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El 14 de febrero de 1972, México estableció relaciones diplomáticas con la República Popular China. Como antecedente, el cinco de noviembre de 1971, el presidente Luis Echeverría pronunció un discurso con el que propone recibir “a los representantes de la nación que alberga en su territorio la cuarta parte de la población mundial: la República Popular China y su consecuente ingreso al sitio que le corresponde en el Consejo de Seguridad”, escribió Emilio O. Rabasa. Por su parte, el presidente de Estados Unidos (EE. UU.), Richard Nixon, mediante una llamada telefónica al presidente Luis Echeverría y al embajador, solicitó que votaran en abstención el ingreso de China a la Organización de las Naciones Unidas (ONU); ello implicaba la expulsión de Taiwán de la ONU, pues históricamente Taiwán ha pertenecido a China, pero después de la Revolución China, EE. UU. inició su labor de división contra el gran país de Oriente.
Aunque México votó en abstención como lo indicó el presidente Echeverría, la resolución de los EE. UU. de admitir a China, pero mantener a Taiwán como país no fue aprobada; Emilio Rabasa, en una de las casetas telefónicas de la ONU, pues no había teléfonos celulares, con argumentos sólidos, explicó al presidente mexicano la importancia de aprobar la resolución de que China se incorporara de pleno derecho a la ONU, ocupara su lugar en el Consejo de Seguridad y ya no se considerara a Taiwán como país aparte; pues es y ha sido históricamente parte integrante del gran país oriental; logró convencerle e instruyó que votara a favor de la disposición.
Pasó así la resolución AGONU 2758(26) que a la letra afirma: “Restitución de los legítimos derechos de la República Popular China en las Naciones Unidas.
“La Asamblea General
“Recordando los principios de la Carta de las Naciones Unidas,
“Considerando que la restitución de los legítimos derechos de la República Popular de China es indispensable para salvaguardar la Carta de las Naciones Unidas y para la causa que la Organización ha de servir de conformidad con la Carta,
“Reconociendo que los representantes del Gobierno de la República Popular de China son los únicos representantes legítimos de China en las Naciones Unidas, y que la República Popular de China es uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad,
“Decide restituir a la República Popular de China todos sus derechos y reconocer a los representantes de su Gobierno como únicos representantes legítimos de China en las Naciones Unidas, así como expulsar inmediatamente a los representantes de Chiang Kai-shek del puesto que ocupan ilegalmente en las Naciones Unidas y en todos los organismos con ellas relacionados.
“1976a. sesión plenaria,
“25 de octubre de 1971”.
Éste es el contenido de la histórica resolución aprobada por 76 votos a favor, 35 en contra y 17 abstenciones. México votó a favor con Canadá, Chile, Cuba, Ecuador, Guyana, Perú y Trinidad y Tobago del continente americano. EE. UU., por supuesto, votó en contra, pero perdió. Al año siguiente, el 14 de febrero de 1972, México y la República Popular China establecieron relaciones diplomáticas plenas, mediante una declaración conjunta firmada por Alfonso García Robles quien, de 1971 a 1975, fuera embajador de México en las Naciones Unidas, y el representante chino en la ONU, el señor Huang Hua. Previamente, como una acción valiente y consecuente del servicio diplomático mexicano, conforme a la anterior resolución, se habían roto relaciones diplomáticas con Taiwán.
Debe, asimismo, recordarse que EE. UU. inició relaciones diplomáticas con la Republica Popular China hasta 1979, siete años después que México, y fue Deng Xiaoping el primer ministro, quien visitó Washington y formalizó las relaciones China-EE. UU., con lo que se impulsó la estrategia llamada “Reforma y Apertura”.
Se cumplen 51 años de relaciones diplomáticas este 14 de febrero; y vale la pena que nos pronunciemos a favor de ello y que no pase desapercibido el acontecimiento histórico. Debemos recordar que, en 1972, EE. UU. impuso una cuota arancelaria contra las mercancías mexicanas que se exportaban a su territorio, con lo que golpeaba la economía nacional. Ante ello, el gobierno de Echeverría vio la oportunidad de abrirse a los mercados internacionales y no depender solo de nuestro vecino del norte. Fue así que México impulsó nuevas relaciones y se consolidó en un proyecto de intercambio diplomático-comercial que no le hiciera depender exclusivamente de EE. UU.
Hoy EE. UU. quiere, como lo hizo desde 1972, controlar todavía al mundo con una visión unipolar; y somos testigos del escándalo que acaba de hacer, para usarlo como pretexto, por un inocente globo de investigación climática, cuando China, prudente como ha sido, no ha hecho gran escándalo, aun cuando 11 globos estadounidense del mismo tipo han pasado por encima del territorio chino. Precisamente por ello está bien que China, con espíritu pacifista, busque la salida serena y sensata a los conflictos mundiales; sin embargo, debe saber que EE. UU. no tiene amigos, que solo tiene intereses; y en la primera oportunidad golpeará a China, sea mediante amenazas a la soberanía con la presencia de Nancy Pelosi o por la vía económica: impidiéndole adquirir microchips o comercializar productos en algunos mercados internacionales, como sucedió con Huawei; pero, sobre todo, debe tener presente la amenaza militar y estar lista para su enérgica defensa. Efectivamente, desde mi modesto punto de vista, China debe estar lista para defender lo que con tanto esfuerzo, sudor, sangre y lágrimas ha construido desde la revolución de 1949 hasta la fecha y, por lo mismo, sin promover la guerra estar lista para lo que venga, con sus avances y su gran pueblo guerrero, que sabrá defender su soberanía; es conveniente que se sume a los esfuerzos rusos para frenar al beligerante gobierno norteamericano que no dudará en atacar a China si así conviene a sus intereses.
Pues bien, gracias a aquellas circunstancias, hoy México tiene una sólida relación diplomática con China, es decir, con la nación que, hoy por hoy, es la segunda potencia del mundo. No podemos ni debemos pasar desapercibidas estas fechas y debemos recordar nuestra relación con China. Por ello, debemos saludar fraternal y combativamente al pueblo chino, a su gran Partido Comunista y a su presidente Xi Jinping por estos 51 años de relaciones diplomáticas modernas en el afán de construir un mundo multipolar, desarrollado, equitativo y en paz por el bien de los trabajadores de todos los pueblos del mundo.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.