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La tercera ola de contagios por la pandemia de Covid-19 está resultando más virulenta que las dos anteriores pues, al parecer, las nuevas cepas del virus SARS-COV2 son más contagiosas y afectan cada vez más a personas de menor edad que la cepa originaria y sus primeras derivaciones mutantes. El ejemplo de La India es el más elocuente que se ha podido ver en las últimas semanas en el mundo, pues hay contagios diarios que superan las 300 mil personas. Las imágenes de miles de fallecidos que son incinerados en terrenos baldíos, la atención de decenas de miles de pacientes contagiados que se da en la calle, en los automóviles, etc., nos ofrecen un cuadro infernal. ¿Se extenderá a otras partes del Globo Terráqueo esa nueva cepa? ¿Habrá un ahondamiento de la crisis sanitaria mundial? ¿Golpeará aún más las economías del mundo, creando más desempleo, más hambre, más muertes y más desigualdad el incremento de los efectos de la pandemia?
Muchos especialistas en el tema auguran una situación catastrófica de grandes proporciones en todo el planeta. También se prevé que el crecimiento del hambre, el desempleo la mala gestión de la pandemia, las condiciones de insalubridad, el crecimiento de la delincuencia y la violencia en muchos países –como México–, provocarán grandes brotes de inconformidad que pueden ser explosiones de violencia. Nadie desea que esto ocurra, pero la mayoría de los gobiernos neoliberales no han comprendido lo que se describe en la cinta distópica Cuando el destino nos alcance (1973) de Richard Fleischer: la realidad, tantas veces ignorada, toma venganza de ese desprecio por la dialéctica del mundo (Como dijo León Trotski, los humanos “nos podemos olvidar de la dialéctica, pero la dialéctica no se olvida de nosotros”).
Un síntoma muy claro de que el capitalismo –sobre todo el que se basa en el “fundamentalismo de mercado”– está llegando a una crisis que puede ser más profunda que la que se originó en 1929, con el llamado “Crack” y la “Gran depresión” de la década de los años 30 en la mayor parte de los países capitalistas del orbe, es la crisis del gigantesco negocio de los espectáculos en el mundo. Ante la imposibilidad de llenar los estadios de futbol, de beisbol, boxeo, lucha libre, patinaje, etc., los dueños de estos espectáculos han buscado seguir obteniendo grandes ganancias, pero, esto sólo se ha logrado con las compañías que sostienen las plataformas streaming que, aprovechando el confinamiento de millones de personas, han incrementado hasta un 25 por ciento sus ganancias. Ahora, las salas de cine que funcionan con la asistencia por función de menos del 30 por ciento de su aforo, están prácticamente quebrando. En el futbol, la situación es crítica, dado que también hay una crisis del negocio, que se sostiene apenas por lo que ganan los dueños de los equipos por los derechos de transmisión por televisión o Internet. En ese contexto se da el intento de los dueños de los equipos más renombrados de Europa por crear una “superliga”.
El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, anunció el pasado domingo 18 la creación de la “superliga” europea compuesta por 12 clubes. La competición estaría compuesta por seis cuadros de la Premier League inglesa: Arsenal, Chelsea, Liverpool, Manchester City, Manchester United y Tottenham Hotspur. Tres de la Liga española: Atlético de Madrid, Barcelona y Real Madrid. Y tres de Italia: AC Milán, Inter de Milán y Juventus, además de un número de clubes invitados y otros que podrían ingresar por un sistema de clasificación.
La intención de esos mercaderes del espectáculo es evitar que sus equipos dejen de obtener las estratosféricas ganancias, pues el estar compitiendo con equipos “pobretones”, ya no les garantiza los ingresos. Pero ese intento de crear una “súper liga”, se ha topado con los propósitos políticos e ideológicos de los gobernantes europeos. Para éstos últimos, el futbol no solo es un gran negocio en términos económicos; es un gran negocio en términos políticos y geopolíticos. El futbol es tal vez el más eficaz mecanismo de control mental que tiene la burguesía mundial para mantener bajo su égida a los miles de millones de seres humanos. Acabar con la UEFA o con cualquier otra liga, no es solo una cuestión de dinero, es una cuestión de “seguridad nacional”.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA