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Aun se sienten en Moscú y en toda la Federación Rusa los sentimientos de júbilo y emoción que se vivieron con motivo de las celebraciones por el octogésimo aniversario de la Gran Victoria soviética sobre el nazismo alemán.
Tanto en Rusia, como entre los pueblos de los países que formaban la Unión Soviética, no existen dudas acerca del sacrificio y el protagonismo del Ejército Rojo y del pueblo soviético en la victoria sobre la Alemania de Adolfo Hitler. En Rusia no hay una sola familia que no tenga entre sus integrantes, por lo menos a una persona fallecida en la Gran Guerra Patria (1941-1945).
Sin embargo, en occidente, debido a la propaganda antirrusa, la verdad se ha ido desvirtuando y reescribiendo de forma tal, que ya no parece tan claro, para los ojos occidentales, cuales han sido los hechos reales, lo cual es un gran peligro, si no queremos que esta historia se repita, en una versión, que hoy implicaría el fin de la humanidad, sin demasiadas dudas. Es por esto que, a lo largo de las siguientes líneas, vamos a hacer un breve repaso, no solo a los aspectos que demuestran que, sin el aporte y sacrificio de la URSS, la derrota del nazismo hubiera sido imposible, sino también recordar quienes fueron los que abonaron la llegada de Hitler al poder y su crecimiento, al punto de convertirse en el causante de la mayor tragedia en la historia de la humanidad.
Génesis
El ascenso de Adolfo Hitler al gobierno alemán, no fue solo fruto del descontento del pueblo alemán debido a las condiciones resultantes de la derrota en la Primera Guerra Mundial y del Tratado de Versalles, como se suele decir. En la llegada al poder del nacionalsocialismo, también estuvieron involucrados intereses económicos e industriales internacionales. IG Farben, el poderoso consorcio industrial petroquímico alemán, con ramificaciones y socios en Europa y EEUU, como la Standard Oil (de la familia Rockefeller), entre otros, fueron los patrocinadores de Hitler, antes de su llegada al poder, y luego sus socios durante su gobierno de terror.
Mientras, especialmente en Europa, pretenden reescribir la historia, equiparando al criminal y agresor régimen alemán, con la Unión Soviética, único país que intentó denodadamente detener al nazismo y de este modo evitar la guerra, y una vez fracasado este intento (a causa de las potencias occidentales), fue quien pagó el costo más alto para salvar a la humanidad del nazismo, ofrendando 27 millones de vidas; podemos ver como en el mismo viejo continente, no solo los gobiernos de muchos de los países que fueron cómplices de Hitler, sino también empresas privadas que se enriquecieron haciendo negocios con el Tercer Reich y explotando la mano de obra esclava provista por éste a sus fábrica, hoy ocultan su vergonzoso pasado y hay un mundo que parece permitírselo.
La lista de empresas involucradas con el nazismo incluye a toda la industria alemana. Nombres ilustres como Mercedes-Benz, BMW, Auto Union (Audi, Volkswagen), Siemens y ThyssenKrupp, son solo algunos de los más conocidos que perduran hasta nuestros días. Sin embargo, el mayor de estos gigantes industriales, socios del nazismo, fue el ya mencionado consorcio petroquímico IG Farben, el cual, si bien dejó de existir como tal, la mayoría de las empresas que lo conformaban han llegado hasta hoy, como BASF, Bayer, Hoechst y Agfa. Entre algunas de las actividades de este grupo industrial estuvo la creación y producción del gas Zyklon B, utilizado por el régimen nazi para el asesinato de millones de personas en los campos de exterminio. Mientras que las industrias alemanas y varias extranjeras, como la filial germana Ford-Werke, del gigante automotriz estadounidense Ford Motor Company, se beneficiaban del trabajo de los esclavos en sus fábricas, la IG Farben instaló su planta industrial “Monowitz-Buna” para la producción de caucho sintético y combustibles líquidos , en el mismísimo Auschwitz, en el tercer subcampo, conocido como Monowitz o Auschwitz III.
