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“La creación de empleos bien pagados” es uno de los principales beneficios que las empresas industriales extranjeras (nearshoring) ofrecen al instalarse en otros países, pero de ello no hay ni rastros en México.
Desde 1965 se han instalado numerosas maquiladoras de corporaciones trasnacionales en México; pero esto no ha significado algún tipo de bienestar para los trabajadores mexicanos, ni ha generado crecimiento económico.
El crecimiento con inversiones extranjeras de este tipo ha sido una ilusión desde 1994, cuando México, con Carlos Salinas como Presidente, suscribió el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos (EE. UU.) y Canadá.
El resultado más ostensible de ese acuerdo fue una mayor dependencia comercial con respecto al país vecino, así como en el Tratado México, EE. UU., Canadá (T-MEC) su segunda versión, firmada en 2020 por el expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Las mismas características tendrá su tercera edición, que está programada para 2026 en el sexenio de Claudia Sheimbaum.
En la ceremonia inaugural del T-MEC, celebrada en Washington el nueve de julio de 2020, AMLO alabó al entonces presidente estadounidense Donald Trump, quien se hallaba al frente de una ofensiva corporativa y recurría a expresiones como “hacer grande otra vez a América” y ”América primero” (América First), con las que realmente aludía a EE. UU.
El TLCAN generó “una inserción subordinada a la globalización, con una estrategia de mano de obra barata para hacer posible que se materializara la inversión extranjera, o si se quiere, para que el nearshoring de aquella época se hiciera realidad”, explicó a buzos Luis Bueno Rodríguez, especialista en asuntos laborales.
“Se ofreció mano de obra barata que, además, estaba y sigue estando sujeta al control del aparato corporativo charro (líderes sindicales vendidos al patrón), ligado completamente al gobierno. Ésa fue la estrategia”, puntualizó el investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), campus-Xochimilco.
Relocalización y guerra
El multicitado fenómeno de la relocalización refleja una de las estrategias estadounidenses en su guerra comercial contra China, en la que se disputa el liderazgo económico mundial.
Ambas potencias están confeccionando bloques comerciales bajo su dominio; el chino con el grupo derivado de la Nueva Ruta de la Seda; y EE. UU. tratando de revivir el fracasado proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en el que intentó aglutinar, en 2005, a los 34 países del continente en una sociedad parecida a la Unión Europea.
El nueve de agosto de 2022, el presidente Joseph Biden impulsó la Ley Chips and Science Act para atraer maquila electrónica a territorio estadounidense y a los países latinoamericanos que domina, con el propósito de aprovechar al máximo los adelantos tecnológicos, como hacen los chinos.
“La Ley de Chips y Ciencia reducirá costos, creará empleos, fortalecerá las cadenas de suministro y contrarrestará a China”, indicó la Casa Blanca en un documento informativo sobre esa legislación difundido el nueve de agosto de 2022.
El texto reafirmó que sus objetivos mundiales son “ganar la carrera por el Siglo XXI, fortalecer la industria manufacturera, las cadenas de suministro y la seguridad nacional estadounidenses”.
Su aplicación supone una inversión estatal de 280 mil millones de dólares (mdd) mediante concesiones fiscales y otras facilidades para que las empresas de suministro y ensamblaje de productos tecnológicos, que en decenios anteriores se ubicaron en Asia, se trasladen a la región controlada por EE. UU.
La relocalización está destinada al propio territorio estadounidense, sobre todo en el caso de los suministros de materias primas y manufacturas estratégicas como las electrónicas, y los países americanos más confiables, es decir, los más dependientes de su economía, como México.
Más que por razones económicas, la reubicación de las empresas manufactureras y el control de las cadenas de suministro se deben a la “seguridad nacional” del gobierno estadounidense.
Pretende asegurar el control de las empresas ensambladoras y el suministro de componentes electrónicos, destacadamente los chips, vitales para las poderosas industrias estadounidenses dependientes de sistemas computarizados, como la militar, la automotriz y la aeronáutica.
El 90 por ciento de las materias primas utilizadas por las manufactureras ensambladoras estadounidenses procede de Taiwán, el pequeño país asiático, cuya independencia de la República Popular China es alentada y apoyada por los países de Occidente para que el gigante asiático no la reintegre a su territorio.
“En la actualidad, más del 90 por ciento de los chips con tecnología más avanzada, cruciales para el ejército y la economía estadounidenses, se producen en Taiwán. Esto ha generado preocupación por la vulnerabilidad del suministro”, reportó el diario The New York Times el 1° de marzo de 2023.
La explotación laboral
Desde 1994, el acuerdo comercial con EE. UU. ha propiciado el encubrimiento de empresas manufactureras ligadas a grandes corporaciones trasnacionales beneficiadas con la exportación de sus productos ensamblados en México, sin aportar una mayor generación de empleos ni crecimiento económico.
Obtienen mano de obra barata, consumen bienes naturales sin restricciones y pagan derechos y servicios en condiciones preferenciales para producir, consentidas por el tratado comercial.
Además, México ha afianzado su dependencia de los productos estadounidenses, entre ellos los básicos, como alimentos y combustibles que compra a las corporaciones a precio de dólar.
