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Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dio un mensaje a la nación a manera, según el formato, de informe de “logros”. Escuchamos un mensaje sumamente “optimista” y nada autocrítico. El evento se desarrolló en medio de varios escándalos de acarreo, como los datos que destacaron en el caso de Veracruz, que prácticamente obligó a sus funcionarios, so pena de correrlos de sus puestos de trabajo en caso de no acudir al evento de AMLO; también se vieron autobuses de lujo (por si hablamos del tema de la austeridad), que venían de Tabasco y otras zonas del país; sin embargo, una toma aérea con un “dron” prueba que el presidente no llenó el Zócalo y, con ello, demuestra que Morena no tiene la capacidad de movilización que presume y, por lo mismo, tampoco el respaldo popular que tanto alardea; no son lo mismo 30 millones de votos que el pueblo en las calles defendiendo a la “Cuarta Transformación” (4T).
El “informe” estuvo lleno de vaguedades, verdades a medias, mentiras francas y falsedades. Es cierto que, en materia de combate a la corrupción, se efectúa un trabajo consecuente con la perspectiva del Presidente; el problema de fondo es que no se analiza la corrupción profunda, sino la corrupción “potencial”, es decir, la que AMLO suponía que era corrupción, pero sin demostrarla. Por ejemplo, que existía corrupción en el manejo de las estancias infantiles; que había corrupción en los comedores infantiles; que podría haber corrupción en el seguro popular; que en el programa Oportunidades podría haber corrupción (sin demostrarlo); que las organizaciones recibían de manera directa los apoyos y servían como intermediarios, sin demostrarlo, etc., y por eso AMLO canceló todos esos programas para acabar con la posible corrupción que nunca se demostró. Lo más grave de la cancelación de estos programas no fue la reducción de la corrupción que nunca sucedió; fue, por el contrario, un golpe directo a los beneficiarios de esos programas; no obstante, los grandes corruptos, a los que AMLO llamó la “mafia del poder”, siguen libres. En otras palabras, se golpeó al pueblo y a los corruptos se les dejó en la impunidad. Ese reporte, entonces, no debería llenarlo de orgullo.
Por otro lado, AMLO presentó los datos a su modo para decir que todo va muy bien y que todos estamos felices; pero la realidad es una y, aunque parezca admitir diversas interpretaciones, ya lo escribió Marx: “no se trata de interpretar el mundo, sino de transformarlo”; el criterio de verdad es la práctica, no lo que uno diga o piense. Efectivamente, señaló el tema de la inseguridad, pero no lo abordó a fondo. Destacó que el día y el año más violento fueron el 1º de diciembre y el año que AMLO lleva gobernando. Es decir, que la estrategia no funciona, pues los elementos que tiene para combatir al crimen y a la delincuencia, es decir la Guardia Nacional, están distraídos deteniendo migrantes.
El operativo para aprehender al hijo de Joaquín Guzmán Loera generó caos en Culiacán y la respuesta, correcta para las circunstancias, fue dejar libre al detenido para evitar más muertes; pero el Presidente no reconoce que se trató de un intento fallido del que no se ha intentado siquiera un análisis autocrítico.
Cada 15 minutos, una persona es asesinada en territorio nacional. Cada seis minutos roban una casa habitación y cada tres minutos un mexicano es despojado de su automóvil con total impunidad. Todos los días, cinco personas son privadas ilegalmente de su libertad en la modalidad de secuestro. Cada siete minutos asaltan un negocio en nuestro país. ¿Felices, felices, felices?
De todo lo malo se culpa a los conservadores y a los gobiernos anteriores; pero los frutos de esta administración no se ven por ningún lado y los problemas de seguridad siguen sin atenderse. Por el contrario, el descontento social flota en el ambiente, que se expresa en conductas cada vez más agresivas: en el metro, en los microbuses, en las calles de la Ciudad de México; al mismo tiempo se siente un ambiente de mayor impunidad, los delincuentes operan a sus anchas y eso se refleja en el incremento de la violencia y de los robos a los ciudadanos.
En materia económica, hay un desastre que no se reconoce; no creció, se halla estancada y esto se debe a que no activan la inversión; y no se concreta porque, en materia de recursos, sobreestimaron los ingresos. Como afirma un analista amigo mío, José Luis de la Cruz, quien escribe en El Sol de México: “El costo de la diferencia entre lo esperado y la realidad será de casi 370 mil millones (mmp) de pesos en términos reales. ¿Quién paga la factura? La administración pública ya enfrenta las consecuencias: debió utilizar 150 mmp del fondo de estabilización para compensar los recursos que no llegaron”. Efectivamente, se tienen menos recursos de los proyectados y los recursos del combate a la corrupción no se ven por ningún lado, ¿dónde están esos 500 mmp que AMLO aseguró que el combate a la corrupción ahorraría al país? No hay inversión pública ni privada que active el desarrollo; solo necios proyectos de inversión que tampoco funcionarán y, finalmente, un costo que el pueblo deberá pagar con su sufrimiento. Se comprometieron a crecer al cuatro por ciento. Hacienda difundió que sería al dos por ciento y, finalmente, la realidad, que está por encima de la sensación de felicidad, que crecimos al cero por ciento.
Efectivamente, en materia de empleo, ya no se generaron 289 mil puestos de trabajo que se suman al desempleo informal existente; el asunto es grave. AMLO prometió que la gasolina bajaría, sin embargo, se ha incrementado, pues no han parado los gasolinazos; es más: aun existe el “huachicol” y no hay encarcelados por ello, pero el Presidente no dice nada al respecto.
En estas condiciones, ¿podemos decir que los mexicanos están felices, felices, felices? No, de ninguna manera, y menos si se les deja fuera del presupuesto, sin obras de infraestructura y sin apoyos directos. Por ello, es válido lo dicho por el Movimiento Antorchista desde hace 45 años: que para cambiar el modelo económico por uno más justo y equitativo, es necesario que el pueblo se organice y se eduque, para conquistar el poder público y dirigir el proceso de manera correcta, científicamente y sin improvisaciones. Eso es lo que hoy, más que nunca, se mantiene vigente. La solución no está en esperar un año a que cuaje la 4T, sino en preparar al pueblo para que lleve las riendas de este país. ¡Mexicanos, unámonos por una patria mejor!.
Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.