Hitler recibe una réplica de Volkswagen de manos de Ferdinand Porsche
También se suele olvidar u ocultar, cuando se mencionan los brutales y crueles experimentos que realizaba, en seres humanos, el famoso médico nazi Josef Mengele, que los mismos no eran solo fruto de su perversión y sadismo, sino que los mismos eran encargados y pagados por empresas farmacéuticas como Bayer. Es increíble que estas atrocidades no parezcan haber hecho mella en el nombre o prestigio de estas empresas, las cuales a través del dinero, del poder y de los contactos, consiguieron impunidad y olvido. Tampoco hay que olvidar que la antes mencionada familia Rockefeller, no solo tenía negocios con la industria nazi a través de los negocios de la Standard Oil, sino que también se beneficio de la persecución y robo de los bienes de los judíos franceses, mediante las operaciones de la sucursal parisina del Chase National Bank, entidad bancaria propiedad de la acaudalada familia estadounidense, que nunca dejó de operar en la Francia colaboracionista del régimen de Hitler. La misma operatoria, en colaboración con Alemania, llevó a cabo la poderosa banca J.P. Morgan & Co., también estadounidense.
Complicidad política
En este aspecto, no se puede olvidar la política vergonzosa y cómplice que llevaron adelante el Reino Unido y Francia, en favor de la expansión y del crecimiento del nazismo en Europa, la primera, en su afán por utilizar a Alemania como un arma en contra de la URSS, y la segunda, siguiendo una política servil de seguidismo con Londres. Sin embargo, no sería justo no mencionar al país que, tal vez, fue el máximo responsable del desenlace de los acontecimientos que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial, Polonia.
La Segunda República Polaca fue, desde su creación, un Estado racista, supremacista, expansionista y agresivo para con sus vecinos. Apenas creada, luego del Tratado de Versalles, violando lo establecido, invadió los territorios occidentales de Bielorrusia y Ucrania, al igual que parte de Lituania y su capital, Vilna, aprovechando la situación de debilidad de la Rusia Soviética, que se hallaba inmersa en una sangrienta guerra civil. Durante la ocupación de estos territorios, estableció una brutal represión a la cultura, religión y lenguas de estos pueblos, estableciendo más tarde, leyes antisemitas que se anticiparon a las promulgadas por los nazis en Núremberg. También fue la Polonia del dictador Józef Pilsudski, la primera en firmar un tratado con Alemania a menos de un año de la llegada del nazismo al poder, el Pacto Hitler-Pilsudski (1934), estableciendo unas inmejorables relaciones entre Varsovia y Berlín, las que terminarían conduciendo a la cooperación entre los dos regímenes en el desmembramiento de Checoslovaquia por parte de Alemania, con la anuencia de Londres y París, arrebatando Varsovia la región de Tieszyn a Praga. Debido a esta actitud de Polonia para con sus vecinos, especialmente cuando se hallaban en una posición de debilidad, fue que el británico Winston Churchill la calificó, muy acertadamente, como “la hiena de Europa”.
La misma Polonia sería la que haría fracasar las conversaciones de Moscú de agosto de 1939, entre la delegación franco-británica y Moscú, para evitar el estallido de la guerra. Además de la inoperancia y falta de voluntad real de llegar a un acuerdo, por parte de Londres y París, Varsovia mostró su falta de cooperación para permitir el transito de las tropas soviéticas a través de su territorio, en caso de que la URSS debiera defender a la parte anglo-francesa, en caso de un ataque alemán, a pesar de que para ese momento ya se habían deteriorado las relaciones nazi-polacas, debido a la cuestión de la ciudad de Danzig, y Varsovia ya estaba amenazada por Berlín. Incluso la URSS había ofrecido defender también a Polonia frente a una embestida alemana, aunque no era parte de las negociaciones, ofrecimiento que Varsovia despreció y rechazó de forma tajante, confiando en una ayuda franco-británica que nunca llegaría.