La supeditación a las cadenas manufactureras provocó que el país abandonara su desarrollo tecnológico e industrialización, y que concretara su funcionamiento como “satélite” maquilador de EE. UU.
Como las ganancias de exportación generadas por las mercancías maquiladas se quedan en el extranjero, la economía nacional no crece; tampoco produce la suficiente cantidad de empleos formales. Por ello, desde que abrió sus puertas a la “globalización” comercial en 1994, el promedio de crecimiento económico es del dos por ciento.
México es promovido como un área “atractiva” no sólo por su ubicación junto a su “socio” comercial, EE. UU., sino también por su mano de obra muy barata, una explotación casi sin restricciones de bienes naturales y la protección gubernamental.
Leticia Merino, con doctorado en economía e integrante del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afirmó que desde la firma del TLCAN de 1994, “gran parte de la economía pasa a girar en torno a las materias primas; la industrialización propia que había tenido el país durante los 30 años anteriores se abandona.
“En ese marco, el país se integró de lleno a las cadenas globales de suministro de materias primas, destacadamente con petróleo”, declaró Merino en mayo de 2023 a la revista institucional de la UNAM.
“México dejó de ser un país productor para convertirse en un país maquilador. Por ejemplo, en el caso de los vehículos, aquí los hacen, los pagan en pesos, se los llevan al extranjero y los venden en dólares o en euros”, explicó a buzos Heladio Abundis Cuadián, coordinador del Frente Auténtico del Trabajo (FAT).
“Si México quisiera realmente crecer, tendría que apostar a la inversión interna, al mercado interno; que tengamos empresas con las que realmente se quede aquí el dinero”, destacó Abundis.
El dirigente laboral agregó que los sindicatos deberían aglutinarse por rama industrial para exigir “que todos los trabajadores de un mismo sector ganaran igual”. La atracción de México “ha sido la mano de obra barata y la facilidad y docilidad del gobierno ante los empresarios”, precisó Abundis.
Ni crecimiento ni empleos
Con todo y la llegada de manufactureras extranjeras y el notable incremento de los negocios de exportación a partir de 1994, México ha mostrado un avance económico no mayor al dos por ciento anual; y la diferencia de los salarios mexicanos con los internacionales se amplía actualmente.
Ese crecimiento económico sólo alcanza para producir entre 500 y 700 mil empleos al año, insuficientes para cubrir la demanda de por lo menos un millón 200 mil nuevos puestos de trabajo anuales, de acuerdo con los especialistas. Durante el recién concluido sexenio 2018-2024, se generaron 416 mil empleos anuales en promedio.
En la industria manufacturera se ha caído el empleo, según datos de la Encuesta Mensual de la Industria Manufacturera (EMIM), del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi) reportados el pasado 16 de agosto. Entre enero y junio de 2024, en las 21 ramas de la manufactura su número se redujo en 1.8 por ciento, promedio comparado con el primer semestre de 2023.
Esa baja coincide con el menor crecimiento económico registrado durante ese mismo periodo, cuando fue de 1.4 por ciento, cifra menor al 3.5 por ciento observado en la primera mitad de 2023.
Pero además existen grandes disparidades salariales entre los obreros mexicanos y los estadounidenses. En la industria manufacturera automotriz de EE. UU., se reciben salarios de al menos 16 dólares; y en algunos casos hasta de 22 dólares por hora, mientras que en las ensambladoras ubicadas en territorio mexicano se pagan cinco dólares por hora en promedio.
El siete de julio de 2020, Fausto Cuevas, director general de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA) y Alberto Bustamante, director adjunto de la Industria Nacional de Autopartes (INA), declararon que, pese a estar descrito en el T-MEC, el 1° de julio de 2022, las ensambladoras mexicanas no aumentaron a 16 dólares la hora a los trabajadores de ese sector.
“De la regla de los 16 dólares por hora se ha comentado mucho de que se incrementarán los salarios en México, es totalmente falso, porque no podemos llegar o pasar de cinco dólares a 16 dólares para cumplir esa regla”, estimó Alberto Bustamante.
Paolo Marinaro, director de la organización Centro de Solidaridad en México, subrayó, el 14 de agosto de 2023 a la revista Expansión, que las empresas de la maquila buscan mano de obra barata. “Sabemos que una mayor inversión extranjera directa y un modelo industrial orientado a la exportación no significan mejores condiciones laborales”.
Expectativas frustradas
El lanzamiento del proyecto del nearshoring o relocalización en 2022 por EE. UU. produjo expectativas sobre una oleada de manufactureras hacia México.
En un estudio del Banco de México (Banxico), difundido el 30 de agosto de 2023, se advierte que un considerable crecimiento de la actividad manufacturera en EE. UU. podría beneficiar cuando se mostrara “fortalecimiento de vínculos con los sectores productivos en México”.
Pero éstos han sido siempre relativos y dependientes de la situación en EE. UU., como se advierte en el hecho de que las primeras empresas manufactureras que se instalaron desde 1965 en Tijuana y Ciudad Juárez lo hicieron como parte de una política del gobierno estadounidense para frenar las oleadas de trabajadores migrantes hacia su territorio.
