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Coincido plenamente con los grupos progresistas que insisten en que al pueblo de México le falta educación política. Porque una sociedad que cree a ciegas y no tiene conciencia de clase se deja seducir por las migajas del dinero que los programas del gobierno dejan caer sobre sus mesas o, peor aún, por la convicción de que estas migajas hacen menos dura su vida unos días. La educación que recibe de las telenovelas y otros mediocres programas de televisión está orientada a fomentar la cultura consumista y a exaltar los peores defectos y vicios vinculados al individualismo, al sexo desenfrenado y a las infidelidades.
Los jóvenes son especialmente vulnerables a este bombardeo de mensajes que solo buscan desarrollarlos como piezas inconscientes del complejo engranaje del sistema capitalista. Los individuos perfectos son los que aceptan gustosos las tareas que el mercado les asigna de acuerdo a su estatus social y que además son buenos consumidores. Por ello, los jóvenes que viven el sueño de los justos son los que más fácilmente creen que en el corto plazo pueden hacerse ricos y, como lo evidencian los penosos ejemplos que hay en buena parte del país, muchos de ellos se enrolan en el crimen organizado o se van como trabajadores migrantes a Estados Unidos (EE. UU.).
En el caso de éstos, los logros que obtienen contrastan con la pobreza de sus comunidades, a las que regresan para exhibir vehículos modernos y hermosas casas que parecen castillos frente a las chozas miserables del resto de sus vecinos. Pero cuando se ofrecen como ejemplo de éxito económico, olvidan todas las peripecias que padecen en el país vecino, donde realizan los trabajos más rudos y humillantes que no acepta ningún ciudadano estadounidense; donde habitan con muchas penurias para enviar dinero a sus familias en México –que aquí se multiplica por 20 gracias al tipo de cambio– y donde permanecen pobres como en cualquier parte del mundo.
En el caso de quienes optan por el camino del crimen, el dinero y algunos lujos les duran muy poco porque pronto son noticia de nota roja de prisión o panteón; ya que en este oficio, solamente los grandes capos sobreviven y gozan de total impunidad, como hoy ocurre gracias al cobijo del gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T). En el camino de la vida, el trabajo es agobiante y la manipulación mediática está proyectada para que mucha gente desdeñe su propio pensamiento y sus sueños. Es así como los jóvenes son atrapados en una vorágine de desinformación y desorientación que las redes sociales han intensificado. Una encuesta de Motorola reveló que los jóvenes pasan la mitad del día en el celular, es decir, prácticamente todas las horas en que se mantienen en vigilia y mucho más tiempo estarían con estos aparatos si no tuvieran que dormir.
La mayoría de las decisiones y opiniones de estos jóvenes están influidas por los contenidos de las redes sociales; y tales influencias generalmente están regidas por concepciones falsas de la vida y el mundo. Los jóvenes han dejado de reflexionar sobre el entorno social que los rodea y son susceptibles a tragarse los cuentos y las ideas más fáciles de digerir. Los que tienen oportunidad de matricularse en instituciones educativas donde asisten a clases presenciales deben hacer muchos esfuerzos para tomar un libro y leerlo, y los que ahora se ven obligados a recibir clases virtuales viven en la total relajación. La sola pregunta de si han leído algún libro resulta un mal chiste; por ello, muchos jóvenes rechazan todo tipo de información relevante. Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indican que no están conscientes de que el desempleo les espera porque ha cerrado el 20 por ciento de los negocios en el país –hecho que tampoco les incomoda– que la inflación asciende ya al 5.85 anual por ciento, y que gran parte de las familias mexicanas carecen de los ingresos necesarios para comprar sus alimentos y los bienes y servicios más indispensables. Es tal la confusión que prevalece en estos oscuros días de crisis sanitaria y económica, que algunos jóvenes han subido a sus redes sociales frases tan trilladas como la de “sin miedo al éxito”, likes o postales bonitas, para olvidar sus amargos días y que trabajan como obreros en la Ciudad de México o como jornaleros en el norte del país o en EE. UU.
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA