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Estados Unidos (EE. UU.) destruyó el pacífico proyecto nuclear iraní, usando a Israel. En su ofensiva unilateral –no guerra– buscan neo-colonizar a Medio Oriente y suprimir a un Estado soberano, antiimperialista que resiste al sionismo. Ese cambio cualitativo neo-fascista pone en riesgo al planeta.
La acometida estadounidense-israelí del 13 de junio y la respuesta de la República Islámica de Irán marcan un punto de inflexión histórico en la rivalidad geopolítica entre ambos actores. Hay fuego cruzado que atraviesa las líneas rojas trazadas en el pasado y anticipa peligro e incertidumbre global con la irresuelta cuestión palestina en el fondo.
El régimen sionista, fiel al imaginario imperialista de su patrocinador estadounidense, quiere generalizar la guerra en toda la región para aumentar lo más posible su territorio. Sólo se le opone la República Islámica de Irán, el actor más poderoso de la resistencia antisionista.
Desde el fin de la Guerra Fría y el ambiguo panorama que Occidente dejó con sus ofensivas en Irak, Afganistán y Libia, sólo Irán se perfiló como líder de la coalición antiimperialista y por el respeto a la pluralidad. Incapaz de tolerar ese desafío, EE. UU. y sus aliados operaron para debilitar a la Revolución Islámica y así barajar a su favor las cartas de la geopolítica regional.
De ahí su campaña para manipular, tergiversar y presionar hasta crear falsas percepciones. Sin embargo, aumenta la desconfianza en países de Medio Oriente hacia ese Occidente que miente como hace 15 años con la Primavera Árabe, y hoy acusa sin evidencia a Irán de ser una “amenaza”.
Hoy todo se desenvuelve entre el riesgo controlado y la imprevisibilidad. EE. UU. intentó engañar al deslindarse de la agresión israelí. El propio Benjamín Netanyahu lo dijo: “Informamos a los estadounidenses con antelación. Sabían del ataque. Lo que hagan ahora se lo dejo al presidente. Trump toma decisiones de forma independiente”.
Tan inmerso está Donald Trump en la agresiva lógica israelí, que el 16 de junio, antes de abandonar prematuramente la cumbre de Kananaskis, Canadá y convocar al Consejo de Seguridad, instó en “evacuar Teherán”.
Esa amenaza cumplía su pronóstico de tres días antes que, con su usual ejercicio de crueldad verbal, Trump escribió en Truth Social: “Le di a Irán una oportunidad tras otra de llegar a un acuerdo”. “Les dije de forma enérgica pero no lo consiguieron; les dije que sería peor que lo que supieran o anticiparan, que EE. UU. tiene el mejor y más letal equipo militar del mundo, CON MUCHO. Y que Israel tiene un montón de esos equipos y tendrán más, y saben cómo usarlo”. “Algunos iraníes de línea dura hablaron con valentía, pero no sabían lo que estaba a punto de suceder. Todos están MUERTOS ¡Y no hará sino empeorar! Ya hay muerte y destrucción, pero hay tiempo para hacer que llegue a su fin esta masacre, pues los próximos ataques serán más brutales”. “Irán debe llegar a un acuerdo antes de que no quede nada, y salvar lo que fue conocido como el imperio iraní. No más muerte, no más destrucción, SÓLO HÁGANLO, ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE. ¡Que Dios los bendiga a todos!”.
Pese a esas amenazas, EE. UU. no constató la veracidad de su versión de que Irán esté por crear armas nucleares o que lo intente. En marzo, la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard afirmó que su evaluación del caso no confirmaba tal posibilidad.
Sin embargo, los servicios de inteligencia de EE. UU., Israel, Reino Unido y otros aliados no han dejado de preparar el camino para su única opción: borrar a Irán para allanar la fascistización de Medio Oriente.
Ese añejo plan revivió en cuanto Donald Trump asumió su segunda presidencia. La primera fase fue tras la masacre en Gaza, cuando Washington y Tel Aviv lanzaron ataques implacables sobre Hezbolá en Líbano y siguieron contra Assad en Siria, hasta imponer en el poder a radicales islámicos que antes calificaron de terroristas.
La siguiente fase fue dinamitar el diálogo en Omán, con propuestas ambiguas que no convenían a Irán. No hubo voluntad política para ver el programa nuclear iraní como clave para su desarrollo como país soberano. Ello no conviene a los halcones anglo-sionistas.
Trump llegó a la Cumbre del G-7 con esa visión imperialista y el magro triunfo de haber dinamitado una eventual convivencia pacífica Israel-Irán. Él no entiende el poder suave (soft-power), esa gran capacidad de influencia político-cultural para seducir con guante de seda, lamentó el creador de esa noción política, Joseph Nye.
