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Dominio sobre “tierras raras” enfrenta a EE.UU. y China
La pugna entre países productores y empresas trasnacionales se traduce en la dificultad diaria de millones de personas, entre otras, para beber agua potable. Cosas tan básicas dependen de 17 elementos estratégicos por los que hoy EEUU y China rivalizan.
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Recursos, rutas y mercados son el botín en los conflictos armados. La pugna entre países productores y empresas trasnacionales se traduce en la dificultad diaria de millones de personas para beber agua potable, respirar aire fresco, disponer de la electricidad; acceder a alimentos sanos, equipos de resonancia magnética o a un auto eléctrico y aun a explorar el espacio. Esas expresiones de la vida cotidiana dependen de 17 elementos estratégicos por los que hoy Estados Unidos (EE. UU.) y China rivalizan. Esta disputa, que determinará el futuro de la humanidad, no es ajena al interés de México para crear su propia reserva de materias primas de alto potencial tecnológico.

El 18 de marzo, el presidente de China, Xi Jinping, invitó a su homólogo de EE. UU., Joseph Biden, a trabajar conjuntamente y “encauzar sus relaciones por el camino correcto, por la paz y seguridad”. Xi habló como el jefe del Estado que lidera el avance tecnológico más adelantado debido a su control de “tierras raras”.

Hoy, esos 17 minerales, codiciados por las superpotencias garantizan la seguridad estratégica. Además de que representan una garantía de supervivencia, bienestar y prosperidad, el Estado que posee estas materias debe mostrar que tiene capacidad para desarrollar satisfactores tecno-industriales.

 

 

Para los geopolitólogos, las “tierras raras” constituyen el hardware y el software de la vida contemporánea. Incluso los expertos comparan la feroz competencia que hoy mantienen las potencias por acceder a ellas con la rivalidad que hace 400 años sostuvieron los países avanzados por controlar las especias.

De ahí que el Servicio Geológico de EE. UU. compare a estos metales con “vitaminas”, en virtud de que al adicionarse a otros elementos generan resultados muy apreciados. Sus cualidades magnéticas conducen a lo que se ha llamado la revolución tecnológica del siglo, porque se asocian a la transición energética.

Estos metales se utilizan en la digitalización, la industria militar (con misiles inteligentes y drones) y el sector aeroespacial; son básicos para el cambio gradual de energías fósiles por renovables. Su importancia es tal que definirán la geopolítica del futuro; aunque a nivel ecológico su proceso signifique una pesadilla por el gran uso de contaminantes y el gasto de agua.

 

Poder geopolítico

Poseer reservas de “tierras raras”, disponer de la capacidad para procesarlas y comercializarlas es importante para la geopolítica, porque tal apropiación confiere a los Estados liderazgo internacional.

Además de recursos naturales estratégicos, las “tierras raras” son elementos de sinergia política, económica y militar. Por ello se prevé que aumente su valor estratégico con su escasez y la falta de sustitutos. En ese contexto de nuevos riesgos y vulnerabilidades de seguridad, pueden resultar afectados los intereses vitales de los Estados.

En el mundo, China ostenta tales capacidades y por ello detenta una posición geopolítica dominante. Este país tiene el control del suministro global, lo que le permite mantenerse en la vanguardia tecnológica, comercial y estratégica que resulta en seguridad multidimensional.

En el caso de recursos críticos, como las “tierras raras”, cuando los Estados son muy dependientes de ellos porque no los poseen en cantidad suficiente y los importan, se genera una tensión indeseable.

Ya sea por presiones de actores privados trasnacionales o exigencias de las cúpulas político-económicas internas, los gobiernos occidentales están urgidos por satisfacer esta necesidad a como dé lugar.

 

Tras la utopía

Pero no solo EE. UU. y China se hallan en disputa por estos minerales, sino también otras potencias económico-tecnológicas buscan dotarse de ellos para garantizar su seguridad nacional. Es previsible que los múltiples actores de la escena global mantengan luchas geopolíticas y geoeconómicas por estos 17 elementos; y los efectos de esa competencia se sentirán en todo el mundo.

Paradójicamente, en 1933, Suecia cerró la mina de Ytterby, donde se descubrieron estos metales y era su única productora europea. Tras el deshielo por el cambio climático, una zona de Groenlandia –región que administra Dinamarca– dejó expuestos yacimientos de estos metales. Por su parte, el Reino Unido, Afganistán, Surcorea, países de África, Myanmar y Nueva Zelanda explotan sus vetas.

En México, la Unidad de Coordinación de Actividades Extractivas impulsó el Proyecto de sustentabilidad energética, que incluyó la investigación sobre “tierras raras”; un trabajo similar se realizó en el Parque Científico y Tecnológico de Morelos.

La Coordinación de Innovación y Desarrollo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) sigue las investigaciones de estos metales en formaciones geológicas. El Instituto de Ciencias Físicas (ICF) detectó 90 sitios con potencial de extracción y hasta 200 puntos de exploración en Coahuila, Sinaloa y Chiapas, reveló Lorenzo Martínez, el coordinador del proyecto.

Hoy se sabe que Oaxaca posee concentraciones altas (hasta del 15 por ciento) e Hidalgo (10 por ciento); mientras que en Coahuila, Durango Sinaloa y Sonora el porcentaje es menor, aunque atractivo para invertir. El procesamiento de estos metales sustentaría el desarrollo del país mediante la producción de bienes estratégicos. Sin embargo, los expertos alertan contra una política extractora depredadora característica de empresas como el Grupo México.

El 17 de marzo de 2021, la senadora del Partido del Trabajo (PT) Geovanna Bañuelos propuso un punto de acuerdo para exhortar a la Secretaría de Economía (SE) a poner en marcha un Programa Integral para la Protección del Mineral de Litio y Tierras Raras como Recursos de la Nación.

Con ello, la legisladora pretendía declarar Zona de Reserva Minera los sitios donde hay o se pudiesen encontrar los yacimientos más importantes del país para garantizar la rectoría del Estado en su explotación y su aplicación tecnológica.

 

Desde hace décadas, la milenaria China –con visión de futuro– abandonó la economía feudal y transitó hacia la modernidad. El ideólogo de esa evolución fue el dirigente Deng Xiaoping, quien en 1992, al visitar las minas de “tierras raras” de la Mongolia interior expresó: “Medio Oriente tiene petróleo, China tiene ‘tierras raras’”.

Entonces presidido por George H.W. Bush, EE. UU. soslayó ese anuncio, que anticipaba la supremacía del coloso asiático en esos metales estratégicos. La Unión Americana prefirió creer la tesis de Francis Fukuyama sobre “el fin de la historia” a partir de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) e ignoró a Xiaoping.

Veinticinco años después, con Donald John Trump en la Casa Blanca, el mundo ya calificaba como “imprescindibles” esas materias primas y las buscaba con desesperación. Hoy, en contraste, China controla más del 97 por ciento de la producción global de estos metales.

Esos elementos estratégicos provienen de yacimientos chinos, pues su país posee las reservas más importantes con 44 millones de toneladas. En diciembre pasado, Beijing creó la empresa estatal Rare Earth Group para mantener su dominio en la cadena de suministro global, informó la televisora CGTN.

En esa compañía se fusionan activos de todas las empresas mineras del Estado, donde están incluidas la poderosa Aluminium Corporation of China, China Minmetals Corporation y Ganzhou Rare Earth Group. En su interior trabajan también centros de investigación científica como: China Iron & Steel Research Institute Group y Grimm Group Corporation.

 

Carrera febril

 A EE. UU., que pierde su hegemonía mundial, le urge mantener su competitividad industrial. De ahí que la adquisición y el control de la mayor cantidad de “tierras raras” (elementos lantánidos) sean indispensables para producir tecnologías de punta, como lo indica una iniciativa en el Senado.

 

 

El 14 de enero, respaldados por compañías trasnacionales y cúpulas políticas, los senadores Thomas Cotton, republicano por Arkansas y el demócrata por Arizona Mark Kelly propusieron finalizar “la dependencia de Estados Unidos frente al Partido Comunista de China”.

Cotton, consultor de negocios, sirvió en el ejército y, durante las protestas por el asesinato de George Floyd, en 2020, propuso que los soldados reprimieran a los manifestantes; considera que Irán, Norcorea, China, Cuba, Rusia, Siria y Venezuela son desafíos que su país debe resolver con una “opción militar”.

Por su parte, Mark Kelly, exastronauta, promotor del control de armas y senador sustituto de John McCain, quien falleció en 2018, espera cubrir su periodo completo y postularse para la elección en noviembre de este año.

Ambos explican, en su iniciativa, que es crucial ganar la batalla estratégica contra China y proponen otorgar a EE. UU. mayor seguridad nacional con el estímulo de la producción de estos metales ante una eventual falta de suministro.

Para lograrlo proponen tareas específicas: a los Departamentos de Defensa y de Seguridad Interior les correspondería crear una reserva estratégica de “tierras raras” desde ahora hasta 2025.

Confían en que así habrá respuesta rápida a la necesidad de los sectores militar, tecnológico y otros rubros esenciales. La reserva deberá tener materia prima para al menos un año, y enfrentar la demanda en caso de existir una ruptura en la cadena de suministros.

 Además, piden al Departamento de Comercio investigar prácticas comerciales “injustas” de China en el sector de “tierras raras” y si se confirma, exigen que se le impongan aranceles más elevados. Cotton y Kelly sostienen que solo así EE. UU. fortalecerá su posición de liderazgo mundial en tecnologías.

En 2019, EE.UU. importó de China el 90 por ciento de las “tierras raras” que necesitó para su industria, según el Servicio Geológico (USGS). En su Informe de Minerales de 2021, esta institución reveló que su producción mayoritaria de estos elementos provino de la mina de Mountain Pass, en el desierto de Mojave, California.

En 2017 colapsó esta mina, administrada por Molycorp. Hoy, la empresa MP Materials aspira a ser la primera firma estadounidense en refinar tales minerales desde 2015. Detrás está el impulso al sector que le dio Donald Trump. Para detectar los elementos que necesita, EE. UU. creó el Centro de Materiales Críticos, que se conoció como Proyecto Manhattan.

 

Definición del futuro

Las “tierras raras” son 15 elementos que, en la sexta fila de la tabla periódica, se conocen también como lantánidos y son: lantano, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, cerio, erbio, tulio, iterbio y lutecio; a ellos se suman escandio e itrio.

 

 

Se clasifican en ligeros (más abundantes) y pesados (menos abundantes). Son “raros” no por ser escasos –pues el itrio, cerio y neodimio abundan más que el plomo– sino porque se disuelven en un medio ácido y por sus excepcionales propiedades magnéticas y conductoras. De ahí que sean muy valorados.

El capital trasnacional, integrado, en gran parte, por las tecnológicas de la comunicación, el sector militar-aeroespacial y el de energías renovables, considera estos metales de valor tecnológico por sus múltiples aplicaciones. A partir de la Segunda Guerra Mundial, se usaron en la industria petrolera; y luego en cámaras digitales, baterías, medicinas, cristales laser; más tarde se emplearon en aeronaves, blindajes y almacenaje electrónico.

 

En guerra por recursos

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) proyecta que, en 2025, la población mundial sumará casi ocho mil millones de personas; y aunque en general el mundo es cada vez más próspero, cada persona consume más alimentos, agua fresca, petróleo, gas, metales y productos agropecuarios que no son suficientes. Por tanto, la competencia por recursos básicos se agudizará.

 

 

1941.  Las causas reales del ataque japonés a Pearl Harbor y la invasión a Rusia se explican por la tensión geopolítica que generó el control de las commodities (bienes de consumo), sostiene Mamta Badkar.

1989-2018.  En África, la mayoría de conflictos armados son para lograr el control de espacios y sus recursos. Este continente es la arena donde EE. UU., China, Reino Unido, India y Francia dirimen sus competencias, pues es rico en metales estratégicos: el 99 por ciento del cromo mundial, el 85 por ciento del platino, el 68 por ciento del cobalto y el 54 por ciento del oro.

1990-2022.  La guerra civil de Colombia es la lucha por estos recursos. En este conflicto, las partes esperan ganar sin que el otro reaccione; pero solo lo han alargado y extendido en el territorio donde se encuentran los minerales.

2010.  China corta el suministro de “tierras raras” a Japón por el conflicto en el Mar del Sur.

2013-2022.  El control de recursos naturales está detrás de la constante tensión en las islas del Mar del Sur de China, a decir de Michael L. Ross.

2020.  Apple anuncia que solo usa “tierras raras” recicladas para su IPhone12.

2021.  Mapa global de recursos mineros críticos con tecnología XRF: USGS.

 

Hoy se emplean para fabricar equipos de energías renovables, dispositivos electrónicos, autos híbridos o eléctricos, pantallas de teléfonos, iluminación; nanotecnología, turbinas eólicas, entre otros.

Pero el uso menos visible de estos 17 elementos se da en el sector militar. Por ello son clave en el ámbito geopolítico, ya que dan seguridad multidimensional a los Estados y, aunque se usan cantidades muy pequeñas, siempre se busca garantizar su abasto.

La fiebre por adquirir esos metales llevó a llamarlos “el nuevo oro verde”. Los ambicionan corporaciones de nuevas tecnologías que despliegan enormes esfuerzos por conseguirlos en colusión con gobiernos, sobre los que influyen a través de cabilderos.

 

 

Al margen de la competencia feroz entre EE. UU. y China o por los llamados equilibrios geopolíticos y las estrategias verdes de los Estados, las “tierras raras” plantean dilemas que implican a todo el planeta. El veloz ritmo con que se comercializan dispositivos electrónicos de vida efímera no está relacionado con la transición a una energía ecológica. A la sociedad le costará cada vez más mantenerse hiperconectada y vivir con menos emisiones.


Escrito por Nydia Egremy .

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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