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Alguna vez Federico Engels escribió que en los últimos años del siglo XIX aún “se alardeaba lo que la producción debe a la ciencia”, pero que “es infinitamente más lo que la ciencia debe a la producción”. Engels hizo este mismo planteamiento en una carta que en 1894 redactó a petición del socialdemócrata alemán Heinz Starkenburg. Reconoció en primer lugar que la técnica depende “en parte considerable” del estado de la ciencia. Sin embargo, renglones después aclaró que la ciencia depende “más aun del estado y las necesidades de la técnica”. Más adelante resumió la idea en una frase lapidaria: “el hecho de que la sociedad sienta una necesidad técnica estimula más a la ciencia que 10 universidades”. Como prueba de la proposición anterior adujo que “toda la hidrostática (Torricelli, etc.) surgió de la necesidad de regular el curso de los ríos de las montañas de Italia en los siglos XVI y XVII”, ejemplo que por cierto figuraba ya en una de las notas y fragmentos de la Dialéctica de la Naturaleza, donde también advirtió que “Torricelli… acuciado por la necesidad de construir obras hidráulicas, estudió por primera vez el movimiento de los líquidos”.
Las palabras de Engels configuran la proposición de que el desarrollo del conocimiento depende de la práctica social. Unas décadas más tarde Mao Zedong elaboró un documento que tituló Sobre la práctica (1937), cuyo contenido ayuda a comprender mejor la tesis engelsiana. En las primeras páginas del texto, Mao establece dos premisas: 1) La teoría depende de la práctica, la práctica social es la base de la teoría y 2) La actividad del hombre en la producción es su práctica fundamental porque determina sus demás actividades. Con base en ambos argumentos concluye que “el conocimiento del hombre depende principalmente de su actividad en la producción material”.
En las líneas sucesivas, el principal artífice de la revolución china sintetiza las implicaciones del silogismo anterior. Primero señala que la producción en la sociedad humana “se desarrolla paso a paso, de lo inferior a lo superior” y luego enfatiza que el conocimiento del hombre “se desarrolla también paso a paso, de lo inferior a lo superior, es decir, de lo superficial a lo profundo, de lo unilateral a lo multilateral”. Enseguida distingue las dos fases más importantes del proceso de desarrollo del conocimiento. La primera recibe el denominativo de etapa sensorial: el hombre no capta más que “las apariencias, los aspectos aislados y las conexiones externas de las cosas”. La segunda representa la etapa del conocimiento racional: el hombre acuña conceptos que “ya no constituyen reflejos de las apariencias de las cosas, de sus aspectos aislados y de sus conexiones externas, sino que captan las cosas en su esencia, en su conjunto y en sus conexiones externas”.
A juicio de Mao, la verdadera tarea del conocimiento consiste en llegar al conocimiento lógico que alcanza el “conjunto, la esencia y las conexiones internas de las cosas”. El conocimiento sensorial solo concierne a “los aspectos aislados, las apariencias y las conexiones externas de las cosas: no revela las contradicciones internas del mundo circundante”.
El razonamiento de Mao ofrece un interés adicional al relacionar la profundización gradual del conocimiento con la práctica revolucionaria del proletariado. El periodo de la destrucción de las máquinas y la lucha espontánea correspondió a la etapa del conocimiento sensorial: el proletariado aun constituía una “clase en sí” que solo conocía los “aspectos aislados y las conexiones externas de los diversos fenómenos del capitalismo”. El periodo de “lucha económica y política consciente y organizada” significó el segundo periodo de la práctica de la clase proletaria: ahora la “clase para sí” llega a comprender “la esencia de la sociedad capitalista, las relaciones de explotación entre las clases sociales y sus propias tareas históricas”.
Engels y Mao Zedong comprendieron y reconocieron que el conocimiento del hombre “no puede separarse en lo más mínimo de la práctica”. El segundo señaló algo más importante todavía: la necesidad de que el proletariado trascienda la etapa del conocimiento sensorial y de que llegue paulatinamente al conocimiento racional.
Hoy, los pobres de México escuchan un discurso que no capta más que las apariencias, los aspectos aislados y las conexiones externas de las cosas. La perorata de la corrupción representa la etapa sensorial del conocimiento: los proletarios mexicanos no deben caer en la trampa de un discurso superficial e incapaz de captar y resolver las contradicciones internas de la sociedad actual.
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Escrito por Miguel Alejandro Pérez
Maestro en Historia por la UNAM.