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Irlanda del Norte fue la primera colonia del imperio británico y el Brexit –la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE)– profundizó la crisis económica que esta nación padecía; y ahora está buscando su independencia con respecto a la corona inglesa y reunificarse con la República de Irlanda.
Durante la disputa entre Occidente y Rusia por Ucrania, el triunfo electoral de los republicanos el pasado ocho de mayo se convirtió en el mensaje de autodeterminación de la nueva generación europea y del norirlandés partido Sinn Féin. México acompaña la esperanza de esa nación que ahora está asociada a su próximo gobierno, que encabezará la primera ministra Michelle O’Neill.
Ocho mil 500 kilómetros separan a México de Irlanda; aunque, en no pocas ocasiones, sus respectivas historias se han entrecruzado para enriquecerse mutuamente. En estos días llegan buenas noticias de la Isla Esmeralda. Para asomarse a lo que ahí sucede urge esclarecer conceptos e ideas deliberadamente confusos, que difunden la aún potencia colonial y los medios anglosajones.
En general, el añejo conflicto en Irlanda del Norte ha sido desdeñado por los analistas mexicanos. La escasez de estudios concisos, actualizados y fuentes alternas de información, que esclarezcan las causas, actores y desarrollo del mismo contribuyen al poco interés de la mayoría sobre los hechos históricos de Europa.
Para detallar, apuntamos que esa cuestión tiene raíces políticas y no religiosas. Sus actores clave son el imperialismo británico (representado por los corporativos anglosajones); los unionistas, es decir, los norirlandeses que están por la anexión a la Corona Británica (la mayoría protestantes) y los republicanos, que son partidarios de terminar con la colonización y reunificar Irlanda, cuya mayoría es católica.
Este movimiento independentista ha estado representado históricamente por el partido Sinn Féin (Nosotros mismos, en gaélico), que fundó Arthur Griffith en 1905. Hoy mantiene esta premisa su icónico líder Gerry Adams: “La vía política, es la única vía”; aunque, al citarlo, los medios agregan la muletilla: “brazo político del Ejército Republicano Irlandés (ERI).
En sus 40 años de existencia, el ERI luchó contra la dominación británica. Surgió como cuerpo armado de la República de Irlanda, proclamada en el llamado Alzamiento de Pascua de 1916 y que consumó la división de Irlanda en la república con ese nombre y la región norte de la isla.
Tras décadas de conflicto, en 1998 se firmó el Acuerdo de Viernes Santo, que selló la paz en Irlanda del Norte y estableció que tanto unionistas como republicanos deben compartir el gobierno. Los siguientes 25 años fueron de pseudoautonomía e inestabilidad por el choque de intereses entre unionistas y republicanos.
El pasado ocho de mayo triunfó la candidata de Sinn Féin, Michelle O’Neill. Conforme al Acuerdo de 1998, será la próxima primera ministra de Irlanda del Norte; y, por primera ocasión en esa provincia del Reino Unido, el ministro principal será un republicano. De ahí que esa elección simbolice el largo camino hacia el poder de los republicanos, víctimas del colonialismo británico.
La visión pragmática del Sinn Féin está detrás de ese logro, pues abrió brecha lenta y penosamente durante el difícil periodo llamado Los Problemas (The Troubles, 1968-1998). Solo así remontaron las sangrientas olas de represión, ocupación y arbitrariedad imperial que costaron cuatro mil vidas.
Esta elección sacudió la estructura colonial que existe hace 100 años en Irlanda del Norte. Durante décadas, los partidos unionistas de centro derecha la gobernaron y hoy deben admitir que el Sinn Féin es el partido más poderoso de la isla, después de ganar 27 escaños en el Parlamento de Stormont.
Es por ello que, hoy, los unionistas amagan con boicotear al nuevo gobierno. Para retrasar la investidura legítima de O’Neill; alegan que debe definirse la relación con la Unión Europea (UE). Para agilizar la formación del gobierno, el ministro británico para Irlanda del Norte, Brandon Lewis, llamó a “unirse para formar ya un Ejecutivo local” que garantice la estabilidad.
