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“Se vive desde el porvenir, porque vivir consiste inexorablemente en un hacer, en un hacerse la vida de cada cual a sí misma”, escribe José Ortega y Gasset en su Carta a un alemán. Esto significa que la vida de cada persona está consignada por el deber de realizar un proyecto de existencia para sí mismo.
Con ello, el filósofo español introduce una caracterización de Goethe. Allí señala que Goethe fue un náufrago de su propia existencia, ignorante de qué sería de él, marcado por muchas fugas: escapes físicos y sentimentales; comienza, dice Ortega y Gasset, huyendo de sus amores juveniles, luego, no termina de ser ministro, ni pintor, ni poeta. A este casi amante le dedica estos versos:
En una casi ciudad
unos casi caballeros
sobre unos casi caballos
hicieron casi un torneo.
Para él, Goethe es un excelente ejemplo de la falta de vocación y un terrible ejemplo de vida auténtica. La vida de Goethe ha generado polémica, tuvo muchas facetas contradictorias y, definitivamente, no todos sus estudiosos lo han enjuiciado igual que Ortega. Pero me interesa aquí destacar únicamente los señalamientos que hace el filósofo español acerca de la indecisión, lejos de verificar el carácter desertor de Goethe. Dicha indecisión, marcada por la personalidad incompleta del individuo, es el mal natural que trae consigo la clase burguesa.
El carácter de la cultura burguesa es destructivo y egoísta, no puede ser compatible con la población entera; de hecho, vive porque explota a la gran mayoría. Esta posición de vacilaciones y ligerezas respecto del porvenir es proclamada en el sistema capitalista en donde el fin es el dinero, su despilfarro y la pérdida de la grandeza humanista; todos los proyectos se abandonan y nadie se concibe como elemento de un colectivo social. Muchos tenemos este conocimiento veraz; hay encuestas que señalan que a la población no le interesan los temas sociales, ni los religiosos, ni mucho menos los políticos. Pero no basta saberlo para combatir la enfermedad; es preciso ir más lejos, allí donde nos evidenciamos inconformes.
La única esperanza para un mejor porvenir es la organización popular. Una vez decididos, comenzada la acción, las exigencias por construir otro mundo no deben morir; para esto es obligatorio prepararnos, encontrar medios, conocer el arsenal de experiencias del pasado. Esto implica edificarnos individualmente, sin perder de vista un objetivo común y sobre todo no cesar en ello.
El ser humano se comprende como un bloque histórico de individuos en relación activa con la sociedad. Concebidos así, somos quienes transformarán el mundo material y moral, hecho que denota un cambio individual. “Transformar al mundo externo –escribe Gramsci– las relaciones generales, significa potenciarse a sí mismo, desarrollarse a sí mismo”. No puede darse una superación individual, si la misma no se hace en consonancia con el colectivo. Entonces, el cambio se produce dialécticamente, no es verdad lo que dicta la educación burguesa, no es viable, pues, que el individuo se desarrolle de forma aislada.
Las relaciones exteriores y los vínculos entre los individuos pueden ser cambiados, debemos erradicar la miseria que padecemos millones, por eso no hay que ceder a la fragmentación de nuestra fuerza política.
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Escrito por Betzy Bravo García
Investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales. Ganadora del Segundo Certamen Internacional de Ensayo Filosófico. Investiga la ontología marxista, la política educativa actual y el marxismo en el México contemporáneo.