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La paciencia se agota, se extiende el descontento
Se decía que la gente estaba casi extasiada con su líder sin igual en la historia del país y que, por tanto, la pasividad ante el infortunio duraría muchos años.
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Se decía que la gente estaba casi extasiada con su líder sin igual en la historia del país y que, por tanto, la pasividad ante el infortunio duraría muchos años. Pero el impacto de la machacona propaganda tempranera, divulgada por un costoso aparato y la entrega de un poco de dinero en efectivo con preferencia a los que estaban en edad de votar, no sacó nunca a nadie de la pobreza, terminó por desgastarse y paulatina, pero inconteniblemente, se está transformando en hartazgo y protesta abierta.

Durante el sexenio que apenas concluyó, se gastó mucho más dinero del que ingresaba, pero no en salud, ni en educación ni en obras públicas indispensables, sino en grandes proyectos que se ganaron a pulso el calificativo mordaz de faraónicos que, como no haya sido el de contratistas y políticos, no cambiaron un ápice el destino de los mexicanos. En consecuencia, el año pasado –año de elecciones– se llegó a tener un déficit fiscal equivalente al 5.9 por ciento del Producto Interno Bruto y como ningún país que tenga acreedores poderosos puede existir así, para este aciago 2025 se decretaron recortes devastadores.

Y las consecuencias no se han hecho esperar: siete de enero: “Más de cinco mil trabajadores del gobierno de Oaxaca marcharon en la ciudad capital para exigir la abrogación del decreto 24, aprobado por el Congreso del Estado y con el cual el gobernador Salomón Jara Cruz (Morena) despidió a mil 344 personas”; ocho de enero: “Hospitales de Oaxaca en crisis, faltan medicinas, no tenemos ni agua”, en hospitales de Oaxaca suspenden cirugías por falta de insumos; ocho de enero: a casi dos años de la desaparición del Instituto de Salud para el Bienestar, laboratorios farmacéuticos del sector privado esperan el pago de adeudos atrasados con esta institución, que suman entre 800 y mil millones de pesos; 14 de enero: trabajadores del Hospital de la Niñez Oaxaqueña, centro médico especializado en el que se atiende principalmente a niños con cáncer, iniciaron ayer un paro de labores para denunciar que se encuentran sin las condiciones, insumos ni medicamentos necesarios para poder brindar el servicio.

Suma y sigue. 15 de enero: el gobernador de Durango, Esteban Villegas Villarreal, confirmó que en el Hospital General de Gómez Palacio se usaron vasos de unicel y un frasco de café como insumos médicos para atender a pacientes; 24 de enero: a un año de su llegada a la dirección del Hospital General de México Eduardo Liceaga, la directora Alma Rosa Sánchez colmó la paciencia de los trabajadores que, con lonas dentro y fuera del nosocomio denuncian la falta de personal e insumos, el aumento en la oferta de servicios por decisión de las autoridades, pero sin incluir ampliaciones del número de plazas ni de infraestructura.

Pero no sólo se está combatiendo al derecho a la salud, tambien recibe embates el derecho a la educación. Muy a pesar de la inmensa mayoría de los maestros, la reforma educativa es un atentado al conocimiento. El daño causado por la institucionalización de la ignorancia y de la extorsión con dinero público para inhibir la capacidad de protesta juvenil no es sólo un abuso, es un golpe seco a la posibilidad de desarrollo económico. Pero aquí también hay respuesta. El diario Animal Político, del 14 de enero pasado, publicó: “… mientras la población estudiantil de escuelas públicas de nivel básico –preescolar, primaria y secundaria– se redujo en 528 mil 930 alumnos entre los ciclos 2021-2022 y 2023-2024, la de planteles privados creció en 287 mil 825 estudiantes”. El pueblo se lleva a sus hijos a la educación privada. Una protesta evidente, silenciosa todavía.

