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La pregunta es sugestiva y quizás esperada, pero no a partir de ayer sino desde hace mucho tiempo, cuando la mayor parte de la humanidad fue limitada a aportar su fuerza creadora a través del trabajo y se vio desprovista de lo más elemental para sobrevivir, por lo que quedó condenada a depender de otros. ¿Devolver a los pobres lo robado? Sí, pero no solo para un acto de justicia limitado, sino fundamentalmente para frenar la gran desigualdad que prevalece en el mundo, que se ahonda cada día más, ya que el uno por ciento de los magnates acapara 50 por ciento de la riqueza, en tanto que 50 por ciento de la población pelea por el uno por ciento de la riqueza mundial.
La continuidad por este mismo camino ha dejado ya huellas terribles en la sociedad y en la naturaleza. Por eso debemos festejar que nuestro país se haya puesto a la vanguardia internacional –¡por increíble que parezca!– cuando en días pasados el Presidente de la “Cuarta Transformación” en una de sus ocurrencias mañaneras anunció la creación del Instituto para Devolver lo Robado. El polémico instituto se encargará de subastar los bienes decomisados a políticos corruptos y a narcotraficantes con riquezas mal habidas; con los mil 200 millones de pesos que se calcula van a recuperarse, se podrán mejorar escuelas públicas, comprar ambulancias, rehabilitar caminos y financiar otras obras sociales, según el proyecto presidencial.
Pero veamos más de cerca por qué este programa ha causado tanto revuelo. Supongamos que el instituto va a devolver efectivamente a los pobres lo robado. Sin embargo, surgen algunas inquietudes respecto a su funcionamiento. Por ejemplo: ¿Quién determinará los criterios legales para recuperar lo robado y hacia dónde se canalizarán dichos recursos?
Así como se plantea, parece que solo se trata de un doble juego para retener el poder y ganar adeptos, ya que por un lado puede ser utilizado como un instrumento para mantener a raya a los adversarios políticos y, por otro, para entretener a las grandes mayorías que, manipuladas por los medios de comunicación, estarán atentas a ver cómo se despoja del dinero mal habido a los “malhechores”, mientras esperan que algunas migajas caigan sobre sus áridas vidas.
La otra razón para desconfiar de la medida, se halla en el hecho de que los primeros meses del gobierno de la “Cuarta Transformación” no han resultado conforme a lo que prometía el eslogan de campaña “Primero los pobres” y el pueblo ha empezado a cuestionar. Y eso se debe a que, si bien es cierto que los apoyos asistencialistas se han multiplicado y algunos de ellos han duplicado su monto, sobre todo los destinados a la población votante, otros grupos de la población nacional han quedado fuera de los programas del Gobierno Federal.
Entre ellos destacan las personas que contaban con Prospera, el Seguro Popular y las Estancias Infantiles, mientras que en las instituciones públicas de salud –entre ellas el IMSS, cuyo primer director se vio obligado a renunciar– los medicamentos escasean porque el Gobierno Federal les ha reducido sus presupuestos. ¿Y qué decir, además, de los cientos de miles de trabajadores federales que se han quedado desempleados, incluyendo a muchos médicos con años de experiencia? ¿O de la inseguridad pública que ya nos ha alcanzado a todos, debido a la violencia extrema y la impunidad con que actúan los delincuentes?
Y si a ello agregamos que las obras de infraestructura y servicios básicos en las colonias populares y las comunidades rurales se han detenido, tenemos elementos suficientes para considerar que la creación del mentado instituto servirá para otros fines y no para devolver lo robado a los pobres, porque los pobres ahora, como antes, no son la prioridad.
La decepción toca a la puerta; los “inmaculados”, los libres de corrupción, pese a su pasado corrupto, sin mucha discreción, han empezado a mostrar que sus prácticas no son tan honestas. Para un gobierno que sigue insistiendo en que la corrupción es el gran problema de México, no obrar en consecuencia es cavar su propia tumba. Alardear de que ahora se está saneando el poder político separándolo del poder económico, es pecar por ignorante y trasquilar la realidad.
De ahí que el Presidente persiga con tanto ahínco a los funcionarios corruptos, sin entender que los funcionarios son tan solo una parte del problema y que la expresión principal, o la raíz misma del mal, se halla en el modelo económico, que no distribuye la riqueza a quienes la producen y que en este proceso el gobierno juega el papel de legitimador del gran robo que la clase privilegiada comete contra el pueblo mexicano. Y a la clase rica no se le ve ninguna intención de devolver nada de lo que diariamente roba al pueblo.
Por tanto, si después de tanta faramalla con el show de la corrupción, el pueblo logra entender dónde reside el verdadero problema de su pobreza, todos habremos ganado. Entonces agradeceremos al “ganso mayor”, porque con cada una de sus acciones nos ha brindado los elementos objetivos, aunque dolorosos, para educar al pueblo mexicano.
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA