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Nativo de Finlandia (Helsinki 1908-1979) Waltari vertió en esta obra (1945) lo mejor de sí mismo como creador literario y ser humano: cálida emotividad, sabiduría popular, humor, sentido de justicia, solidaridad universal y conocimiento detallado de la historia de Egipto. Exhibe asimismo un hábil manejo del suspenso y bellas descripciones de paisajes y personajes. Sinuhé, el personaje central de la novela, lleva el nombre de una figura legendaria del Siglo IX antes de nuestra era (ane), a la que trasladó cuatro centurias atrás (al Siglo XIV), cuando gobernó el faraón Akhenatón (1353-1336 ane), primer difusor de una religión monoteísta sustentada en Atón, la deidad única y suprema que después recuperó Moisés, el profeta común de las confesiones judía, cristiana e islámica en Palestina.
Aunque Waltari ubica la vida de Sinuhé (hijo del sicomoro) en hechos históricos de Egipto, incorpora a esta figura varios rasgos de Moisés: fue hijo oculto del faraón Amenhotep IV y una princesa de Mitanni (Líbano); cuando era bebé, fue abandonado en la corriente del río Nilo en una barca de cañas; fue recogido y criado por un matrimonio de humildes campesinos que lo formaron con valores de amor y piedad; fue presunto hermano desconocido de Akhenatón y como médico viajó a todos los países colindantes de Egipto: Siria, Babilonia, Palestina, Hitta (Turquía), Nubia, Creta y Libia. Waltari atribuye otros hechos de Moisés a Horemheb, jefe militar del faraón Akhenatón, pues Atón se le apareció en el monte Sinaí sobre un matorral ardiente y parlante.
Otros personajes “históricos” de la novela son Nefertiti, esposa de Akhenatón, el sacerdote AI y Horemheb quienes, a finales del Siglo XIV, fueron faraones históricos; éste último fue padre del primer Ramsés. Waltari les cambió vida, edad, rango y oficio para construir su obra de ficción como la deseaba. Igual ocurrió con las prácticas rituales ofrendadas a Atón, cuyos símbolos fueron el disco solar vespertino y la cruz, que 14 siglos después adoptó la religión cristiana; con el mito del Minotauro de Creta, en cuyo laberinto Sinuhé se convirtió en un Teseo egipcio del que salió gracias a un hilo similar al que éste utilizó para escapar del subterráneo, pero después de haber perdido a Minea (su propia Ariadna), quien terminó siendo devorada por el monstruo.
En la excelente novela de Waltari hay una figura tan inolvidable y vigorosa como la de Sinuhé: Kaptah, su esclavo liberto, quien se convierte en su consejero, guía de la región, socio “empresarial” y asesor financiero. Este personaje tiene la misma gracia e ingenio truculento de Sancho Panza, el famoso escudero de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Durante la celebración de un carnaval en Babilonia, Kaptah es designado “rey falso”; pero al término de la fiesta –una más de las aportaciones culturales de Egipto a Occidente– el “escudero” de Sinuhé cree haber sustituido realmente al rey babilonio y exige a todo mundo que se le rinda el tratamiento debido. Una actitud similar asumió el gobernador de la Ínsula Barataria, según don Miguel de Cervantes Saavedra.
Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural