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Ensayista, narrador, periodista y poeta, el venezolano Aquiles Nazoa (Caracas, 17 de mayo de 1920 - 25 de abril de 1976) goza en su patria de una gran popularidad y puede considerársele, como diría su coterráneo Ludovico Silva, “uno de los más grandes poetas humorísticos de nuestra lengua (...) Ha sido el único poeta venezolano que habló directamente a los desheredados, a los marginales, a los miserables y también a esas clases medias que tienen un pie en el barro y el otro en el primer peldaño de la escala social. Sus versos, entre cómicos y sentimentales, son la expresión más transparente y menos falsa que existe, en el plano poético, no solo de las costumbres, gustos, decires, prejuicios, amores y dolores de los sectores venezolanos que sufren con mayor inclemencia la aberración histórica del subdesarrollo; sino lo que es más: expresan con perfecta nitidez la lucha de clases en Venezuela, que es muy semejante a la de otros países de América Latina”.
Nacido en el seno de una familia humilde en la capital venezolana, su formación inicial fue autodidacta y desde muy joven desempeñó numerosos oficios para garantizar el sustento familiar; fue aprendiz de carpintero y de minería, botones, telefonista, empleado, guía de turistas y empaquetador del diario El Universal, donde pasaría a ser corrector de pruebas, reportero y corresponsal, colaborando desde entonces en numerosas publicaciones, y participando en la fundación de varias de ellas. En 1940 fue acusado de “difamación e injuria” por criticar, desde el diario El Verbo Democrático, la indolencia de las autoridades de Puerto Cabello en el combate a la malaria. Conoció la filosofía marxista desde muy joven y de 1956 a 1958 vivió en el exilio por oponerse al régimen de Marcos Pérez Jiménez. En sus poemas dejó constancia de su solidaridad con la Revolución Cubana, de su admiración por Fidel Castro y de su vocación de poeta popular.
POETA DE SU HORA
Yo cantaba la lluvia y los membrillos,
yo cantaba las flores de la tierra;
mi corazón fue niño por la sierra
coleccionando ramos amarillos.
Pero escuché la voz de los sencillos
campesinos y obreros de mi tierra
y vi sobre el amor venir la guerra
con su turbión doliente de cuchillos.
¡Ay, todo era combate, sangre y muro!
¿Cómo pudo esta sorda mano mía
cultivar su clavel entre las balas?
¡Cambiar quiero mi plata en plomo duro!
¡Quiero poner mi armada poesía
al lado de los picos y las palas!
En su Credo, Nazoa se adhiere a los valores humanos más elevados, como la belleza, el poder transformador del arte, la esperanza, fantasía, consuelo, renacimiento, libertad, serenidad, valentía, aventura, fidelidad, entusiasmo, elocuencia, solidaridad, perseverancia, amistad y en la capacidad del amor para elevar al hombre más humilde; valores todos representados por otros tantos personajes reales o imaginarios.
Creo en Pablo Picasso, Todopoderoso, Creador del Cielo de la Tierra;
creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones,
que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo,
pero que cada día resucita en el corazón de los hombres;
creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de la vida perdurable;
creo en los grillos que pueblan la noche de mágicos cristales;
creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su rueda
[maravillosa,
creo en la cualidad aérea del ser humano,
configurada en el recuerdo de Isadora Duncan abatiéndose
como una purísima paloma herida bajo el cielo del Mediterráneo;
creo en las monedas de chocolate que atesoro secretamente
debajo de la almohada de mi niñez;
creo en la fábula de Orfeo, creo en el sortilegio de la música,
yo que en las horas de mi angustia vi al conjuro de la Pavana de Fauré,
salir liberada y radiante a la dulce Eurídice del infierno de mi alma;
creo en Rainer María Rilke, héroe de la lucha del hombre por la belleza,
que sacrificó su vida por el acto de cortar una rosa para una mujer;
creo en las flores que brotaron del cadáver adolescente de Ofelia;
creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar;
creo en un barco esbelto y distantísimo
que salió hace un siglo al encuentro de la aurora;
su capitán Lord Byron, al cinto la espada de los arcángeles,
y junto a sus sienes un resplandor de estrellas;
creo en el perro de Ulises,
en el gato risueño de Alicia en el país de las maravillas,
en el loro de Robinson Crusoe,
en los ratoncitos que tiraron del coche de la Cenicienta,
en Beralfiro el caballo de Rolando,
y en las abejas que laboran en su colmena dentro del corazón de
[Martín Tinajero;
creo en la amistad como el invento más bello del hombre;
creo en los poderes creadores del pueblo;
creo en la poesía y en fin,
creo en mí mismo, puesto que sé que alguien me ama.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.