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El inicio de la lucha por la independencia de México fue encabezada por los grandes próceres de nuestra patria –Hidalgo, Morelos, Josefa Ortiz de Domínguez, Allende, Aldama, Matamoros, entre otros– y con ella dieron vida a los sueños de nuestros ancestros de liberarse del yugo colonial de España. Esa lucha comenzó en el emblemático Dolores, Guanajuato, donde el cura y gran intelectual Miguel Hidalgo y Costilla lanzó el grito: “¡Viva la religión!, ¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡Viva Fernando VII!, ¡Viva la América y muera el mal gobierno!” A lo que el pueblo respondió: “¡Viva la Virgen de Guadalupe y mueran los gachupines!”
La lucha social llevó a los revolucionarios mexicanos a la batalla del Monte de las Cruces el 30 de octubre de 1810, que estuvo precedida por la toma de la Alhóndiga de Granaditas, Guanajuato, Valladolid (hoy Morelia) y Toluca. Las fuerzas insurgentes vencieron, con un contingente de 80 mil hombres, al ejército realista encabezado por Francisco Xavier Venegas. En el Monte de las Cruces, los estrategas militares consideraron oportuna la toma de la Ciudad de México; pero algunos relatos afirman que Hidalgo se opuso para evitar saqueos y muertes en la capital del país. Ahí se inició la tragedia, pues más tarde vino la derrota en la batalla de Puente de Calderón, Jalisco, y el ejército independentista se vio obligado a huir hacia el norte del país, donde Hidalgo fue apresado y llevado a Chihuahua para ser fusilado ahí. Posteriormente, las cabezas de él y los otros héroes de la Patria fueron expuestas en la Alhóndiga de Granaditas para escarmiento de los demás mexicanos.
El 20 de octubre de 1810 fue comisionado por Hidalgo, en Charo, Michoacán, el también cura José María Morelos y Pavón para que hiciera la revolución insurgente en la región sur de México y cumpliera su principal encomienda: tomar el puerto de Acapulco, el cual tenía la mayor relevancia para el comercio exterior. Entre el nueve de febrero y el dos de mayo de 1812, Morelos realizó una exitosa campaña militar en el sur de México, en la que destaca la ruptura del Sitio de Cuautla –hoy estado de Morelos–, que lo posicionó como un gran general y le mereció el elogio de Napoleón Bonaparte, quien declaró: “Denme dos generales como Morelos y conquistaré el mundo”. En Chilpancingo, hoy estado de Guerrero, Morelos organizó el Congreso del Anáhuac, donde el 14 de septiembre de 1813 emitió los Sentimientos de la Nación. El 22 de octubre de 1814 se aprobó, en Apatzingán, la primera Constitución. El gran patricio fue capturado el cinco de noviembre de 1815, juzgado por la Santa Inquisición y fusilado el 22 de diciembre de ese mismo año en San Cristóbal Ecatepec, hoy Ecatepec de Morelos. De los Sentimientos de la Nación rescatamos el siguiente párrafo: “…como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo. Moderen la opulencia y la indigencia”.
