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La sociedad produce diariamente millones de mercancías que son vendidas y compradas en el mercado, donde vendedores y compradores utilizan el dinero como intermediario. El dinero no siempre ha existido. Hace muchos siglos fue inventado para propiciar el intercambio de productos útiles entre grupos humanos, especialmente cuando el trueque ya no fue eficiente para cubrir las necesidades de éstos.
El hombre se sirve de la naturaleza y la transforma para proveerse de los objetos que necesita. Cuando los homínidos antropomorfos, antepasados del hombre actual, descendieron de los árboles, se valieron de instrumentos como piedras y palos para obtener comida y defenderse de las fieras. Fue entonces cuando el hombre empezó a transformar el entorno material, a acelerar su propia evolución y a ser capaz, como ahora lo hacen, de mandar misiones espaciales al planeta rojo.
La transformación de la naturaleza otorgó al hombre primitivo la posibilidad de desarrollarse como especie al cabo de un largo periodo histórico, durante el cual debió cubrir varias etapas: el salvajismo, la barbarie y la civilización. En ese largo proceso ha producido muchas mercancías que hoy día se han perfeccionado. En la etapa primitiva, el hombre fue recolector y cazador; después, domesticó ciertas especies animales y vegetales, lo que permitió crear la ganadería y la agricultura.
Fue en este periodo cuando aparecieron algunos excedentes de producción, específicamente en la ganadería, como fue el caso de las pieles y los productos de leche. Esto originó el trueque, es decir, el simple intercambio de un producto A por otro B (por ejemplo, pieles por sal). Con el paso del tiempo, los excedentes de producción en monto, diversidad de productos y cantidad de transacciones provocaron que el trueque resultara ineficiente en los intercambios. Esto produjo la aparición del dinero.
El dinero surgió de formas múltiples en las culturas antiguas: entre los griegos de la época homérica, fue el ganado; entre los mexicas, el cacao; entre los japoneses, las cabezas de flecha hechas con piedras preciosas, etcétera. El papel de estos objetos fue el de servir de intermediarios en el intercambio de productos. Las personas ya no tenían que fijar qué cantidad de sal debía intercambiarse por cierta cantidad de pieles, sino que acudían al mercado con sus pieles o con su sal y a cambio recibían dinero, cacao, ganado o cabezas de flechas, que operaban como dinero. Este nuevo mecanismo hizo más eficiente el intercambio de productos.
El dinero que usaron las sociedades de las antiguas culturas ahora ya no lo es; pero el que usamos hoy día sirve, en lo esencial, para lo mismo; en primer lugar, porque mide o representa el valor de las mercancías. En la actualidad –a diferencia de los 20 cacaos que equivalían a una navaja de pedernal–, 200 mil pesos equivalen a un vehículo automotor. Es decir, el dinero sirve para representar el valor de una mercancía; cuando se piensa en el costo comercial de un vehículo, se piensa en 200 mil pesos, no en términos de toneladas de maíz u otras mercancías.
En segundo lugar, sirve como medio para vender las mercancías. Esto significa que el dinero es el intermediario entre el comprador y el vendedor. A estas dos funciones fundamentales puede agregarse la del atesoramiento, cualidad con la que es posible convertir materiales preciosos en dinero, lo que era imposible hacer con el cacao o el ganado porque eran objetos perecederos.
El dinero basado en objetos perecederos (cacao, ganado, etc.) y el dinero que se conoce en la actualidad tienen su respaldo en la confianza asignada por los participantes del mercado, donde se intercambian productos o mercancías. En la antigua sociedad mexica, el cacao fue un objeto que se impuso como dinero por convención de los mercaderes, quienes estuvieron de acuerdo en que ese sería el objeto con el que tenían que equipararse los demás productos para su venta y compra.
