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La voz lírica es, evidentemente, femenina: una mujer invita al amado, sus intenciones son explícitas. Rompe con la represión sexual del medioevo… pero es una jarcha andalusí, fechada por los eruditos a principios del siglo XII, rescatada y traducida por el arabista Emilio García Gómez.
Boquita de collar,
dulce como la miel,
ven, bésame.
Dueño mío Ibrahim,
¡oh, dulce nombre,
ven a mí de noche!
Si no quieres, yo iré a ti.
¡Dime dónde puedo encontrarte!
Amiguito, decídete.
Ven a tomarme,
bésame la boca,
apriétame los pechos,
junta ajorca y arracada.
Mi marido está ocupado.
“Boquita de collar”, dice ella, y el collar no puede ser más que de perlas orientales; tierna metáfora que inaugura una sucesión de imágenes que llegan a la cima del “atrevimiento” con la invitación a juntar las ajorcas con las arracadas. El llamado no deja lugar a dudas, “mi marido está ocupado”, dice para rematar; y la universalidad del tema hace presa del lector moderno desprejuiciado; no valen aquí las precisiones religiosas y bien puede hacerse a un lado si la que habla es una mujer hebrea, musulmana o cristiana del siglo XII. El entorno familiar conspira para el encuentro amoroso, rodeado de ricos accesorios y prendas de vestir:
¿Qué haré, madre?
Mi amado está a la puerta.
Deja mi brazalete y afloja mi cinto,
[amado Ahmad.
Sube conmigo a la cama, acuéstate
[desnudo.
No te amaré sino con la condición
de que juntes mi ajorca de tobillo
[con mis pendientes.
Es imposible pensar en esta poesía sin imaginarla recamada de piedras preciosas, multicolores, brillantes. De hecho, moaxaja viene del árabe muwâššaha, literalmente, “embellecida”, “adornada con un doble collar de perlas” o por “un cinturón de doble vuelta”. En Las Jarchas y la lírica de tipo tradicional, Carlos Alvar de Esquerra compara la moaxaja con un valioso cinturón: “del mismo modo que el cinturón se cerraba con un broche, en el que se engastaba la más rica de las joyas, así, el último o últimos versos de la moaxaja estaban formados por la jarcha: las rimas del final de todas las estrofas dependían de la rima asonante establecida en la jarcha, que, además, tenía escasa relación temática con el resto de la composición y que era introducida de forma forzada mediante un verbo de lengua”.
¿Es en verdad una mujer quien así requiebra al amado? ¿Es una ficción poética y hay un hombre imitando el tono femenino? ¿Son originales del autor de la moaxaja, en la que están insertas las jarchas, o son un homenaje a una poesía más antigua, de esencia popular? Las opiniones de los filólogos se dividen al llegar a este punto del estudio de estas cancioncillas populares destinadas a cerrar las composiciones del género conocido como moaxaja; ambos bandos poseen fuertes argumentos para demostrar su teoría; de lo que sí podemos estar seguros es que ningún momento de efervescencia política y cultural se entendería sin la participación femenina y que ésta no es la excepción.
María de Jesús Rubiera Mata, en su ensayo Nueva aproximación al estudio literario de las jarchas andalusíes, establece ejes temáticos en este género, dividiéndolo en “jarchas de requerimiento” como las arriba citadas, así como albadas y cantigas de mar, de amigo y de ausencia, como ésta:
Viene la pascua y viene sin él.
¡Ay, cómo arde mi corazón sin él!
L’habib espero;
por él morreyo.
De tanto amar, de tanto amar,
amigo, de tanto amar,
enfermaron unos ojos brillantes,
y ahora duelen mucho.
Has de saber, amor mío,
quédome yo sin dormir.
Ven ya, ven, amigo mío:
no sé llevar tu huir.
¿Quién me quita mi alma?
¿Quién quiere mi alma?
Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.