Es previsible que los unionistas mantengan su cerco político después de que perdieron todo control. Entretanto, la marginalidad colonial persiste en esa provincia británica de 1.8 millones de habitantes; 1.5 ya sufrieron Covid-19 y siete mil 381 murieron desde que comenzó la pandemia.
El viraje
Medios de Estados Unidos (EE. UU.) y británicos reconocen la transformación de los republicanos y del Sinn Féin. The Washington Post plantean una “victoria con gran simbolismo”. The Huffington destacó: El Sinn Féin “hizo de lo social su bandera y cosechó 29 por ciento de los votos en un triunfo claro”. The Guardian tituló: Toda una vida esperando por este día. Multitudes celebran el triunfo histórico del Sinn Féin, aunque The Economic Times prevé un “limbo” poselectoral.
En un cuarto de siglo, el partido irlandés emprendió una transformación integral; capitalizó el descontento social (debido a la corrupción y creciente desigualdad) en Irlanda del Norte. Este cambio implicó, una vez más, su rechazo a las armas y centró su programa en causas sociales.
A la vez consolidó su mensaje social en medio de la pugna entre el Reino Unido y la UE por los conflictos derivados del Brexit. En su día, los norirlandeses rechazaron este divorcio.
Entre las claves del ascenso del Sinn Féin y su candidata, Michelle O’Neill, está el haberse conformado como el partido de los inconformes con las políticas neoliberales de los unionistas. Los irlandeses sabían que éste fue el único partido que no gobernó en la crisis de 2008, que no actuó a favor de recortes a los servicios públicos, ni rescató a bancos e inmobiliarias en años posteriores.
En el triunfo también influyó el cambio generacional. Ahora este partido está integrado por una generación de líderes jóvenes: Mary Lou McDonald, Pearse Doherty y Eoin Ó Broin. Todos sin antecedentes con la guerrilla del ERI, incluso lejos de ser asociados con el icónico Gerry Adams.
La victoria también reveló un proceso que no es exclusivo de las islas británicas, sino que se replica en otros países de Europa: que los tradicionales partidos de centro-derecha pasaron a la retaguardia y que el electorado está con la izquierda.
México e Irlanda
El virreinato de la Nueva España registró la cercana relación entre mexicanos e irlandeses, con mayoría católica, como fue el caso de Hugh O’Connor. Se emplearon en la minería, el comercio, finanzas y, entre otros, como agentes de empresas británicas. Durante la guerra de la independencia de Texas respecto a México (1835), los colonos irlandeses estuvieron a favor de los mexicanos y se radicaron en Chihuahua, Nuevo León, Durango y Sonora. Por ello, en estas entidades hay muchos apellidos irlandeses, entre ellos Bay, Brune, Walsh, Foley, Hayes y O’Leary.
Durante la intervención militar de EE. UU. en territorio mexicano (1846-1848), soldados irlandeses que huían de su tierra por una gran hambruna en su isla natal, desertaron del ejército estadounidense y se unieron a fuerzas mexicanas en el Batallón de San Patricio.
Durante la Revolución Mexicana de 1910-1917 se frenó el flujo de irlandeses; pero en 1925, el Registro Nacional de Extranjeros los situó en muchas ciudades y áreas rurales de la República. En 1975 se formalizó la relación diplomática entre México e Irlanda y hoy somos su principal socio comercial y de inversiones en América Latina. Ese vínculo se mantiene a través de Reino Unido.
En 1998, el líder histórico del Sinn Féin, Gerry Adams, visitó México. No lo invitaron a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ni el Gobierno Federal, sino un grupo de artistas. Lo recibió una multitud que colmaba La Ciudadela frente al Centro de la Imagen, donde inauguró la exposición Verdades Ocultas del Domingo Sangriento.
Para los unionistas cambió de forma dramática el tablero político de Irlanda del Norte. Las fuerzas probritánicas, como el Partido Unionista Democrático (DUP), el Partido Unionista del Úlster (UUP) y la Voz Tradicional Unionista (TUV), apenas alcanzaron el nueve por ciento de los votos.
Independientemente de lo que en adelante haga el Sinn Féin, su logro se produjo cuando sumó a una de las más amplias bases activistas de la izquierda socialista irlandesa. Algunos politólogos afirman que, si hubiera previsto ese éxito, habría logrado más votos –y escaños–; pero se preparó más para defenderse de un fraude.
En todo caso es evidente que el triunfo de este gran partido propinó un “mazazo emocional y sentimental” al sector unionista de consecuencias incalculables, admite el diario monárquico madrileño El País.
Ahora debe enfrentar otra batalla: la hostilidad de los medios y comentaristas que mediante el rescate de supuestas historias de represalias y ajusticiamientos extrajudiciales del ERI pretenden presentar a este partido como una guerrilla y que conserva la violencia como su principal herramienta.
En eso influyen agencias de seguridad británicas como el MI5 y el MI6, que alientan el temor hacia el independentismo. Sin embargo, es obvio que nadie espera que el ERI se reconstruya, no hay condiciones. En cambio, el Sinn Féin tiene más posibilidades de lograr la unidad irlandesa por la vía política que si lo intentara con acciones militares fallidas.
Agenda urgente
Aunque la expectativa es enorme, no será en un futuro próximo cuando las Irlandas se reunifiquen. En cambio, sí es posible que el nuevo gobierno de Michelle O’Neill avance hacia la idea de que Irlanda del Norte se convierta en una república, porque cada vez tolera menos la ocupación británica y la idea de la anexión.
En cuanto a la agenda de gobierno, las demandas de los norirlandeses son claras. Los jóvenes sostienen la necesidad de contar con vivienda; casi dos quintos de los menores de 34 años dijeron que ese factor los llevó a decidir por quién votar. Y es que, desde 2008, el mercado inmobiliario tiene precios sin control. Otras prioridades sociales son la sanidad y brindar prioridad a la inversión en servicios públicos.
Dos Estados, una nación
Cuando España expulsó a los musulmanes y llegaba a América para someterla al colonialismo; en el norte de Europa, los británicos cruzaron el estrecho que separa a la isla que ocupan Inglaterra y Escocia de la que forman parte los dos Irlandas. Tras deponer al regente Oliver Cromwell, que lideró una breve república, la monarquía restaurada negó la independencia a Irlanda y desde el Siglo XVIII es un apéndice de Londres.
En El Capital, el ideólogo, historiador y economista Carlos Marx afirma que en ese periodo histórico fue fatal que Irlanda perdiera su soberanía política, pues se iniciaba la Revolución Industrial, los terratenientes ingleses destruyeron factorías locales y convirtieron al país en simple proveedor de recursos agrícolas para Inglaterra.
Fue así como Irlanda e Inglaterra iniciaron una relación desigual de país subdesarrollado y desarrollado que en la mitad del Siglo XIX provocó una gran hambruna y el éxodo masivo de irlandeses a EE. UU., cita Roy William Cobbyitales.
Descontento contra incumplidas promesas británicas de autogobierno, nació el movimiento nacionalista que, en 1916, produjo el Levantamiento de Pascua. Fue así como aliados, católicos, nacionalistas y socialistas tomaron las calles de Dublín para exigir el fin del dominio de los ingleses y fueron reprimidos y masacrados. En 1921 se firmó el Tratado que establece la Irlanda independiente, con seis condados del Ulster (Irlanda del Norte), a los que el imperio británico exige lealtad.
Otra demanda importante es la definición del estatus de la frontera comercial entre Irlanda del Norte con la UE. Los unionistas respaldaron el Brexit, impulsado por el actual primer ministro británico Boris Johnson. La relación de la provincia con Europa ya representa un foco de tensión entre Bruselas y Londres.