En este incompleto recuento de protestas ciudadanas (el espacio es insuficiente), no pueden omitirse los reclamos de los sinaloenses por la violencia que los azota mucho más desde hace cinco meses. “El pueblo está enojado. Aquí, en Culiacán, miles de personas, al menos unas 10 mil, gritan “¡Fuera Rocha” y corean “Sacaremos a ese wey de Sinaloa”, con la misma tonada de la banda, recordando aquella canción de Los Felinos. Es una marcha multitudinaria en la que mujeres, hombres, niños y niñas protestan para exigir paz, justicia y la renuncia del morenista Rubén Rocha Moya, actual Gobernador de Sinaloa” (Reforma, 26 de enero).

Y ya no sólo se rechaza y se protesta contra las consecuencias de la política del régimen anterior que, como se sabe, sigue existiendo y operando en su “segundo piso”, sino contra la misma “Cuarta Transformación” y todo lo nefasto que ella implica. El diario El Universal, del 22 de enero, reportó: “El rechazo de vecinos de las colonias Fimesa II y III a llamarse La Cuarta Transformación en Tultitlán, llegó a la capital del Estado de México, donde se manifestaron frente a las sedes del gobierno estatal y de la Legislatura local, para exigir que el cambio de nomenclatura se revierta”.

Según lo demuestra la experiencia histórica de México y del mundo entero, ocultar los hechos, seleccionar las noticias publicando en lugar privilegiado las más intrascendentes e inocuas o transformarlas completamente apoyándose en una devastadora maquinaria propagandística, procedimiento complementado con la entrega de dádivas en mercancías o en dinero, mantiene la calma y la estabilidad y permite continuar arrancando la riqueza al pueblo trabajador, que es el que la produce. Pero durante un tiempo. Aun con lo gigantesca e invencible que parece, esta vieja treta de manipulación de masas, panem et circenses, tiene un adversario formidable al que nunca en ninguna parte ha podido derrotar: la realidad.

Vale tener presente todo lo anterior, porque mientras los maestros y los padres están muy preocupados detectando un aumento de la drogadicción en los jóvenes, las estadísticas no reportan ninguna mejoría en la culminación de estudios como consecuencia del dinero en efectivo que les entrega el gobierno. “Bajo el sexenio de Andrés Manuel López Obrador –informó El Universal el 18 de diciembre pasado– no se lograron aumentar los egresos de licenciatura de manera considerable, pues de cada 100 estudiantes la tasa de egresos de la educación superior se mantuvo entre 26 y 28, de acuerdo con datos de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Las cifras de la dependencia federal revelan que mientras que en el primer periodo lectivo de la gestión del exmandatario la tasa de egresos era de 27, al final de su gestión sólo subió a 28… la etapa más crítica para los estudiantes, es decir, en la que más abandonan la escuela los alumnos, fue en el ingreso y el egreso a bachillerato, pues entraron 84 estudiantes y sólo concluyeron 55”.

Surge entonces la inquietud: si el dinero entregado no está incidiendo en una mayor eficacia terminal, ¿qué está pasando? La respuesta nos la podría haber dado la Encuesta Nacional de Salud Mental y Adicciones que se levantó entre octubre de 2023 y mayo de 2024, pero, según se supo: “por errores en la metodología”, la mencionada encuesta, no sirvió y se volverá a realizar… Así lo decidió el secretario de Salud, David Kershenobich… (y eso que) ese trabajo estuvo a cargo del extinto Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) en colaboración con el Consejo Nacional de Salud Mental y Adicciones” (La Jornada, 27 de enero). Atención. Un trabajo a cargo de instituciones a las que no se les ha acusado ni de irresponsables ni de que no cuenten con personal capacitadísimo para la tarea y… ¡no sirvió la encuesta! ¿Será? ¿O aparecieron datos alarmantes que dan la razón a las preocupaciones de padres y maestros? Otra vez la verdad, la áspera verdad se asoma impertinente y empuja a protestar. Y todo eso sin que estallen todavía los problemas derivados del regreso masivo de los paisanos que una vez expulsó el país al negarles un empleo digno y las quiebras que causarán los impuestos que encarecerán las mercancías que se venden a Estados Unidos y desplomarán las ventas. Estamos, pues, en el inicio de una nueva fase de la crisis. El descontento tiene que ser consciente, organizado y a nivel nacional. 


Escrito por Omar Carreón Abud

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".


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