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Esta novela fue escrita por su autor (Valencia, España 1867-Menton, Francia, 1928) con un objetivo por demás manifiesto en la voz de sus personajes y la suya: denunciar con detalles –a veces crudos y en varias ocasiones poéticos– los grandes atropellos de que son capaces los hombres, aun si tienen alto nivel académico, cuando son inducidos por sus jefes de Estado a cometer asesinatos bestiales contra mujeres, niños y ancianos; a destruir casas, cultivos, bosques, industrias y comercios y a despojar a la gente de sus pequeños lujos domésticos y personales.
Testigo visual como periodista de este tipo de acciones en el frente francés durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Blasco Ibáñez describe estos crímenes mediante el relato alterno de lo que ocurre a las familias Denoyers, francesa, y Hartrott, alemana, que tienen ligas de parentesco por un abuelo multimillonario español (Don Madariaga) quien hizo fortuna en Argentina y que, cuando murió, les brindó la posibilidad de regresar a Europa con extremo desahogo a sus patrias de origen. Sin embargo, la guerra –el único de Los cuatro jinetes del Apocalipsis con voluntad propia– matará a tres de los cinco hijos de Karl von Hartrott y al heredero universal de Marcelo Denoyers.
La excelente novela de Blasco Ibáñez tiene, además de la minuciosa descripción de los horrores del militarismo, un mérito político: denunciar que en la aventura criminal del emperador Guillermo II de Alemania ya están presentes el racismo “cientificista” y el exterminio masivo de gente que dos décadas después usaron Adolfo Hitler y sus nazis cuando desencadenaron la Segunda Guerra Mundial (1938-1945) para imponer su propia idea de “civilización”.
Un bohemio socialista ruso arraigado en París, dotado con una gran cultura general y agudeza filosófica, Tehernoff, es a quien Blasco Ibáñez cede la palabra para enunciar a Los cuatro jinetes del Apocalipsis: la Guerra, que cabalga sobre un caballo rojo; el Hambre, que monta uno negro; la Peste, que corre sobre un potro blanco y la Muerte, que vuela sobre un rocín pálido y dispara flechas que portan los virus de todas las enfermedades mortales para el hombre.
En uno de los párrafos finales de la novela, el escritor español atribuye a Marcelo Desnoyers esta visión: “Le pareció que resonaba a los lejos el galope de los cuatro jinetes apocalípticos atropellando a los humanos: Vio al mocetón brutal y membrudo con la espada de la guerra, al arquero de sonrisa repugnante con las flechas de la peste, al avaro calvo con las balanzas del hambre, al cadáver galopante con la hoz de la muerte. Los reconoció como las únicas divinidades familiares y terribles que hacían sentir su presencia al hombre. Todo lo demás resultaba un ensueño. Los cuatro jinetes eran la realidad…”.
(Este libro fue el más vendido en Estados Unidos en 1919 después de La Biblia. Otras novelas de gran éxito de Blasco Ibáñez son Sangre y arena y Entre naranjos).
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural