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Las conquistas de la “Cuarta Transformaciónˮ
El gobierno de Morena no es el gobierno de los pobres, sino de un grupo de políticos que sirve bien a las clases más poderosas de México y es un régimen que tiene fuertes inclinaciones al autoritarismo.
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Muy seguramente fue sin intención, pero los autores intelectuales de la portada del diario La Jornada del pasado domingo 18 de abril lanzaron a sus lectores un irónico mensaje. Del lado izquierdo, ocupando una buena parte de la página, apareció, en una fotografía, el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, posando con el empresario más importante de México, el señor Carlos Slim Helú, al lado de una imponente ceiba. El obligado pie de la fotografía precisaba que el encuentro entre ambos personajes había tenido lugar en la propiedad del Presidente en Tabasco y que tuvo como propósito central revisar los avances en la obra del Tren Maya para el turismo, obra pública insignia del régimen en la cual las empresas del señor Slim participan en la construcción de casi la mitad del recorrido. Sin duda, una importante junta de negocios.

Exactamente al lado derecho de la elocuente fotografía, ocupando un espacio del mismo tamaño, los lectores tuvieron a la vista la cabeza de una nota que decía: Se triplicó la captación de remesas en las zonas más pobres, nota en la que se da cuenta de la persistente existencia de zonas en las que habitan mexicanos dramáticamente pobres. En el diario no se exhibían dos méxicos, como suele decir alguna gente, se mostraba sin adornos, uno solo porque una parte de él existe, precisamente porque existe la otra y ahí quedaron retratados para siempre en la portada de un importante diario de circulación nacional.

¿Qué impacto tendrá el famoso Tren Maya en la erradicación de la pobreza de los pobladores de las zonas de su recorrido? Es justificado preguntarlo porque la consigna mayor del régimen lópezobradorista ha sido desde su campaña, “Primero los pobres”. Nadie se ha aventurado a pronosticarlo ni ha presentado un proyecto al respecto. Por lo demás, la verdad, la verdadera transformación consiste que ése no es, ni con mucho, el propósito de esa multimillonaria inversión pública que está proyectada para favorecer a los grandes negocios transnacionales de la llamada industria del ocio. Cabe agregar que tampoco está plenamente demostrada la viabilidad económica del proyecto, cuáles podrán ser sus egresos, cuáles sus ingresos, cuál su utilidad y en qué plazo se recuperará la inversión. Nadie se sorprenda si nunca llega a ser un negocio rentable, al fin que costó dinero de los mexicanos y no de algún particular.

No se mide ni se prevé impacto en la erradicación o, cuando menos, en la disminución de la pobreza en la región, porque ése no es el propósito de esta administración gubernamental. “Primero los pobres” solo es arma de manipulación. Así como no se han dado a conocer nunca tampoco los resultados palpables en la reducción de la pobreza (dejémoslo en “reducción”) como consecuencia de las ayudas en dinero que se les otorgan con tanta publicidad a ciertos sectores de la población o los resultados, el impacto en el mismo sentido, del combate a la corrupción oficial que se realiza también bajo intensa cobertura mediática. No se exhiben resultados porque no hay resultados. El combate a la desigualdad nunca fue objetivo del régimen lópezobradorista.

La otra nota de La Jornada nos ilustra. Dice así: “El pasado fue un año sin precedente en el flujo de remesas a México. Sobresalió el esfuerzo de los migrantes originarios o que tienen familiares en los municipios más pobres del país, pues el dinero que mandaron a sus familias registró un aumento promedio de 180 por ciento, respecto del ejercicio previo, revelan datos oficiales. Cifras del Banco de México (BdeM) indican que en 2020 los 10 municipios más desamparados del país, donde 95 por ciento de sus habitantes viven en pobreza extrema, recibieron en conjunto remesas por 2 millones de dólares, cuando un año antes apenas sumaron 710 mil dólares”.

O sea, que no son las ayudas en dinero las que sostienen a estos mexicanos ni mucho menos el publicitado combate a la corrupción. Es la fuerza de trabajo de los padres y madres y hermanos y hermanas mayores de estas familias lo que les da algo de comer, solo que esta fuerza de trabajo se vende a miles de kilómetros de distancia, a donde viajan los pobladores, muchas veces para ya no regresar vivos nunca más. Ni con estos municipios ha podido operar su transformación la “Cuarta Transformación”. En estos municipios, de cada 100 habitantes, 95 no tienen recursos suficientes para adquirir la canasta básica de alimentos, no cuentan con servicios tan elementales como la electricidad o el agua potable, menos aún con servicios médicos o escuela digna. Y la nota periodística los identifica: Santos Reyes Yucuná, Santa María Zaniza, San Juan Ozolotepec, Coicoyán de las Flores, San Simón Zahuatlán, en Oaxaca; y, Aldama, Chanal, San Juan Cancuc, San Andrés Duraznal y Nicolás Ruiz, en Chiapas. En ellos, las familias, no los individuos, no cuentan con un ingreso mínimo de 39 pesos diarios que es lo que considera el Banco Mundial como el nivel de pobreza extrema.

Difícilmente el diario citado podría ser catalogado por el Presidente en su personal clasificación de los mexicanos, como conservador, fifí o enemigo de su gobierno. Solo divulgó la realidad, la agresiva verdad. A nadie debe sorprenderle. El gobierno de Morena no es el gobierno de los pobres, es el gobierno de un grupo de políticos que sirve –y sirve bien– a las clases más poderosas de México y es un régimen que tiene fuertes inclinaciones al autoritarismo, porque lo considera esencial para cumplir con su encomienda. La clase poderosa lo mira y lo tolera complacida. Ahora se amenaza al Instituto Nacional Electoral porque ejerce sus funciones y toma decisiones; el propio Presidente, la cabeza de uno de los poderes, que tiene obligación de respetar y hacer respetar la Constitución, ataca al organismo autónomo porque sanciona a los políticos de su preferencia; hace mucho tiempo que un Presidente de la República no cargaba su peso –que le han otorgado los mexicanos– para favorecer pública y abiertamente a los militantes de su propio partido.

Antes de terminar, sumo mi voz a la de los tabasqueños y a la de los estudiantes que se manifestaron esta semana frente a Palacio Nacional. Los tabasqueños reclaman que Tabasco no se inunde nunca más y tienen absoluta razón. Este año pasaron más de dos meses bajo el agua, perdieron todos sus bienes, se enfermaron gravemente y muchos perdieron a sus seres queridos. Las terribles inundaciones en Tabasco no son inevitables, se pueden acabar si se emprende un plan hídrico de mitigación y control. Por su parte, los jóvenes de la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” (FNERRR), también tienen razón y merecen nuestras líneas de apoyo. Piden vacunas para los jóvenes de México para poder regresar a las clases presenciales, solicitud absolutamente correcta, porque si bien los jóvenes son más resistentes que las personas de edad, nunca nadie ha dicho que sean inmunes y menos que no puedan transmitir el virus SARS-COV2. Son, pues, éstas dos, expresiones del México necesitado que hasta ahora no ha estado en las prioridades de la 4T. Precisamente por eso, el pueblo necesita salir a la calle y hacer oír su voz.


Escrito por Omar Carreón Abud

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".


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