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), las industrias estadounidenses se volcaron a producir armamento en su territorio y eso benefició a México, porque una parte considerable de producción básica se generaba en este país, con lo que surgió una etapa de bonanza laboral y social entre 1940 y 1970 a la que los especialistas llamaron “el milagro mexicano”, porque la economía creció a una tasa promedio del seis por ciento anual.
Pero una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. retomó paulatinamente sus actividades industriales y “el milagro mexicano” se fue desvaneciendo; entonces los trabajadores de maquila se fueron hacia territorio estadounidense en busca de empleo.
La relocalización “fue diseñada por el presidente estadounidense Joe Biden para reconfigurar el comercio de EE. UU. con el resto del mundo, en el marco de la gran competencia comercial que esta nación mantiene con China”, señaló Clemente Ruiz Durán, académico de posgrado en la Facultad de Economía de la UNAM.
Explicó también que México es particularmente atractivo para las trasnacionales porque adopta la relocalización de manufactureras, y es socio de EE. UU. conforme al tratado comercial de 1994, refrendado en 2020; además de que es un área donde pueden conseguir mano de obra a bajo costo.
“En 2022, Biden echó a andar el nearshoring, para llevar inversiones a las naciones que son amigas y socias comerciales confiables de EE. UU. De esta manera, ya se está moviendo mucha de la inversión que EE. UU. tenía en otras partes del mundo para concentrarse en países como el nuestro… La idea es que el nearshoring se extienda a América Central”.
Para que la relocalización tenga efectos reales en México “es necesaria una política industrial más agresiva, porque no queremos ser sólo una nación maquiladora, sino también una que pueda incorporar innovaciones tecnológicas a los productos que exporta”, abundó Ruíz.
“Y aquí es donde creo que México no está poniendo en práctica la política adecuada. Sigue recibiendo inversiones simplemente para maquila. Ninguna instancia gubernamental ha pugnado porque exporte productos con un mayor contenido tecnológico”.
Para ratificar su dominio
La relocalización de manufactureras desempolva el antiguo plan estadounidense de crear un bloque económico en el continente americano bajo su control, lo que también es parte de su disputa con la República Popular China, que se ha acercado a esta región.
Junto al TLCAN, en 1994 promovió el ALCA para integrar a los 34 países de la región en un bloque similar a la Unión Europea.
Sin embargo, el plan fracasó en 2005 ante la resistencia de gobiernos como el de Venezuela, entonces encabezado por el fallecido expresidente Hugo Chávez, sindicatos y organizaciones civiles.
En México, el proyecto de un corredor ferroviario sobre el Istmo de Tehuantepec, del mayor interés estadounidense, fue retomado por AMLO durante su sexenio para conectar los puertos de Salina Cruz, Oaxaca, en el Océano Pacífico, con Coatzacoalcos, Veracruz, en el Atlántico, un paso similar al Canal de Panamá, donde operaron los estadounidenses hasta 1999 y ahora está China.
El corredor transístmico se conectaría con el Tren Maya y l0 parques industriales donde se instalarán las manufactureras, cuyas áreas contendrían empleos tanto mexicanos como centroamericanos para que no busquen ingresar a territorio estadounidense.
Luis Bueno Rodríguez, académico e investigador de la UAM y coordinador del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical, indicó a buzos que la reubicación de manufactureras no está pensada únicamente para México, sino también para otros países del continente.
“Se están construyendo, de nueva cuenta, las bases para ampliar a toda América lo que en algún momento se llamó ALCA, que aparentemente fracasó, pero que se está reconstruyendo; el propio proyecto del tren transoceánico forma parte del fenómeno del nearshoring, es la conexión con el resto de América”.
Otro riesgo laboral posiblemente generado por el nearshoring es que las manufactureras integren tecnologías avanzadas como una nueva forma de abaratar sus costos de producción y obtener mayores ganancias, y están utilizando recursos que antes eran considerados como ciencia ficción: la robótica y la Inteligencia Artificial.
Están sustituyendo gradualmente obreros con sistemas automatizados de producción; México ocupa el primer lugar en América Latina y es el cuarto en el mundo que usa robots industriales que pueden soldar, pintar y ensamblar piezas, entre otras actividades.
En relación con este tipo de aplicaciones, el pasado nueve de octubre, la trasnacional estadounidense Walmart empezó a construir un almacén automatizado en Silao, Guanajuato, con una inversión de 500 mdd.
Lo hace también para disminuir el gasto en salarios e incrementar sus ganancias, como ya se advierte en algunos centros comerciales, donde las “cajas inteligentes” sustituyen a cajeros humanos, y las operaciones comerciales se realizan por Internet. Ocurre lo mismo en las sucursales bancarias.
“Todavía no sabemos qué pasará con la robótica y con la IA; ya hay varias empresas donde han suprimido trabajadores”. Gobierno y sindicatos deberían unirse para afrontar esta situación. El futuro laboral es incierto, concluyó Heladio Abundis, coordinador del FAT.
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Escrito por Martín Morales