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Este libro reúne los ensayos que 28 investigadores en sociología, historia, política, psicología social y cultura expusieron durante una conferencia organizada en 1967 por la Escuela de Graduados de Estudios Europeos Contemporáneos de la Universidad de Reading, Inglaterra. Los trabajos, compilados por S. J. Woolf, están distribuidos en cuatro capítulos (El fascismo y la política… la sociedad… la economía… y la cultura); y analizan las prácticas de esta forma de gobierno en Alemania, Italia, Francia, Bélgica, España, Portugal, Polonia, Rumania, Japón, Brasil y Argentina. La mayoría, sin embargo, se detiene en las siniestras acciones realizadas por los dictadores Adolfo Hitler y Benito Mussolini entre 1920 y 1945.
Los autores coinciden en definir al fascismo –palabra derivada del italiano fascie, que significa haz, cuya figura invoca metafóricamente “fuerza de unión”– como una ideología política reaccionaria, dictatorial, militarista, imperialista, estatista, anti-individualista y asociada al pensamiento deísta, aunque “enriquecida” con la filosofía nihilista de finales del Siglo XIX, cuyo mayor exponente fue el alemán Federico Nietzsche. Este ingrediente “intelectual” fue reforzado por el sentimiento de frustración –además del desempleo y la pobreza generalizada– que la derrota de Alemania e Italia sufrieron durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Pero además de estos elementos afectivos, hubo dos factores políticos que estimularon la emergencia del fascismo: el triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia (1917) y el rápido avance del laborismo marxista en esas naciones, que contrastaba notoriamente con el inocuo socialismo utópico que prevalecía en Europa desde el siglo anterior, del cual se habían alimentado truculentamente los gestores del Partido Nacional Socialista (Nazi) de Alemania y el Partido Nacional Fascista (PNF) para cooptar a las clases medias, obreras y campesinas.
Esta deliberada obra de engaño fue estimulada por la sobrevaloración del nacionalismo, la movilización de masas por vía del reclutamiento voluntario y forzado y el desempleo masivo que la crisis del capitalismo generó en el mundo durante los 20 y 30 del Siglo XX. En su periodo de formación, el fascismo fue crítico del liberalismo burgués, lo calificaba como decadente; pero no propuso un modelo económico alternativo porque no lo tenía. Por ello, a final de cuentas, se convirtió en una respuesta agresiva y violenta contra el socialismo marxista.
En el ensayo que introduce al libro, El fascismo como sistema político, su autor N. Kogan, escribe: “La esencia del fascismo es el totalitarismo y una definición muy útil del totalitarismo podría ser la siguiente: todos los aspectos de la vida humana están sometidos a la intervención del Estado, que se reserva el derecho de ofrecer los juicios finales, tanto de valoración como juicios prácticos, en todas las diversas tareas de la expresión humana. Ningún aspecto de la conducta queda libre de la definición final y del control por parte del Estado. Aquí podría aplicarse la famosa divisa de Mussolini: todo para el Estado, nada contra el Estado, nadie fuera del Estado”.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural