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Teatro proletario, teatro de masas
Si los trabajadores luchan por su liberación política y económica, también deben hacerlo por su liberación cultural, porque ésta ayuda a las otras.
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“La historia de todas las sociedades es la historia de la lucha de clases”, afirmó el gran filósofo alemán Carlos Marx. Burguesía y proletariado son las dos clases contrarias del sistema capitalista en que vivimos. ¿Qué papel desempeña el teatro inmerso en esta realidad?

Erwin Piscator, importante director, dramaturgo, productor y teórico del teatro político, se cuestionó lo mismo después de que participó como soldado en la Primera Guerra Mundial y fue espectador, a distancia, del triunfo de la Revolución Rusa. Ambos sucesos sacudieron al mundo y conmovieron también al teatro.

De ideología marxista, Piscator rechazaba que este arte se produjera para disfrute exclusivo de la burguesía. Consideraba inconcebible que la mayoría de los dramaturgos cultivaran los problemas con enfoques individualistas en el papel de héroes, luego de que, en Rusia, el pueblo organizado había mostrado el poder supremo del colectivo y que, por si fuera poco, el proletariado cumpliera con un ritual de ingreso pequeño burgués a los teatros donde las obras no hablaban de sus problemas.

Ya en 1892 se había fundado el Teatro del pueblo: “un teatro que en vez de estar al servicio de las insípidas sutilezas de salón y de la literatura amena, se dedicará a un arte inspirado en el anhelo de lo verdadero”. Lo realmente valioso de este primer intento, afirma Piscator, es que el proletariado se presenta como consumidor del arte, no como individuo o grupo reducido, sino como clase. El proyecto, sin embargo, no prosperó.

Si los trabajadores luchan por su liberación política y económica, también deben hacerlo por su liberación cultural, porque ésta ayuda a las otras. Entonces se dispuso a crear un nuevo teatro: el del proletariado. Para lograrlo tenía que revolucionar todos sus componentes: texto dramático, escenografía, iluminación, actuación y público para favorecer la lucha por la emancipación de la clase trabajadora. “El teatro ya no debía producir en el espectador un efecto meramente sentimental ni espectacular con su rapidez de reacción emotiva…; ahora se dirigía conscientemente a su razón. No debía proporcionar solamente arrobamiento, entusiasmo, desgarramiento, sino también explicaciones, instrucción y enseñanzas”. Esta revolución teatral continuó con Bertolt Brecht quien la hizo crecer en todos los aspectos. Ambos autores son ejemplo de cómo un artista revolucionario puede innovar discursos y técnicas para contribuir a la solución de los problemas del hombre en cada país y el mundo.

La lucha de clases sigue y la toma de posición frente a los problemas sociales es una necesidad. En las condiciones particulares del México actual, Víctor Puebla siguió ese ejemplo de Piscator. También abrazó los ideales marxistas, su vida y su teatro estuvieron pensados para arar en favor de los pobres de nuestro país y para impulsar la revolución proletaria desde el terreno cultural. Su teatro de masas recuerda al teatro político de Piscator. Distintos tiempos, un mismo ideal: teatro al servicio de la liberación de los explotados del mundo. Grande y noble herencia la de Piscator y Víctor Puebla, tanto que aprender y hacer...


Escrito por Vania Mejía

COLUMNISTA


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