Johnson pactó con la UE el Protocolo de Irlanda del Norte, en el que se establece que esta provincia se mantiene dentro del mercado común europeo y se regirá bajo sus normas. Esto significa que habrá controles aduaneros a mercancías que llegan del resto del Reino Unido, lo que rechazan los unionistas. Desde que se concretó el Brexit, las exportaciones subieron al 30 por ciento.
A cambio, Johnson les prometió defender la integridad territorial del Reino Unido. En la práctica significó una nueva frontera de controles aduaneros en el mar de Irlanda. Inconformes, los empresarios exigen protocolos afines a sus intereses, mientras los unionistas y las organizaciones paramilitares socavan el pacto con Europa y acusan a Johnson de haberlos traicionado.
Claves de un rompecabezas colonial
1918. Amplia victoria en la elección general, se forma un parlamento independiente y revolucionario en Dublín.
1920. Irlanda y Gran Bretaña forman un mismo país.
1921. Se inicia la guerra Irlandesa por la independencia, que termina con la división de Irlanda: El sur se independiza e Irlanda del Norte sigue bajo el dominio británico. El primer ministro James Craig afirma que esa provincia se formó como “Estado Protestante con población protestante”. Por casi un siglo ésta gana la mayoría en el Parlamento y la Asamblea local.
1968. Era de Los Problemas: conflicto de casi tres décadas. Londres no cede y reprime; los republicanos ganan apoyo político y se reorganizan.
30 de enero de 1972. Domingo Sangriento. La Asociación de Derechos Civiles de Irlanda del Norte protesta en el barrio de Derry por la Ley de Encarcelamiento Rápido contra los republicanos. Sobre las 15 mil personas desarmadas un regimiento de paracaidistas británicos abre fuego, asesinando a 13 personas e hiriendo a 14. 40 años después, las familias aún exigen Justicia.
1998. Acuerdo de Viernes Santo que pone fin al conflicto No se esclarece la futura reunificación de Irlanda.
2011- 2014. Sucesivos periodos en prisión del republicano y líder del Sinn Féin, Gerry Adams. Tras dejar su escaño en la Cámara de los Comunes, la Corona lo obliga a rendirle lealtad, a lo que se niega.
2018. Mary Lou McDonald releva en la dirigencia partidista al icónico Gerry Adams. La sucede Michelle O’Neill.
Marzo de 2021. Irlanda del Norte vive una de las peores olas de violencia en años. Unionistas inician disturbios.
Febrero de 2022. Renuncia el primer ministro de Irlanda del Norte, el unionista Paul Givan. Se convoca a elecciones anticipadas.
20 de mayo. Tras la elección, Michelle O’Neill se reúne con la primera ministra de Escocia. Hablan del Brexit y del Protocolo de Irlanda del Norte.
Timón del Ulster
La historia reconocerá a Michelle O’Neill el mérito de haber terminado con la hegemonía de los unionistas. Viene de un hogar de cepa republicana, es autodidacta, técnica en contabilidad e ingresó al partido a los 21 años.
En 2007 ganó un escaño de la asamblea; en 2010 fue la primera alcaldesa de Dugnannon; después dirigió los departamentos de Agricultura y Sanidad del gobierno autónomo y, en 2017, sucedió a James Martin Pacelli McGuinnees en la cabeza del Sinn Féin. Tres años después, O’Neill ocupó el cargo de viceprimera ministra.
En la pasada campaña electoral sostuvo que ésta es “una nueva era que nos da oportunidad de reimaginar las relaciones en toda la base de la sociedad”. Como primera ministra designada, O’Neill se reunió con los conservadores unionistas para definir agendas de trabajo en común. Entrevistada por la cadena informativa BBC advirtió que el Reino Unido debe dejar de complacer a ese sector, “cuya voz refleja una visión muy limitada”.
O’ Neill mostró que tiene planes interesantes cuando subrayó que el empresariado de Irlanda del Norte quiere certeza económica y claridad. Afirmó que ni Boris Johnson ni Liz Truss –la ministra británica de Relaciones Exteriores– la ofrecen; por lo que planteó una prometedora afirmación: “se debe ir más allá”.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.