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Hasta este 13 de marzo, la cifra de decesos por Covid-19 alcanzaban los 194 mil 490 personas, y el responsable de tantos fallecimientos tiene nombre y apellido: el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), por no tomar las medidas pertinentes a partir del 27 de febrero de 2020, cuando se detectó la primera infección por Covid-19. A poco más de un año de esa fecha, se han confirmado oficialmente dos millones 163 mil 875 casos confirmados.
El 18 de marzo se cumplirá un año del primer deceso por Covid-19; las víctimas mortales a la fecha están a punto de llegar a los 200 mil, cifra que triplica la prevista como “catastrófica” por el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, quien el cuatro de junio de 2020, en su conferencia vespertina, informó: “La estimación más baja fue de seis mil muertes, pero también se consideraron escenarios de ocho mil, 12 mil 500, 28 mil, incluso un escenario muy catastrófico de 60 mil. ¿Cuál de ellos es real? Todos pueden serlo”.
Ese mismo día, cuando en el país había 118 contagios, un hombre de 41 años perdía la vida por Covid-19, dos semanas después de presentar síntomas de este mal, luego de asistir a un concierto en el Foro Sol organizado por el gobierno de la Ciudad de México (CDMX), el cual su titular Claudia Sheinbaum se negó a cancelar, pese a los riesgos que representaba.
México ocupa hoy el tercer lugar mundial en número de decesos, solo detrás de Estados Unidos (EE. UU.) y Brasil; y la principal responsabilidad en este “récord” se atribuye al Gobierno Federal por su manifiesta negativa a tomar con seriedad el grave problema sanitario que se venía encima, coincide la mayoría de los expertos en salud.
AMLO fue “muy optimista” durante todo 2020 con respecto al manejo de la pandemia. En 41 ocasiones declaró: “ya la controlamos”. La primera vez fue el ocho de abril, como lo documentó Luis Estrada, de la Consultora Spin, taller de comunicación política. “López Obrador minimizó la pandemia, no la ha sabido enfrentar. Deja ir la oportunidad de corregir la estrategia y, con ello, corregir las tendencias, incluso en el tema que realmente le importan: las elecciones”, comentó en MVS Noticias.
La administración Federal desestimó la aplicación de pruebas para detectar los casos de Covid-19, a diferencia de otros países que han tenido un control adecuado de la pandemia. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha insistido mucho a las autoridades de salud de todos los países sobre el uso de las pruebas; pero López-Gatell se ha negado a su aplicación.
Con su característica forma de hablar, el 24 de agosto del año pasado sentenció: “respecto a esta aparente relación que algunos invocan de que entre más pruebas mejor control, existe sobrada evidencia de que esto es una falsedad, de que no hay ninguna correlación”.
“Hay que abrazarse, no pasa nadaˮ
Cuando en otros países, principalmente de Asia y Europa, enfrentaban ya una situación crítica e imponían el confinamiento social como medida principal, en México el Presidente acudía a sus giras de fines de semana sin cubrebocas, sin guardar sana distancia, las recomendaciones más efectivas y elementales para evitar la trasmisión del Covid-19.
Y, lo más grave, se fue al extremo opuesto cuando invitó a los mexicanos a abrazarse. “hay quien dice que por lo del coronavirus no hay que abrazarse, no pasa nada; así que hay que abrazarse”, señaló a principios de marzo del año pasado, desde su principal foro público: las conferencias matutinas de Palacio Nacional.
El 23 de marzo, cuando la pandemia comenzaba a crecer sin control, durante una gira por Oaxaca, desde un restaurante, AMLO envió un mensaje en el que pidió a los mexicanos que salieran. “Yo les voy a decir cuándo no salgan, pero si pueden hacerlo y tienen posibilidad económica, sigan llevando a la familia a comer, a los restaurantes, a las fondas”, aseguró.
En todo 2020 y en lo que va de 2021, el Presidente no ha mostrado mayor interés en recomendar a los mexicanos que permanezcan en sus hogares. Ha sido tal su optimismo respecto a la idea de que su gobierno tiene bajo control el brote, que incluso afirmó en varias ocasiones: “ya domamos la pandemia”. La misma creencia tiene en relación con la crisis económica agudizada por el Covid-19 y ha asegurado, más de una vez, que “ya se ve la luz al final del túnel”.
Para el Presidente, las más de 194 mil personas que han dejado un hueco en sus familias son únicamente cifras, como lo evidencia su nula “estrategia”, en la que, además de recortar presupuesto al sector salud, fue notoria la ausencia de una asignación específica para atender la pandemia en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) de este año. El Instituto Nacional de Salud para el Bienestar (Insabi), su propia versión de lo que fue el Seguro Popular (SP), además de no definir aún sus servicios, carece del equipo suficiente para que el personal médico atienda a los pacientes con Covid-19.
Salomón Chertorivski, exsecretario de Salud e integrante del colectivo Pensando en México, afirmó que la época del Covid-19 ha sido un año “desastroso y que la gestión de la pandemia por parte del gobierno mexicano es terrible; en nuestro país nunca se habló de control. Desde el primer caso, en los últimos días de febrero, hasta el día de hoy nunca, en ningún momento se ha hablado de control”.
El especialista indicó que las cifras oficiales del impacto mortal del Covid-19 son menores a las reales y que, de acuerdo con estimaciones más rigurosas, el número de quienes han perdido la vida supera las 430 mil personas. A este hecho hay que agregar el primer lugar mundial de México en decesos de personal médico y el de que seis de cada 10 fallecimientos no llegaron a cuidados intensivos o lo hicieron demasiado tarde.
La falta de una estrategia sanitaria integral en la Secretaría de Salud (SS), encabezada por Jorge Alcocer, ha ocasionado daños colaterales no menos graves para muchos mexicanos, pues no se efectuaron más de 450 mil cirugías; no se ha emprendido la campaña de vacunación de niños para prevenir otras epidemias y, entre otros problemas, se han cancelado los tratamientos a pacientes de cáncer.
El mismo programa de vacunación contra el Covid-19 está mal organizado; le faltan vacunas y, a la fecha, la primera de dos dosis ha llegado a solo el dos por ciento de la población nacional, sin que entre los vacunados se encuentre el total del personal médico y los adultos mayores.
Improvisado programa de vacunación
• A AMLO le llevará ocho años y nueve meses vacunar a todos los mexicanos si sigue haciéndolo al mismo ritmo de hasta ahora, según un análisis especializado del diario estadounidense The New York Times.
• Hasta la semana pasada solo el 2.18 por ciento de los mexicanos había recibido alguna de las vacunas, pese a que el propio Presidente y los secretarios de Relaciones Exteriores y Salud, Marcelo Ebrard y Jorge Alcocer, han declarado que, casi a diario, llegan dosis de las vacunas Pfizer, AstraZeneca, CanSino (China) y
Sputnik V (Rusia).
• La vacunación se efectuó en desorden, sin respeto a plazos ni horarios y con la participación de brigadas de los operadores electorales de Morena y el Presidente: los llamados “Servidores de la Naciónˮ.
• En contraste con los casi nueve años que México tardaría en vacunar a sus 126 millones de habitantes, Israel tardó cuatro semanas en inmunizar a los nueve millones que conforman su población; el Reino Unido vacunó en tres meses a sus 68 millones de habitantes; a EE. UU le llevará seis meses vacunar a 331 millones; y a Brasil le tomará tres años y cinco meses aplicar la vacuna a 212 millones de personas. Argentina tardaría 13 años y nueve meses en vacunar a sus 45 millones de habitantes.
Del “prohibido prohibirˮ a la “Jornada de Sana Distanciaˮ
A los cuestionamientos de partidos políticos, académicos, organizaciones civiles, sector empresarial y medios de comunicación sobre su mal manejo de la pandemia, el Presidente solo ha declarado que no impondrá toques de queda, ni una cuarentena estricta, porque sustenta su filosofía personal en un principio contenido en la frase “prohibido prohibir”.
O sea que, ante la grave crisis sanitaria que el país enfrenta hoy, el Presidente de la República ha invitado a los mexicanos a salir a las calles, pero bajo su propio riesgo, advirtiendo que no deben responsabilizarlo por los contagios y decesos. AMLO olvidó decir que la mayoría de las personas que ahora se ven obligadas a salir a trabajar y en la búsqueda de comida para sus familias no lo hacen por gusto, sino por necesidad, y que cuando partidos de oposición, empresarios y organizaciones de la sociedad civil le propusieron que entregara apoyos económicos a estas personas, la propuesta fue rechazada por él y por los diputados de su partido, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
El 23 de marzo de 2020 inició la llamada Jornada Nacional de Sana Distancia, un plan que se extendió a finales de mayo y contemplaba el distanciamiento social mediante el cierre de escuelas y de las actividades no esenciales. Sin embargo, esta campaña no logró su objetivo debido a que miles de personas debieron salir a trabajar para satisfacer sus necesidades básicas, como la alimentación.
Además, el mal ejemplo lo dio el propio Presidente durante giras y reuniones en recintos cerrados, donde se le veía sin cubrebocas, salvo cuando abordaba un avión. En esta tarea de desinformación y confusión fue apoyado por el subsecretario de Salud López-Gatell quien, en una de sus conferencias aseguró: “el cubrebocas ayuda a que no se contagien los demás, punto y aparte. Si creemos que es una barrera para protegerme a mi mismo porque lo estoy portando, no; ésa es una falsa expectativa, lo que digo es que sirve para lo que sirve y no sirve para lo que desafortunadamente no sirve”.
El 18 de mayo, el Gobierno Federal estableció un programa piloto que denominó “municipios de la esperanza”. Se trató de 323 ayuntamientos que, hasta ese momento, no registraban casos de Covid-19, por lo que podrían retomar sus actividades no esenciales; sin embargo, la medida generó incertidumbre, debido a que el Gobierno no definió los criterios y en las entidades donde se aplicaría –Oaxaca, Puebla, Jalisco, Guerrero, Yucatán, entre otros– los gobiernos rechazaron el programa.
