Cargando, por favor espere...
Nació en La Habana, Cuba el 18 de octubre de 1912. Desde joven trabajó como activista política contra el gobierno de Gerardo Machado, militó en diversas agrupaciones feministas y comunistas que acabaron exiliándola a México. En 1939 regresó a su país y comenzó a escirbir en varios medios como Cuba socialista, Casa de las Américas, Lyceum de La Habana, etc. Militó en el Partido Comunista de Cuba, en el Frente Nacional Antifacista y en la Sociedad Amigos de la URSS. Asistió a distintos congresos en el extranjero, como la Conferencia Cultural y Científica por la Paz Mundial en Nueva York y en el Congreso Mundial de Partidarios por la Paz en París.
En sus últimos años ejerció como profesora en la Universidad de La Habana y como directora del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba. Publicó varios artículos que aún no han sido compilados y cuatro poemarios: Presencia interior (1939), Juegos y otros poemas (1974), Arte de hoy (1980) y Doña Iguana (1982). Falleció el ocho de agosto de 1980.
Despedida
Yo me llevo mi amor, mi desvarío.
lo que está ya a mi ser incorporado
mi caricia en tu párpado cerrado,
el roce de tu pecho junto al mío.
Me llevo una nostalgia como un río
manándome incesante del costado.
Al pobre corazón enamorado
le es duro retornar a su vacío.
Por haber compartido la locura
que floreciera en mí como una rosa,
aunque ya nunca junto a mí las vea,
benditas sean tu boca y tu ternura,
bendita sea tu carne vigorosa,
tu suave comprensión, bendita sea.
Indio de América
Indio, noble indio, médula de mi América,
que hoy eres con el negro nuestra sola esperanza.
Indio humilde de Alaska, de Ecuador o de Chile,
¡ya es hora de que yergas la espalda sudorosa!
Yo sabía de la herida gangrenada del negro,
pero solo de lejos lamenté tu amargura,
fue preciso que viera tus ojos y tu cara,
tus hombros y tus brazos para saberte, indio.
Y vi que nuestra América no es lo que se cree,
la de grandes burgueses, rascacielos y aviones,
sino una tierra humilde y silenciosa,
dolorida y opresa como tu raza, indio.
Y vi que en ella pronto se oirá sonar la hora,
¡la hora tuya, indio!, ¡la de tu hermano el negro!
La hora de la siega y el martilleo terrible,
¡la que vendrá a ponerte justicia entre los brazos!
Indio, noble indio, médula de mi América,
para entonces no puedes estar ya de rodillas.
Acuérdate que eres, junto a tu hermano el negro,
para esta hora suprema nuestra única esperanza.
Instante
Luna lunera
sol resolero,
panal de cera
del colmenero;
la enredadera
del jardinero
y una jilguera
con su jilguero.
Poema de la verdad profunda
Tú no entiendes, amigo, tú no entiendes.
Deja que te lo explique, no en palabras
–que con palabras no se entiende a nadie–
sino a mi modo oscuro, que es el claro.
Así oscura y claramente
lo siento yo:
A mí no me perturba la Rosa de los Vientos.
Bello es el Sur, pero también el Norte
tiene belleza.
Para mi casa en noche está la luna
y con mi vida puedo henchir la tierra
cuando la tierra es árida.
Sé vivir en el viento y en la nube
y beber el agua sobre las hojas.
–No siempre se ha de estar alto, como Aldebarán...–
Hay que saber doblarse sin partirse.
Saber leer, y luego
saber romper la copa.
La ciudad puede, alguna vez, ser selva.
¿Qué importa así o de otro modo?
Bebiendo sol y salitre en alto mástil de barco
o en presidio...
Me da igual.
Donde quiera estoy yo. A salvo.
Canción de la vida plena
Que la vida tenga
siete dimensiones.
Que sea jinete rojo de la alegría
y llanto de niño.
Que sea larga como la pena de un negro,
tan larga como una prisión de fantasmas.
Que fatigue los rostros de todas las estrellas
y bailen sus pies libres
sobre todos los vientos.
Que comenzando en bronce acabe en Luna
en Luna vigorosa como un fruto
–¡la que reluce sobre
las voces sin cansancio!–
y no en la desangrada por los viejos poemas.
¡Que sea marinera en barco sin anclas!
Que sus plantas cubran
todo el firmamento
y más que humana sea siendo humana.
Que haga sol de su sombra
y de su nieve lumbre.
Las perlas son apenas
carbonato de calcio
y el barro, barro es ¡pero hay quien puede
hacer que suene a plata!
Soneto
Vida de la vida mía,
¿a quién contaré mis quexas,
si a ti no?
Marqués de Astorga
Muero de ti, de amor en desventura,
de mal pagado amor que en ti se obstina.
Muero de ver mi vida que declina
en desolado invierno y red oscura.
Muero de un mal que muerte me asegura:
de traspasado corazón y espina.
Y a ti, al morir, la muerte me encamina,
aunque sean tuyos dardo y amargura.
¿A quién acudiré, si a ti no acudo?
¿A quién irá mi amor por ti, desnudo,
a confesar la pena que me mata?
Del mal que hacia la muerte me arrebata,
de ese morir a solas, sin consuelo,
si no me duelo a ti, di, ¿a quién me duelo?
Martí
Él nació en el mes de enero.
Él murió en el mes de mayo.
Lo desplomó del caballo
el disparo de un riflero.
Tomó la pluma en la mano
y contó cuentos en flor;
no quiso ser escritor,
quiso ser, antes, cubano.
Tuvo de pétalo el alma,
y el querer como un acero.
Fue grande: un hombre sincero
de donde crece la palma
Cofece revela pacto de bancos para fijar comisiones
Detienen a exalcalde de Apulco, Yuriel “N”, electo por Movimiento Ciudadano
Lanzan licitaciones para construir Calzada Flotante de Tlalpan rumbo al Mundial 2026
Encuesta revela las alcaldías con más inseguridad de la CDMX
Chimalhuacán, entre los municipios con mayor inseguridad; en redes tunden a alcaldesa
Pemex no paga, pero Slim invierte: Carso seguirá en el negocio petrolero
Escrito por Redacción