Con el desarrollo de las sociedades y avance de la técnica en la producción, también evolucionó la forma en que debía ser el dinero, hasta que llegó a representarse con los metales preciosos como el oro, la plata y el cobre. Estos materiales fueron elegidos por la sociedad debido a su rareza, maleabilidad, fácil transportación y atesoramiento.
El dinero en la sociedad moderna sirve para comprar, medir el valor de las mercancías y para atesorarlo; estas cualidades funcionan así porque el dinero tiene el respaldo de la sociedad. Es decir, el dinero es reconocido y usado por todos como tal. En México, por ejemplo, se usa el peso, que emite el Banco de México (Banxico) basado en ciertos cálculos, a su vez, basados en la producción de bienes. Una vez puesto en circulación, ese dinero es usado por cualquier persona sin cuestionarlo. En Estados Unidos (EE. UU.) se usa el dólar, que emite la Reserva Federal de ese país y su uso en el mundo entero es incuestionable por la credibilidad que brinda la economía número uno del planeta. El dinero está respaldado por la producción y la credibilidad que obtiene de las sociedades y las economías de cada país.
En la era moderna, el dinero sirve esencialmente para comprar mercancías a lo largo y ancho del planeta. Ha tenido una larga evolución histórica, ya que primero consistió en objetos perecederos, luego en metales preciosos y ahora en billetes que, por sí mismos, no tienen valor, pero éste le es asignado por la producción de bienes y la confianza que lo respaldan.
En la moderna sociedad globalizada y conectada por Internet, han aparecido las criptomonedas. Éstas, como su nombre lo indica, representan dinero en la Internet de forma criptográfica, es decir, están escritas en un lenguaje cifrado que tiene el propósito de ser ininteligible y que solo puede ser descifrado por un experto en computación. Las criptomonedas son lanzadas a la red de Internet, controladas por sus desarrolladores y utilizadas y aceptadas entre los miembros de esta comunidad virtual; no tienen el respaldo de una institución bancaria privada ni de gobierno, lo que permite que los pagos y las operaciones se realicen directamente entre el que compra y el que vende sin el uso de ningún tipo de intermediario.
Este dinero no es distinto, en sus funciones, al dinero antiguo y al dinero convencional de la era moderna: una criptomoneda también sirve para comprar y vender bienes o servicios en la red de Internet; para medir el valor de un bien o servicio o para ser atesorada. Aunque no tienen el respaldo de un banco o gobierno, existe una comunidad de personas en la red que la respaldan; es decir, aceptan ese dinero como su medio de cambio. Esta aceptación empezó como una forma de pagar una ayuda o favor a otro programador, cuando el aceptante admitía que en el futuro podría necesitar también algún tipo de ayuda. El crecimiento de la red de interacción con las criptomonedas se extiende cada vez más hasta alcanzar el grado en el que no solamente los programadores informáticos interactúan con ellas, sino que se abrió al público en general.
Es en este concierto de criptomonedas donde hace su aparición la más famosa de ellas: el bitcoin. Fue creada en 2009 por Satoshi Nakamoto, aunque no se conoce a ciencia cierta su identidad real; existe una cantidad limitada de bitcoins en la red y la forma de generar más en la red debe ser mediante el desciframiento de mensajes (problemas criptográficos), o lo que algunos llaman minería de datos (haciendo alusión a la extracción de metales preciosos como el oro). Esta cualidad limitada, el respaldo de una comunidad cada vez más grande y la demanda creciente de esta moneda, han posibilitado que el bitcoin se posicione como una de las criptomonedas más exitosas.
La manera de obtener bitcoins puede darse mediante tres formas: cuando un experto informático resuelve un problema criptográfico en la comunidad virtual y así obtiene una recompensa en esa moneda; cuando se venden bienes y servicios en la comunidad que tiene bitcoins y que alguien esté dispuesto a pagar con esa moneda; y cuando se adquiere la moneda a través de la compra directa, es decir, si alguien tiene alrededor de 700 mil pesos, puede adquirir un bitcoin.