Sin salir en su totalidad del primer pico de la pandemia –entre abril y mayo de 2020– el primero de junio, el Gobierno Federal dio luz verde a la “nueva normalidad”, un plan cuyo propósito consistía en iniciar actividades económicas en 31 entidades federativas que pudieran remontar la emergencia sanitaria, que en aquel momento se hallaban en semáforo rojo, pues entonces había ya más de 10 mil muertos y los contagios superaban la cifra de 90 mil.
Este plan se siguió con desigualdad en las regiones; mientras que algunos abrieron pronto la mayoría de sus actividades, en particular los que tienen zonas turísticas, otros, como CDMX, fueron más cautelosos en un inicio.
Debido a los malos resultados de este plan, seis exsecretarios de Salud, presentaron, a principios de septiembre de 2020, el documento La gestión de la pandemia en México: Análisis preliminar y recomendaciones urgentes, en el que expusieron que el gobierno de AMLO estaba controlando erróneamente la pandemia y provocando grandes costos económicos y sociales, por lo que era “urgente” cambiar su política sanitaria para “contrarrestar los efectos negativos que ha dejado en el país”.
Lejos de atender estas recomendaciones, el doctor López-Gatell desestimó el documento y los acusó de mantener acuerdos con las farmacéuticas y grupos empresariales, además de obedecer a objetivos políticos en tiempos electorales. Incluso, les sugirió irónicamente “patentaran” el informe. Entre los suscriptores del documento aparecen José Narro, Mercedes Juan, Julio Frenk, Guillermo Soberón, Salomón Chertorivski y José Ángel Córdova Villalobos.
“La decisión de no hacer pruebas, hacer pocas o las menos posibles, es incomprensible desde el punto de vista médico y científico, pues la escasa información sobre el comportamiento real de la epidemia se subsana, precisamente, acudiendo a la búsqueda de la población afectada”, afirmaba una parte del texto. Destacaron, además, que el Gobierno de México adoptó otra ruta: la de “tomar decisiones a partir de la información que llega al sistema, la de los enfermos atendidos en centros de salud, clínicas y hospitales, la de los datos captados por el modelo centinela y que nutren a los modelos predictivos”.
“Por eso ha sido tan difícil estimar la magnitud del problema, documentar su distribución, su propagación regional, su razón de contagio y letalidad real. Y por eso no ha sido posible elaborar planes ni estrategias precisas, más allá de anuncios generales en forma de cuadros, gráficos, mapas y semáforos”, señalaba el documento.
Distanciamiento, test y cubrebocas
El 23 de agosto del año pasado, México llegó al “escenario muy catastrófico” que estimó el gobierno de AMLO, es decir, cuando se contabilizaron más de 60 mil muertos.
En los siguientes meses ascendió el número de decesos, evidenciando con creces que la pandemia nunca había estado “domada” debido a la actitud pasiva y negligente del Gobierno Federal.
Según el documento de los exsecretarios, “el aislamiento social o política de confinamiento se convirtió en el antídoto por excelencia para evitar el contagio y la consiguiente propagación del coronavirus en todo el mundo. La ejecución de las medidas de aislamiento social (la política económica que la sostenga), junto a la preparación sanitaria y hospitalaria se convierten en factores determinantes de la lucha contra la Covid-19”.
El mal desempeño de México respecto al resto de América Latina, tanto en la adopción de políticas públicas de contención del Covid-19, como en movilidad poblacional, es un reflejo de la falta de una respuesta nacional, coherente, temprana, coordinada y proporcional al desafío, desde el Gobierno Federal. La lentitud e inconsistencia en la respuesta de esta administración provocó que la sociedad civil y los gobiernos estatales y locales quedaran en la primera línea de actuación frente a la pandemia. Producto del vacío nacional, el distanciamiento se convirtió en una política estrictamente local o personal.
La carencia de un plan nacional provocó que, a partir de la segunda semana de enero de este año, se registrara una nueva oleada de contagios y decesos. El 27 de enero, el Covid-19 causó la muerte de mil 623 personas y esa semana fue la que determinó el mayor número de decesos, nueve mil 268, mientras que el número de casos confirmados fue de 17 mil 944.
El doctor Alejando Macías, que cobró notoriedad durante la pandemia, ha exhortado al Gobierno mexicano a que, en tanto no existan vacunas, hay que “controlar” porque “significa evitar que ocurran casos y mitigar es que los casos hagan menos daño”. Para asumir el control de la pandemia, propuso el distanciamiento social, el aislamiento y la cuarentena, y para esto es necesaria la aplicación de “test, test, test”, a fin de ubicar a los sintomáticos y asintomáticos, y sobre todo el uso del cubrebocas.
Algo que este gobierno ha desestimado pese a los múltiples llamados de los expertos en esta materia: médicos y científicos.
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Escrito por Trinidad González .
Reportero. Estudió la maestría en Periodismo Político en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García.