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La Rumorosa, Baja California- El Diablito, pintura cuya composición reproduce el fenómeno astronómico del solsticio de invierno, y que se registra puntualmente cada 21 de diciembre, se puede observar en la Zona Arqueológica El Vallecito, en Baja California. En las primeras horas de la mañana, la entrada de los rayos solares al interior del abrigo rocoso llamado El Diablito, marca el cambio de estación.
El complejo se encuentra en los límites del pueblo de La Rumorosa, del municipio de Tecate.
El suceso se produce en ese conjunto rocoso que alberga pinturas rupestres realizadas por los kumiai, grupo seminómada que ocupó esta área para establecer sus chozas, elaborar herramientas, procesar alimentos y plasmar diversos aspectos de su vida y cosmogonía en estas imágenes.
El Diablito, considerada la pintura más importante del sitio, es una figura antropomorfa de apenas 20 centímetros, en color rojo con una especie de antenas. A su lado hay otras figuras en blanco y negro de formas geométricas.
El solsticio era una fecha muy especial en el calendario de los kumiai, porque marcaba el comienzo de la época de frío y la necesidad de abandonar el sitio, debido a que las temperaturas descienden varios grados bajo cero.
Las pinturas rupestres de El Vallecito, cercano al actual poblado La Rumorosa, abarcan un circuito de dos kilómetros. Se calcula que fueron pintadas hace aproximadamente 500 años, de acuerdo con estudios estilísticos, aunque se cree que la incursión de los primeros grupos a la montaña debió ser desde hace mil 500 años, en los inicios del periodo conocido como Prehistoria Tardía.
Se cree que los grupos indígenas de Baja California provienen de la familia lingüística yumana, originaria del Suroeste de Estados Unidos que emigraron a la península hace aproximadamente dos mil años.
Existen en Baja California cuatro variantes lingüísticas yumanas que son: pai-pai, cucapá, kiliwa y kumiai. En la zona de Algodones (municipio de Mexicali) y hasta finales del Siglo XIX, los yuma o quechan también formaban parte de estas variantes, hasta que fueron expulsados de México a Arizona, al ser ocupadas sus tierras por los grandes terratenientes.
Con la llegada de los europeos, los grupos indígenas sufrieron un profundo cambio en su modo de vida.
Actualmente, algunas de estas etnias aún conservan su cultura, costumbres diversas, elaboración de artesanías, y la lengua originaria, aspecto éste que identifica y une a los miembros de una comunidad determinada. Todavía pueden encontrarse hablantes kumiai en las rancherías de Juntas de Nejí, La Huerta, San Antonio Necua y San José de la Zorra, municipio de Ensenada.
Los kumiai estaban organizados en Chumules que se subdividían en bandas seminómadas de veinte a cincuenta miembros emparentados entre ellos. Básicamente recolectores, además de cazadores y pescadores, recorrían un amplio territorio comprendido entre la franja costera, la sierra y las zonas áridas. Cada Chumul tenía un territorio que tradicionalmente habitaba.
Por su amplio conocimiento del medio ambiente y la necesidad de alimentos, sabían perfectamente sobre las temporadas de maduración de las plantas y la reproducción de las especies animales.
Vivieron en asentamientos temporales, como en El Vallecito. Durante el verano hacían recorridos hacia las partes altas de la sierra, cuando maduraban alimentos como el piñón (agosto), pero en el invierno bajaban a las costas del Pacífico y las zonas áridas.
Lo más atractivo en El Vallecito es una concentración importante de resguardos rocosos con pinturas rupestres en un espacio relativamente pequeño.
Las pinturas, esquematizadas en pequeña escala, son de trazos sencillos. Presentan figuras geométricas y humanas, animales y soles. Los principales colores utilizados fueron: rojo, negro, blanco y amarillo. A este estilo de pintura rupestre se le conoce como estilo diegueño representacional y se le ubica en un área al norte de Baja California y en el sur de California, en Estados Unidos. Se le estima una antigüedad de unos mil años, y hasta tiempos muy posteriores al contacto de los antiguos indígenas kumiai con el hombre europeo.
Las pinturas provenían de pigmentos de origen vegetal, animal y mineral, molidos y mezclados con algunas sustancias como agua, aceite vegetal o resinas. Para plasmar los diseños, empleaban sus dedos o una especie de brocha de fibras vegetales.
Al conjunto El Diablito se le considera uno de los más importantes del Vallecito. En el solsticio de invierno (21 de diciembre), un rayo de luz solar penetra al resguardo por la mañana y toca directamente los ojos de la figura humana pintada de rojo, conocida como El Diablito. Esta implicación astronómica muestra el grado de conocimiento que los antiguos pobladores tenían sobre los fenómenos naturales, y marcaba un acontecimiento calendárico ritual.
Este conjunto está formado por dos resguardos pequeños, cada uno de ellos con pintura rupestre. Aparece una figura humana con una especie de raíces que salen de sus extremidades inferiores. Los diseños se presentan en blanco, hechos de un material calizo cernido.
El Vallecito cuenta con una gran variedad de plantas, la típica vegetación de matorral bajo, con especies como el chamizo, la manzanita, el encinillo, la guata y la palmilla, una variedad de agave, el pino piñonero y algunas cactáceas, como el nopal, la choya y la pitayita.
Los grupos seminómadas vivían principalmente de la recolección de especies vegetales de temporada, con un perfecto conocimiento de su ubicación y de los diversos periodos y temporadas de maduración de las plantas. Los principales usos eran como alimento, medicinal, ritual, pigmento y para elaborar cestos y prendas de vestir.
La bellota, el piñón, el agave y el mezquite fueron recursos silvestres de gran importancia en la dieta de los antiguos kumiai. Durante el verano, la abundancia del piñón y la bellota originaban la concentración de las bandas en torno a la cosecha de estos productos. En esa temporada, El Vallecito era un campamento de gran importancia; los grupos recolectaban el piñón maduro y realizaban celebraciones en torno a este acontecimiento.
Los kumiai cazaban algunos animales para complementar su alimentación, basada en los productos vegetales. Su vida seminómada les permitía conocer y beneficiarse de un gran número de especies de la costa, la sierra y los lugares áridos.
De los animales aprovechaban la piel, las plumas y el hueso para elaborar prendas de vestir, tiras para amarres, herramientas y ornamentos de joyería.
Las especies animales que encontramos en El Vallecito son ratones de campo, ardillas, conejos, liebres, gatos monteses, víboras de cascabel, camaleones, perdices, pájaros carpintero y bellotero, entre otros.
Las pinturas rupestres y los petrograbados no constituyen un lenguaje escrito, sino una forma de comunicación de mensajes que quizás estuvieron relacionados con ciertos conocimientos, seres mitológicos y puntos geográficos. Su origen se remonta a antes de la llegada de los españoles a la región; sin embargo, en algunos sitios se observan cruces, quizás de origen religioso, y hombres montados a caballo, que fueron hechos después del hombre no indígena.
Es muy difícil desentrañar el significado de las pinturas. ¿Sería éste un sitio ceremonial?
Los acontecimientos más sobresalientes de la vida de los grupos nómadas eran celebrados con rituales, como en los casos de la abundancia de alimentos, la iniciación a la pubertad en los adolescentes, los cambios de estaciones del año y la cacería exitosa de especies animales. Durante sus ceremonias, bailaban y cantaban.
El origen y significado de las pinturas no se conoce con exactitud. Los diseños son en cierta manera expresiones simbólicas o una forma de transmitir mensajes referentes a situaciones sobrenaturales y personajes mitológicos.
Las cestas de junco y sauce se usaron principalmente en tareas cotidianas, como contenedores de la recolección, transporte y almacenaje de alimentos. Para manufacturarlos, se empleaban materiales silvestres como hojas y ramas de arbusto y zacate con la técnica de entrelazado mediante cadena espiral.
Aún hasta nuestros días, las mujeres kumiai de la comunidad de San José de la Zorra conservan esta tradición y elaboran los cestos con las fibras vegetales originales. Los de sauce, el chicuín (granero), se usan como recipiente para almacenar piñón, bellota, maíz y diversos granos. Los de junco son el sawil y el jilú; el primero (de forma circular, plana y grande) se utilizaba para cernir. El segundo, en forma de tazón, como contenedor.
La pintura rupestre de la región en la que se encuentra El Vallecito pertenece a un estilo que se llama diegueño representacional, y consiste en figuras de forma humana y de animales, además de geométricas. Generalmente son pequeñas y rara vez alcanzan el tamaño natural; son semejantes a las que se encuentran en la porción media de la península de Baja California. Los colores preferidos eran blanco, negro y rojo, que se elaboraban a partir de minerales como el yeso, dióxido de manganeso y hematita. En ocasiones, como es el caso de las pinturas en este resguardo, se utilizaban también el amarillo y el anaranjado.
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Escrito por Froilán Meza
Colaborador