Existen empresas que se dedican a comprar o vender criptomonedas, aunque no todas son seguras. En las dos primeras formas de obtenerla, se necesita tener formación informática; en la tercera, basta con tener dinero y ser lo suficientemente cauteloso para no ser timado por estafadores, pues esta última forma se reduce a la simple compra y venta como si de cualquier otra divisa o mercancía se tratara.
Bitcoin es una moneda que surgió con la idea de descentralizar las operaciones monetarias; es decir, realizar operaciones fuera de la vigilancia y del cobro de impuestos de los bancos centrales. Un plus que a muchos encanta es que tiene dos cualidades: el anonimato del que paga y recibe bitcoins y, a la vez, el rastreo de cada uno de los movimientos de bitcoins desde su origen hasta su última transacción.
Estas características hicieron que el bitcoin obtuviera una credibilidad galopante entre una comunidad cada vez más grande. En 2014, un bitcoin valía 860 dólares (alrededor de 18 mil pesos) y el volumen de transacciones por día era de 22 millones 489 mil 400 dólares. En julio de 2021, el valor de un bitcoin asciende a 32 mil 917 dólares (alrededor de 700 mil pesos) y el volumen de las transacciones (compra y venta) es de 24 mil 73 millones 267 mil 400 dólares (éste es el equivalente al Producto Interno Bruto (PIB) anual de El Salvador).
Pero ésta no es la única criptomoneda; además de ella, hasta el 12 de julio de 2021, existían 10 mil 861 con una capitalización de un billón 361 mil 428 millones 817 mil 93 dólares (equivalente al PIB anual de España 2020) y un volumen de transacciones por día de 62 mil 210 millones 245 mil 647 dólares (equivalentes a el PIB de Angola en 2020).
La progresiva credibilidad del bitcoin no es necesariamente buena, pues en su corta vida ha demostrado que su precio puede fluctuar abruptamente. Así, cuando Elon Musk vendió sus bitcoins, rápidamente disminuyó el precio de la moneda, porque los otros poseedores de la comunidad también decidieron deshacerse de ellas; es decir, inundaron el mercado con las ofertas de venta, lo que provocó que el precio disminuyera. Con el mismo personaje ocurrió lo contrario cuando decidió comprar bitcoins, los demás siguieron su ejemplo, demandaron la criptomoneda y el precio subió de forma exorbitante.
La fluctuación abrupta en el precio del bitcoin provoca que muchas personas pierdan dinero y unos cuantos, los que controlan la red de información, ganen lo que los demás pierden. En la ruleta rusa que significa comprar y vender bitcoins, el daño no se queda en la red virtual, pues sus tentáculos (que son la compra y venta de bitcoins de quienes no son expertos informáticos), de donde obtienen dinero contante y sonante, están absorbiendo riqueza de la economía real, es decir, de la riqueza que se produce en la fábrica y en el campo.
Puede afirmarse con certeza que el mecanismo de operación del bitcoin no es para nada inocente y que sus operaciones pueden ser catalogadas como especulativas en las prácticas financieras; pues, aunque es cierto que tiene algún grado de respaldo en la compra y venta de bienes reales, en la red de Internet, sus ganancias más significativas se obtienen con la fluctuación del precio en la moneda.
El dinero convencional, comparado con el bitcoin (dinero virtual), tiene funciones prácticamente iguales: ambos compran y venden, y miden el valor de las mercancías; pero en la forma de operación es donde radica el peligro del segundo: no tiene regulación, lo que lo lleva a que su precio sea fluctuante y su grado de especulación exorbitante. Lo grave de ello es que quienes obtienen ganancias de estas transacciones están perjudicando a las personas que tienen un vínculo con la economía real, es decir, los que invierten su dinero de ahorro pensando en que podrán hacerse millonarios sin saber que lo pueden perder todo.
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Escrito por Rogelio García Macedonio
Licenciado en Economía por la UNAM.