La madrugada del 12 de junio, más de 200 aviones israelíes bombardearon objetivos militares y civiles en Teherán y otras localidades iraníes, al tiempo que asesinaban a altos miembros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria y a 14 científicos.
Al día siguiente, el secretario general de Naciones Unidas condenó los ataques israelíes sobre instalaciones nucleares iraníes, cuando se celebraba el diálogo con EE. UU. sobre el programa nuclear del país persa.
El Ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Seyed Abbas Araghci, envió un mensaje al director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Rafael Mariano Grossi, “Le concierne no quedar en silencio ante esa criminal agresión y condenar inequívocamente” por el temerario ataque israelí a la instalación nuclear pacífica de Natanz, cuando había equipos activos y materiales nucleares.
Lo instó a convocar a una reunión de emergencia de la junta de la AIEA, pues ese ataque violó provisiones de la ONU, resoluciones del Consejo de Seguridad y de la propia Junta de la Agencia.
El rol de la AIEA es clave; siempre vigiló el desarrollo del programa nuclear iraní y no encontró vestigios de enriquecimiento ilícito de uranio. Lo mismo hicieron otros entes supervisores que no vieron ningún viso de crear armas.
Para el político israelí Ori Goldberg, “no existía amenaza inminente para Israel. Esto no era inevitable. El informe de la AIEA no sugería amenaza de Irán”. Sin embargo, EE. UU. y sus aliados difundieron insistentemente la falacia de la “amenaza” nuclear de Irán.
Desde 2015, cuando EE. UU. se retiró del Acuerdo Nuclear, las fuerzas más radicales en Occidente urdieron el fin de una alternativa de paz. Pretextaron aliviar las sanciones al llevar a Teherán a la mesa de diálogo, mientras urdían la actual campaña bélica.
Por ello, Donald Trump alentó el diálogo bilateral en Mascate, Omán hacia un nuevo acuerdo. La sexta ronda sería el domingo 15 de junio, pero dos días antes, Israel ya bombardeaba Irán con apoyo logístico de Washington.
Se confirmó que no había interés real en lograr un acuerdo. Y por eso, desde todo el mundo hay voces que reclaman esa falta de pruebas. “Israel usó la fuerza sin ajustarse al Derecho Internacional” insiste el académico Michael Becker.
Aún así, hoy Irán libra un valiente combate ante esos adversarios con solidaridad de potencias y aliados. China respaldó el derecho iraní a defenderse, condenó la violación de la soberanía iraní, acusó a Israel por ese ataque sin precedentes y anunció su disposición a mediar.
Rusia conversó con las partes en conflicto y calificó la ofensiva israelí como violatoria de los estatutos de la ONU. Venezuela condenó el ataque y ratificó su solidaridad con Teherán. Turquía afirmó que la ofensiva es una provocación israelí de desestabilización estratégica en la región. Entre otros, México condenó enérgicamente el ataque, lo calificó de grave violación al derecho internacional y llamó a detener las hostilidades para evitar un conflicto mayor. El príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman, afirmó su apoyo a Irán y condenó los ataques israelíes.
Hoy, Benjamín Netanyahu se felicita por destruir la capacidad nuclear iraní con su operación León Naciente. Con su perversa visión del adversario, afirmó que matar al líder Supremo de Irán, Alí Jamenei, “no escalaría el problema, lo terminaría”.
Similar enfoque magnicida mostró el jefe de las mal llamadas Fuerzas de Defensa de Israel, Avi Gil, quien admitió: “Nos encontramos en una ventana de oportunidades estratégica y cerca del punto de no retorno; no teníamos más remedio que actuar”.
El sionismo que ambos defienden se nutre del ultranacionalismo nazi, inspirado en el supremacismo y la falsa interpretación de que son el pueblo de Dios. De ahí la necesidad de enfrentar ese imaginario y evitar su expansión a través de múltiples Estados aliados para detener la ofensiva impune del ahora llamado “sionazismo”, refiere el periodista argentino Carlos Aznárez.
Es por ello que el líder sionista mantiene un frágil equilibrio entre su obsesión bélica regional y su permanencia en el poder. Muchos lo acusan de alentar la masacre en Gaza, donde asesinó a decenas de miles de palestinos basándose en su frío cálculo político.
Para sus críticos, Netanyahu depende del conflicto en Gaza, Líbano e Irán para evitar que colapse su gobierno y deba rendir cuentas a su propio pueblo por cargos de corrupción que lo llevarían a la cárcel.
Esa situación interna de su protegido enfrentó a Donald Trump a una realidad inesperada: Israel le planteó su mayor crisis de política exterior. Aunque el estadounidense habría exclamado “¡Excelente!” al conocer el balance de la primera ola de ataques israelíes, no está a gusto con esa guerra, según The Huffington Post.
