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En la guerra –como en toda las actividadeshumanas–, la moral también tiene un campo de acción que influye o determina los sucesos que conforman la existencia de las acciones bélicas. Muchos combatientes, desde el simple soldado raso, hasta los mariscales más encumbrados, se topan con la cuestión de si las acciones que planean o ejecutan son moralmente correctas. Claro está que no existe una moral eterna y válida para todas las épocas y todas las circunstancias, sino que la moral tiene un contenido de clase. Por tanto, lo que puede ser moral, por ejemplo, para los grandes tiburones del capital, los grandes expoliadores del género humano, puede ser profundamente inmoral para los que producen con sus manos la riqueza social.
Una de las conductas y acciones que más rechazo e indignación producen en la mayoría de los seres humanos, es el asesinato en masa de la población civil en una guerra. Se considera incluso como “crimen de guerra” el ataque mortífero hacia la población civil por parte de un ejército. Y aunque está tipificado como grave delito en el derecho internacional, cuando se trata de las masacres, los bombardeos sobre la población civil, como ocurrió en Somalia, Yugoeslavia, Palestina, Irak, Libia, Afganistán, Yemen, etc. donde Estados Unidos y la OTAN ejecutaron el genocidio, los organismos internacionales (como la ONU), los tribunales internacionales (como el de La Haya), no acusan a los gobernantes culpables de los genocidios, y mucho menos aplican algún castigo. En cambio, a los que se han opuesto a las invasiones y agresiones militares del imperialismo sí se les ha llegado a procesar como criminales de guerra (ahí está el caso de Slobodan Milosevic, que fue presidente de Serbia). En la guerra que se libra en Ucrania, se ha acusado al ejército ruso de cometer masacres contra la población civil (Bucha y Kramatorsk), sin haber dado ninguna prueba verdadera.
Como un ejemplo trágico extraído de la vida real Ole Bornedal filmó la cinta Una sombra en mi ojo (2021) la cual nos narra cómo la Fuerza Aérea Real Británica (FRAB) bombardeó una escuela de Copenhague en 1945. Ese bombardeo mató a 125 personas, de las cuales 86 eran niños. Lo particular y muy interesante de esta cinta danesa es que nos presenta una narración en la que se destaca la visión y el sentir de los niños, principales víctimas de un aparente “error” de los pilotos británicos.
Ese bombardeo de la FRAB fue precedida por una incursión de un avión pilotado por dos jóvenes que acribillan a un taxi en donde viajaban tres muchachas que se dirigían a una boda. ¿Error de los pilotos británicos? La historia de Bornedal abre paso a una interpretación diferente. Henry (Bertram Bisgaard) al ver al interior del taxi el horror del crimen, pierde la facultad del habla. De manera inteligente, Bornedal nos presenta el conflicto que tiene la monja Teresa (Fanny Bornedal) con la madre superiora, dado que Teresa pone en duda la existencia de Dios y en su empeño por averiguar su existencia se relaciona con Frederik (Alex Hogh), un joven colaborador de la Gestapo hitleriana. Cuando los aviones de la FRAB se encaminan a intentar bombardear el centro de retención y tortura de los nazis en Copenhague, una de las naves se estrella contra una torre, pierde el control y va a dar a la escuela, lo que produce un fatídica confusión en los pilotos del resto de los aviones, que identifican la escuela como el objetivo a bombardear. Una sombra en mi ojo refleja la tragedia de los civiles que en una guerra reciben metralla o bombardeos. Pero no hay que olvidar que los imperialistas yanquis y sus aliados son quienes han asesinado a millones de civiles; y no lo han hecho por equivocación, sino como parte de su estrategia criminal, que parte de su afán de controlar al planeta.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA