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En una conferencia de prensa realizada el pasado cinco de marzo, publicada en la página de RT en México, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, repitió las exigencias de Moscú con respecto a Ucrania. Se refirió a “la desmilitarización y a la desnazificación de Ucrania, a su estatus neutral, al reconocimiento de la soberanía de Rusia sobre la península de Crimea y al reconocimiento de la independencia de las Repúblicas Populares de Donetsk y de Lugansk”. Sobre el neonazismo en Ucrania, el ministro hizo públicamente una imputación muy grave, subrayó que ahora ha alcanzado “un nivel inaceptable y amenazador con la connivencia directa de la Europa ilustrada”. Y ya no lo dijo, pero el neonazismo cuenta también con el aliento y la protección de Estados Unidos (EE. UU.).
La Segunda Guerra Mundial, la mayor conflagración que han vivido los seres humanos en toda su historia, no puede ser olvidada. Se desencadenó porque durante la Primera Guerra Mundial, los capitalistas alemanes no pudieron completar sus aspiraciones de conquista de espacios para abastecerse de materias primas y para colocar sus mercancías y, no solo no pudieron avanzar ellos, sino que el país entero sufrió severos castigos políticos y económicos por parte de las potencias vencedoras. Adolfo Hitler representó un nuevo intento para obtener lo que llamaron los fascistas el “espacio vital” y se apoyó en el agravio al pueblo en la derrota y las sanciones de la Primera Guerra Mundial, así como en hacerles creer a los alemanes que eran una raza especial destinada a conquistar y dominar el mundo.
Ahora se sabe bien que fueron los más poderosos plutócratas alemanes los que le abrieron paso y lo sostuvieron en el poder. Es fecha para recordar, el 20 de febrero de 1933, pocos días antes de las elecciones a celebrarse el cinco de marzo siguiente, ocasión en la que 24 caballeros de los altos negocios se reunieron para dar su aportación al partido de los fascistas: allí llegaron Albert Vögler, Gustav Krupp, Carl Von Siemens, Wilhelm von Opel y otros, a entrevistarse con Hermann Göring y, claro, con Adolfo Hitler. Esos poderosos industriales aportaron centenares de miles de marcos para que el partido nazi ganara las elecciones y sus empresas existen todavía y se llaman BASF, Bayer, Agfa, Opel, IG Barden, Siemens, Allianz y Telefunken, entre otras más.
Ya para entonces se sabía que el objetivo principal de los fascistas eran los comunistas y la Unión Soviética (ese inmenso territorio lleno de recursos naturales). Así se comprende que las clases altas y los gobernantes de los países capitalistas de Europa, actuaran tratando de llegar a acuerdos con los fascistas, que actuaran pensando que luego de un enfrentamiento devastador entre la Alemania fascista y la Unión Soviética, ellos serían los beneficiarios. En consecuencia, el 29 de septiembre de 1938, Francia, Gran Bretaña, Italia y Alemania, firmaron el insólito y vergonzoso Acuerdo de Múnich mediante el cual transferían a Alemania los Sudetes (que no eran suyos), a cambio de que se garantizara la independencia de Checoslovaquia; pronto saltaría la maniobra y la descarada colaboración con Hitler: en marzo de 1939, los nazis ocuparon toda Checoslovaquia, Bohemia y Moravia y el 22 de junio de 1941, los fascistas invadirían a la URSS y la defensa de la patria costó a los habitantes de la Unión Soviética 27 millones de vidas. Los aliados, urdieron la “política de apaciguamiento” para entregar países enteros a los fascistas, declarando que ello calmaría su voracidad, política que Jorge Dimitroff caracterizara como la de rehuir el enfrentamiento por el camino de no hostigar a la bestia.
La vieja y ya conocida experiencia de apoyarse en los fascistas, se pone ahora en práctica en Ucrania. La punta de lanza contra Rusia son los fascistas financiados, armados y propagandizados adecuadamente por el gobierno ucraniano (en Ucrania se han emitido decretos presidenciales para la glorificación de los líderes colaboradores del nazismo), en Ucrania hay permiso explícito para realizar marchas neonazis en las que se santifica a históricos líderes nacionalistas ucranianos, a colaboracionistas del régimen nazi de Hitler que ocupó Ucrania; y uno de los partidos políticos más importantes de ese país es el llamado Svoboda, que se registró como Partido Social-Nacional en 1991 y que inicialmente pretendía llamarse Partido Nacionalsocialista, pero al evocar tan claramente al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán de Hitler, se le buscó otro nombre.
Todo esto y más está sucediendo –como en 1933 y 1938– con el conocimiento y la colaboración estrecha de las llamadas democracias occidentales y de EE. UU. Es muy importante tener presente que el golpe de Estado de 2014, que colocó en el poder a la camarilla que actualmente gobierna a Ucrania, se llevó a cabo con la participación y financiamiento de EE. UU. Así se explica que en varias votaciones que ha habido en la Asamblea General de la ONU acerca de resoluciones contra la glorificación del nazismo y otras formas del discurso de odio racial, una amplia mayoría de países las ha apoyado decididamente, mientras que los votos en contra para bloquearlas han sido precisamente los de EE. UU. y de Ucrania; y las abstenciones, de los gobiernos de la Unión Europea.
En Ucrania existen batallones fascistas paramilitares que no solo actúan con conocimiento del gobierno ucraniano de Volodímir Zelenski, sino que reciben financiamiento y son parte de la estructura oficial. Los crímenes de uno de ellos, el llamado batallón de voluntarios, Aidar, ya fueron investigados, documentados y expuestos por Amnistía Internacional, no obstante, sus hechos delictuosos, siguen impunes. El batallón más conocido es el Azov, cuyo comandante, Andriy Biletsky, alias Líder Blanco, es un radical de derecha y cofundador del movimiento Asamblea Social-Nacional, nombre que hace una clara alusión al nacionalsocialismo y cuyo símbolo es una variante del wolfsangel, utilizado por el Partido Nazi alemán en sus orígenes. Los integrantes de este batallón han estado involucrados en los criminales ataques que durante ocho años se han llevado a cabo contra la población de Donbás, sin embargo, oficialmente, el batallón Azov forma parte de la Guardia Nacional de Ucrania y su comandante tiene el rango de coronel.
Hay más. Las fuerzas políticas que respaldan al gobierno de Ucrania declararon como día de conmemoración oficial del nacionalismo ucraniano el día del cumpleaños de Stepán Bandera, el fallecido líder nacionalista que combatió a la URSS y colaboró con los nazis a mediados del siglo pasado. Stepán Bandera quería una Ucrania solo para ucranianos puros, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, sostuvo acciones terroristas contra el pueblo ucraniano y, entre sus crímenes documentados, está el asesinato de 70 mil polacos y de 200 mil judíos. Ahora se le ha elevado a la categoría de héroe popular.
En fin, el Coronel Mijaíl Mizíntsev, jefe del Centro ruso para la gestión de defensa, informa que se han registrado más de 2.5 millones de denuncias presentadas por los ciudadanos ucranianos, así como extranjeros, por las atrocidades y asesinatos que cometen los fascistas que operan en Ucrania y piden ser evacuados de mil 972 localidades en distintos puntos del país. Todo esto es lo que defienden los que sancionan a Rusia, todo esto, lo que quieren ocultar los que se limitan a condenar histéricamente la intervención de Rusia, todo esto es lo que han callado y callan los medios de comunicación de los países de las llamadas democracias occidentales y todo esto es lo que quieren esconder esos gobiernos al prohibir la circulación de los medios de comunicación que no publican sus versiones. Mantengamos los ojos bien abiertos.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".