¿Quién ganó la Segunda Guerra Mundial?
Debería ser innecesario enumerar las cuantiosas y épicas victoria soviéticas en el frente oriental y el tremendo costo que tuvo esta hazaña para el pueblo soviético. Sin embargo, ante la reescritura de la historia y las mentiras que se diseminan desde occidente, se hace necesario defender la verdad histórica.
Desfile de la Victoria en Moscú el 24 de junio de 1945
Como ya he mencionado, la URSS fue el único país que hizo verdaderos e incesantes esfuerzos por evitar el estallido de la contienda mundial y una vez sufrido el ataque nazi en su territorio, el 22 de junio de 1941, opuso una tenaz resistencia al invasor, contrastando con la docilidad de los países de Europa Occidental, donde, por ejemplo, París fue entregada sin pelear, declarándola “ciudad abierta”, mientras que en Moscú se lucho con heroísmo, evitando la toma de la capital soviética y propinando el primer gran revés a la maquinaria de guerra de Hitler. Del mismo modo, a pesar del brutal bloqueo de Leningrado durante casi novecientos días y más de un millón de civiles muertos, las fuerzas nazis y de sus aliados europeos no pudieron entrar en la ciudad. ¿Como puede occidente, si no es por pura mala fe, soslayar la titánica victoria del Ejército Rojo el Stalingrado?, la mayor batalla en la historia de la humanidad, que significó, ni más ni menos que el principio del fin del los sueño de dominación mundial de Hitler. Nombrar las ciudades de Stalingrado, Kursk, Sebastopol, Leningrado, Brest, Tula o la Operación Bagratión, se han convertido, a lo largo de estos ochenta años, en sinónimos de la lucha del bien contra el mal y del triunfo de la libertad.
Pero esta victoria se cobró un alto precio para el pueblo soviético. Veintisiete millones de sus ciudadanos murieron como consecuencia del ataque de los nazis y sus aliados contra la URSS. Más de un tercio de los muertos durante toda la Segunda Guerra Mundial fueron soviéticos, siendo esta una confrontación bélica que involucró al 80% de la población mundial.
Los fríos números a menudo no ayudan a entender proporciones que a veces se nos tornan difíciles de imaginar. Durante los casi cuatro años de la Gran Guerra Patria, el 13% de la población soviética fue asesinada por el nazismo. En contraste, más de cuatro años de ocupación alemana en Francia, solo se cobró medio millón de víctimas, de las cuales, casi un 20% fueron judíos deportados por el gobierno francés aliado de Hitler. Mientras en las batallas del Frente Oriental, el Ejército Rojo ofrendó la vida de millones de soldados por la libertad del mundo entero, destruyendo el 80% del poderío militar alemán; en el Desembarco de Normandía, por parte de Francia, tomaron parte en el combate tan solo ciento setenta y siete soldados, los integrantes del llamado Comando Kieffer, contrastando esta magra participación gala, con la gran cantidad de voluntarios franceses en la División Carlomagno de las Waffen SS, defendiendo a los últimos vestigios del nazismo, durante la Batalla de Berlín.
Para terminar, cabe mencionar que, a diferencia de lo que hoy pretender hacer occidente, en general, y Europa, en particular, reescribiendo la historia y menospreciando el protagonismo soviético en el triunfo sobre el nazismo, nunca ni la URSS en el pasado, ni la Federación Rusa hoy, han dejado de resaltar y agradecer la contribución de los aliados de la Unión Soviética en esta Gran Victoria. Sería muy bueno para la memoria, para la verdad histórica y para el futuro de la humanidad, que los que pretenden tergiversar el pasado, reconsiderasen su posición y aprendieran las lecciones de la historia, para no repetir estas tragedias en el futuro.
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Escrito por Christian Lamesa
Analista geopolítico, fotógrafo y escritor. Autor del libro La paternidad del mal. Los cómplices de Hitler.