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De forma premeditada o no, el hombre ha modificado la genética de diversos animales por medio de la selección artificial con el propósito de obtener comportamientos específicos. Esto se logra a partir de la reproducción entre individuos con características semejantes, por ejemplo, si se trata de perros rescatistas, el hombre cruza razas de perros que muestran mayor empatía y mejor olfato o, si lo que busca es obtener perros de pelea, entonces cruza los más bravos y fuertes. Las distintas habilidades de las razas caninas y los gallos de pelea son los resultados más evidentes de esta selección artificial. En estas especies, los comportamientos persisten incluso cuando el animal no ha sido amaestrado en alguna actividad parecida. Muchos animales domesticados están genéticamente predispuestos a realizar algunas actividades; en contraparte, los animales silvestres han desarrollado su conducta conforme a las presiones de la selección natural.
Los seres humanos también somos animales y nuestro actuar tiene una base genética. Los comportamientos destinados a obtener comida, defender un territorio, proteger a las crías y ganar una disputa por la hembra, son necesarios para propagar el propio material genético; es decir, corresponden a necesidades básicas que nos emparentan con todo el reino animal. El estudio Descubriendo la compleja genética del carácter humano asegura que la personalidad humana es heredable de un 30 al 60 por ciento; que de los aproximadamente 30 mil genes que componen el genoma humano, cerca de mil influyen directamente en el temperamento. Un ejemplo de esto es la serotonina, una hormona identificada con la agresividad.
Sin embargo, el comportamiento, al igual que otras características del individuo, no se determina únicamente por la conformación genética, sino también por las condiciones ambientales (la experiencia, el entorno en que vive, las relaciones personales y colectivas) y la relación genes-ambiente. Pero, de estos factores ¿cuál es el que tiene mayor protagonismo?
Para responder a lo anterior, debemos tomar en cuenta los principales componentes de la personalidad humana: temperamento, carácter, comportamiento y conducta. El temperamento se refiere a las reacciones (instintos y sentimientos) que son innatas del individuo (miedo, coraje, tristeza, alegría, seguridad, nerviosismo, etc.), estas reacciones tienen un fuerte componente genético y diferente grado de intensidad ante determinadas circunstancias. El carácter es ya una reacción conciente (con conocimiento), de acuerdo con las experiencias y la formación del individuo, pero con un alto componente temperamental. El temperamento y el carácter determinan el “cómo somos” de nuestra personalidad. El comportamiento es el conjunto de respuestas (muchas veces inconscientes, automáticas) que el individuo da a distintos estímulos ambientales (como la temperatura, el hambre o diversos peligros), se relaciona con el temperamento, pudiendo considerarse como los instintos más básicos del animal. La conducta, es ya una acción razonada de acuerdo con el medio que rodea al individuo y está estrechamente relacionada con el carácter. De este modo el comportamiento y la conducta determinan el “cómo actuamos” de nuestra personalidad.
Partiendo de lo anterior, es el temperamento la fracción de la personalidad que tiene un fuerte origen genético, podríamos decir que es la parte irracional, instintiva de nuestro actuar. Mucho se ha debatido acerca de que si las personas que cometen actos delictivos son malas por naturaleza o la sociedad las orilló a ello. Al respecto, Marx decía que “El hombre es lo que sus relaciones sociales son”, lo que quiere decir que, en buena parte la conducta, que a su vez está basada en el carácter, se determina por lo que ha vivido el individuo.
En conclusión, si realmente se quiere acabar con los comportamientos humanos que afectan los intereses de la colectividad social, antes deben combatirse las relaciones entre los hombres que solo los impulsan a ver por sus intereses individuales. En otras palabras, el egoísmo y el individualismo son características conductuales del individuo que se catalizan con su situación social. Todos somos animales, pero hay que recordar, el temperamento se hereda, pero el carácter se forja.
Escrito por Perseo Mendoza Moreno
Colaborador