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Este país ha protestado repetidamente en contra de los excesos de las fuerzas de Netanyahu sobre pueblos hermanos, musulmanes, de la región. Ha instado a la acción a los principales financieros del sionismo (los estadounidenses y los europeos), así como a los organismos internacionales; los insta a establecer un alto al fuego en el territorio palestino, pero nadie ha escuchado sus llamados. Nadie toma cartas en el asunto y, por lo tanto, en cuanto el liderazgo de los ayatolas se siente directamente aludido, su Estado se ve orillado a hacerse justicia por propia mano. Ocurrió por primera vez, de manera inédita, en el marco de la primera Promesa verdadera, en abril de este año. En esos días, Teherán bombardeó posiciones estratégicas de los sionistas como represalia contra Israel pues, unos días antes, éste había bombardeado el consulado iraní en Siria. El gobierno de Irán manifestó que esta primera promesa cumplida de contraataque era una muestra pequeña de su poder militar. El Estado de Israel, en cambio, se burló públicamente de sus enemigos y subestimó sus capacidades. En todo caso, lo cierto es que la destrucción que pudieron causar esos proyectiles de la primavera de 2024 apenas pudo ser mermada mediante la intervención directa de las tropas americanas y británicas estacionadas en Oriente Medio.
La advertencia de Teherán era, entonces, muy clara: con sus misiles de abril dio pruebas materiales de que su política internacional no se andaba “por las ramas”. Sin embargo, y a pesar de que la realidad demostró que las defensas de Israel no bastan por sí mismas para detener a Irán, Netanyahu siguió adelante con sus medidas asesinas. Naturalmente, prosiguió a sabiendas de que Estados Unidos lo protege.
Las masacres se han prolongado, incluso, desoyendo las condenas explícitas de la presidencia y los países miembros de la ONU, y sin respetar las fronteras nacionales de los países vecinos. En julio, las fuerzas de Israel asesinaron al líder de Hamás “Ismail Haniya” en la capital iraní, y el viernes 27 de septiembre, en el marco de la intervención militar israelí sobre el Líbano, los sionistas cometieron la estupidez de asesinar en un mismo ataque al secretario general de Hezbolá, Hassan Nasrallah, y al general de brigada iraní Abbas Nilforushan. Esto constituye una escalada mayúscula de la violencia en Medio Oriente y el único culpable es el Estado de Israel, el asesino de los pueblos musulmanes, el ariete pagado y armado con recursos estadounidenses, el provocador tolerado por todas las potencias occidentales desde mediados del Siglo XX.
En consecuencia, la Promesa verdadera 2 no pudo esperar más allá de octubre. La desmedida y el asesinato de inocentes no pueden permanecer impunes. Este ataque fue más contundente. Distintas fuentes, amigas o enemigas de Irán, hablan de entre 200 y 400 proyectiles, lanzados sobre objetivos militares dentro del territorio sionista, en Tel Aviv y Jerusalén. Los estadounidenses, por su parte, intentaron neutralizar la Promesa, pero esto no habría servido de mucho. Si los reportes de los medios afines al gobierno de Teherán son ciertos, un 80 por ciento de los misiles habría acertado en sus objetivos. Para muestra están los videos disponibles del bombardeo, donde se ofrecen imágenes nítidas de una lluvia de fuego prácticamente imparable.
Ya es tiempo de hacer justicia a las víctimas del sionismo. Irán, Líbano y Yemen son los primeros valientes que protestan con fuerza en contra del genocidio palestino. Para detenerlo será necesario que se sumen muchos pueblos del mundo. Lo mejor sería que los ejércitos de los países independientes, reunidos, obliguen a Netanyahu a detener su supremacismo sionista en Palestina.
Entre las necesidades básicas se contemplan servicios de electricidad, sanitarios y agua potable.
En este sexenio, el gasto de la Conafor perdió dos mil mdp.
El agua es un elemento que se encuentra en nuestro cuerpo cubriendo un 40 o 60 por ciento de su totalidad, así como en la Tierra, abarcando un 70 por ciento de ésta.
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El pueblo, que inconscientemente recibe cuentas de vidrio por oro, olvida lo que le quitan, agradece la dádiva, y se está quieto: no hace huelgas para exigir salarios dignos y mejoras laborales, dejando así tranquilos a los capitalistas.
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Dalton subraya en todo momento los conceptos “construcción” y “lucha”.
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Escrito por Anaximandro Pérez
Doctor en Historia y Civilizaciones por la École de Hautes Étus en Sciences Sociales (EHESS) de París, Francia.