Un punto de inflexión en la lucha por la Independencia de México fueron las Cortes de Cádiz de 1812, de las cuales surgió la Constitución Política de la Monarquía Española, conocida popularmente como La Pepa. Esta constitución fue trascendente por su carácter liberal, ya que influyó ideológicamente en el proceso de nuestra independencia. Bajo la égida conservadora del virreinato, los intereses de las clases poseedoras en México, españolas y criollas, se vieron en peligro por el contenido liberal de la Constitución de Cádiz, pues debían mantener el control monopólico de la economía y, por lo mismo, el del mercado regional interno. Por ello, los otrora férreos opositores a la independencia fueron los primeros interesados en efectuarlo y para concretarla, usaron una de sus principales figuras en aquel periodo histórico (1821), Vicente Guerrero, quien junto con Agustín de Iturbide, jefe de los ejércitos virreinales de la Nueva España, a través de una coalición militar formal y el simbólico “abrazo de Acatempan”. Fue así como las clases conservadoras evitaron que hubiera una constitución liberal en México y se firmaron los famosos Tratados de Córdoba con el último Virrey de la Nueva España, Juan O´Donojú. La Independencia de México fue reconocida por España hasta 1836, pero el pueblo mexicano siguió sojuzgado por los criollos conservadores y los españoles radicados en el país. Agustín de Iturbide instauró el primer gobierno, el cual fue tiránico e instituyó como imperio, en 1822, con investidura monárquica autonombrándose Agustín Primero de México. En 1833 llegó al poder Antonio López de Santa Ana y, después de una serie de vaivenes en 1853, los conservadores lo llamaron de su exilio en Colombia y, una vez en territorio nacional, se hizo llamar “Alteza Serenísima” y restauró la Orden de Guadalupe, antesala de una dictadura que daría a luz a una nueva monarquía.
Hoy conmemoramos el 210 aniversario del inicio de la Independencia de México. Aparentemente nos libramos del yugo español, pero lo cierto es que nunca nos hemos liberado internamente del colonialismo. Con el paso de los años y la sucesión de las dos guerras mundiales del Siglo XX (1914-18 y 1939-1945), la cercanía y el poderío económico y militar de Estados Unidos (EE. UU.) ha convertido la antigua dependencia española en estadounidense, por lo que la lucha del pueblo mexicano por su verdadera independencia y la soberanía nacional no ha terminado. Un ejemplo de esa lucha es librada hoy por los pobladores de una región de Chihuahua que están defendiendo el agua de la presa La Boquilla, que pertenece a los mexicanos y los estadounidenses le exigen a Andrés Manuel López Obrador.
Pese a sus más de dos siglos de “independiente”, el mal de males de México sigue siendo la desigualdad, la pobreza y, como consecuencia de éstas, la violencia y la corrupción. A estos lastres se suma la muerte de más de 70 mil mexicanos –entre ellos mi hermana– debido al mal manejo que el gobierno morenista ha dado a la pandemia del Covid-19. Por ello debemos estar alertas y poner manos a la obra. Debemos luchar incansablemente para evitar el camino hacia la dictadura en México, pues además de lo dañinas que han sido para el país en términos de sangre y pobreza, las tiranías no pueden tener un lugar en los rumbos y los tiempos modernos de la democracia.
En vez de hacer rifas inútiles de aviones que no se rifan y que revelan la incapacidad de hacer efectivos los 30 millones de votos que tanto presume Morena, lo que debemos hacer es cambiar el modelo económico por uno que dé empleo a los mexicanos; que suba los salarios para que éstos puedan adquirir la canasta básica; que haga que los que más tienen, paguen más impuestos, de manera que los que no tienen recursos no los paguen y, finalmente, que la política de gasto del gobierno beneficie al pueblo con obras y servicios en sus comunidades –hospitales, carreteras, agua, drenaje, escuelas, etc.– y no obras faraónicas e inútiles. Con estos cuatro ejes, nuestra nación puede combatir de manera efectiva la pobreza, la desigualdad, la violencia y la corrupción.
Aprovecho el aire patrio de este mes para hacer un llamado a la unidad nacional y a que luchemos contra los tiranos en ciernes, como es el caso del gobernador morenista de Puebla, Miguel Barbosa Huerta. También hago un llamado para que juntos luchemos por una Patria más digna, más soberana, más equitativa, más democrática y progresista. El grito de independencia nacionalista, que es parte de nuestra cultura, debemos darlo a pecho abierto, con los majestuosos tonos de nuestro glorioso himno nacional y ondeando nuestra bandera:
¡Mexicanos!, ¡Vivan los héroes que nos dieron patria!, ¡Viva Hidalgo!, ¡Viva Morelos!, ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez!, ¡Viva Allende!, ¡Vivan Aldama! ¡Viva Matamoros!, ¡Viva la independencia nacional!, ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.