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Transcurría la década de los 60 y en la literatura ecuatoriana se dejaban sentir los efectos de un mundo convulso, cambiante, lleno de contradicciones. Era momento de los movimientos revolucionarios en Latinoamérica y la reacción del imperialismo. Las vanguardias irrumpían en las letras hispanoamericanas con su ruptura de las normas y con su reto a la tradición. Surge entonces, en Ecuador, un grupo de poetas que, al influjo de los movimientos antipoéticos de Nicanor Parra y Ernesto Cardenal, se rebela contra la preceptiva neorromántica y propone una poesía coloquial, conversacional, sin rima ni métrica, que rescatara el habla cotidiana.
Este grupo de poetas decidió adoptar el nombre de Tzántzicos, aludiendo al vocablo tzantza, que entre los nativos suhar del Amazonas es la técnica para reducir las cabezas de los enemigos asesinados para convertirlas en trofeos de guerra; se consideraban a sí mismos “parricidas”, por cortar las cabezas de los poetas de la generación anterior, cuya poesía ya no respondía a las nuevas condiciones sociales. Su primer manifiesto poético comprendía cuatro puntos: estar con la Revolución Cubana; hacer una crítica directa de lo que estaba sucediendo en el país; salir del provincianismo; salir de la cerrazón.
A Los Tzántzicos perteneció el poeta ecuatoriano Euler Granda Espinosa (Riobamba, siete de junio de 1935 – Portoviejo, 22 de febrero de 2018). Siendo todavía un estudiante de medicina, y antes de abrazar la profesión de psiquiatra, que ejercería toda la vida, comenzó una fructífera carrera en las letras que lo llevó a ganar los más importantes premios en su país. Entrevistado en 2009, reconocería sentirse más cómodo al ejercer su carrera de médico, profesión que influiría en su poesía “porque en mi calidad de médico psiquiatra he tenido oportunidad de verme con los problemas reales de la gente. El ser humano es una especie de caja de pandora donde usted encuentra todo lo increíble. La poesía que hago en cierto modo es surrealista, o sea, utilizando elementos y experiencias internas del ser humano. Es una ventaja enorme haber sido psiquiatra”.
Desde su título, Poema sin llanto es una síntesis magistral del ideario social de Euler Granda y su grupo: sin lloriqueos, sin la sensiblería lacrimosa característica de sus antecesores (la Generación del Treinta), sin idealizar al nativo americano, sin adornos innecesarios y sin normalizar las injusticias de un orden caduco, denuncia con palabras llanas la bestial explotación de los indios a manos de los patronos de las grandes haciendas, que siguen disponiendo de sus vidas como hace siglos. Juan es un huasicama, que en quechua significa “sirviente” y es el encargado de limpiar la casa del patrón; en el poema simboliza la servidumbre y en su muerte se condensan siglos de humillación y coloniaje. Y mientras hechos como éste sucedan en cualquier lugar de Latinoamérica, la poesía de Euler Grande tendrá absoluta vigencia y debe difundirse entre nuestros pueblos.
Hoy mataron a Juan el huasicama,
lo mataron a palo en día claro,
lo mataron por indio,
porque trabajaba como tres
y nunca sació el hambre,
porque junto a los bueyes
arrastraba el arado,
porque dormía en el suelo
y con su “mala suerte” cobijábase,
porque amaba a la tierra
como la aman los árboles;
lo mataron por bueno
por animal de carga.
Se quedó
de los pies hasta el alma ensangrentado,
se quedó boca abajo
para que los trigales no le vieran
la cara destrozada,
quedó
como las hierbas
después que pasan los caballos
y nadie dice nada;
lo mataron sin que lo notara nadie,
sin que a nadie le importara nada.
El viento persistió en su erranza,
como siempre las aves revolaron,
siguió impasible el soledoso páramo.
No hubo más,
el patrón lo mató
porque le dio la gana.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.