El magnate-presidente tiene el dilema de decidir si interviene para evitar que el conflicto se extienda, descontrole la región y profundice el caos económico que ocasionaron sus aranceles a monarquías y repúblicas árabe-musulmanas.
Con miras al futuro próximo, para el analista Akbar Shahid la ofensiva israelí en curso contra Irán es una prueba peligrosa para un equipo estadounidense nuevo, inexperto, dividido en facciones y con poco personal, por no decir improvisado.
El presente es complejo para EE. UU., pues mientras auxilia a Israel a bombardear Irán, el pueblo estadounidense rechaza esa violencia a través de organizaciones como CodePink y la excoronel pacifista Ann Wright. La escritora y activista estadounidense Medea Benjamin ofreció disculpas a los iraníes por la complicidad de su gobierno en los ataques israelíes contra ese país persa: “Sentimos lo ocurrido al pueblo de Irán y seguiremos exigiendo a nuestro gobierno que ya no arme a Israel”.
En Conferencia, el Sr. Rostam Adabinia, Encargado de Negocios de la Embajada de Irán en México, manifestó el reconocimiento de su país a la independencia política de México y su firme posicionamiento en la escena internacional. De ahí su confianza en que su protesta por la agresión de Israel contra Irán se escuche ampliamente.
En su análisis de la ofensiva israelí, aborda tres ángulos. El primero es el jurídico, que evidencia el “retorno a la Ley de la Selva”, pues Israel no respeta al Derecho Internacional y alienta la fuerza y militarización contra lo que establece la ONU. Destaca que, desde la creación del organismo, es el Estado con más Resoluciones en contra por sus abusos. “Lo que hace Israel es una burla a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional. Es un retroceso para la civilización”.
El diplomático apunta al aspecto político, describe que Israel siempre ha recurrido al sabotaje, al lobby y a la fuerza para mantenerse en la región. “Las pláticas en Omán fueron una trampa de Trump y lanzar este ataque sorpresa. Nunca fue el programa nuclear, sino rendir a Irán”.
Netanyahu creó un conflicto interno para desmantelar a un país soberano. A él no le importa su pueblo y destaca que históricamente Irán ha sido tierra sagrada para los judíos, pues ahí están sus profetas; refiere que, tras la Segunda Guerra Mundial, los judíos del mundo emigraron a Israel, pero los que vivían en Irán permanecieron ahí, porque tienen un fuerte rol social y representación parlamentaria.
El Sr. Adabinia subraya el rol mediático, que desinforma sistemáticamente sobre Irán y oculta los efectos de las guerras de agresión de Israel y EE. UU.
Los ataques israelíes contra Irán, la madrugada del viernes, se planificaron desde hace años. Hoy trasciende el rol de Reino Unido a favor de Israel, pues le compartió información de los vuelos de reconocimiento de sus aviones en las bases militares que tiene en Chipre: Akrotiri (a 40 minutos de vuelo a Tel Aviv) y Dekela, con la mayor pista de aviación y una antena de escucha de cuatro a cinco mil kilómetros de radio de Europa al Índico.
A ellos se sumó el trabajo del Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales (Mossad), la agencia de inteligencia sionista, que alardea en redes sociales sobre la forma en que recopiló información con las Fuerzas de Defensa israelíes para atacar a Irán.
Ésa fue la primera fase de la Operación Encubierta Múltiple en territorio iraní. En la segunda utilizó esa información que incluyó espionaje para neutralizar la defensa iraní, sofisticados sistemas de precisión, enjambres de drones explosivos y tecnologías avanzadas en vehículos civiles. Los colocó en zonas abiertas, próximas a misiles tierra-aire iraníes, para neutralizar la respuesta aérea iraní tras asesinar a mandos militares y científicos.
En una tercera operación anticipada y secreta, Mossad estableció una base de drones explosivos dentro de Irán que destruyeron los misiles tierra-tierra en la base misilística de Esfajabad.
Ese esfuerzo de inteligencia y eficaz mecanismo de penetración de Israel tuvo la garantía de seguridad de un corredor abierto para que sus aviones con bombas pesadas llegaran a sus objetivos hasta el fondo del territorio iraní y ejecutar los asesinatos. Sabía dónde, cuándo y cómo se movían sus objetivos.
Pese a ese eficiente operativo, la ráfaga iraní de represalia superó la Cúpula de Hierro sionista e impactó Tel Aviv causando daños, admite el equivalente israelí de la Cruz Roja, Magen David Adom. Y el martes 17 se anunciaba la detención de dos agentes de la Mossad en Fashafuyeh, provincia de Teherán; les requisó explosivos y equipos para drones.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.