,

por la delación de secretos indignos

y el desacato

 

Toma de tierra

Llegué a las dehesas

cuando ya era de noche,

olfateando en los prados la hierba

y el viento antes de levantarse.

Ya no pastaba el amor,

las campanas se habían extinguido

y los haces de hierba endurecido.

En el suelo había un cuerno clavado

por el obstinado animal de guía

hundido en la oscuridad.

Lo saqué de la tierra,

lo alcé al cielo

con todas mis fuerzas.

Para llenar este país

del todo con sonidos

toqué el cuerno,

dispuesto a vivir en el viento venidero

y bajo los tallos ondeantes

de cualquier procedencia.

 

 

Decir oscuro

Como Orfeo toco

en las cuerdas de la vida la muerte

y en la belleza de la tierra

y de tus ojos, que administran el cielo,

solo sé decir oscuro.

No olvides que tú también, de pronto,

aquella mañana, cuando todavía tu lecho

estaba húmedo de rocío y el clavel

dormía junto a tu corazón,

viste el oscuro río

que pasaba junto a ti.

Tensada la cuerda del silencio

en la ola de la sangre,

tocó tu resonante corazón.

Tus rizos se convirtieron

en la oscura cabellera de la noche,

negros copos de sombra

recortaron tu rostro.

Y yo no te pertenezco.

Los dos ahora nos lamentamos.

Pero como Orfeo reconozco

en el lado de la muerte la vida,

y para mí azulea

tu ojo para siempre cerrado.


Escrito por Redacción


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